martes, 5 de agosto de 2014
Santa Odilia
Patrona de Alsacia y Abadesa del Monasterio de Hohnenburg en
los Vosgos. Nació ciega. Su padre, Adalric de Alsacia, consideró esto como un
mal presagio y la recluyó desde muy pequeña en un convento de monjas. Su gran
devoción por Dios se manifestó a muy temprana edad, al igual que su don para
predecir el futuro, lo cual según ella era el resultado de haber aprendido a
vivir sin poder ver.
Se dice que pudo recuperar milagrosamente la vista gracias a
su fe y sus continuas plegarias, como así también a los poderes curativos del
Obispo local. Cuando su padre se enteró de este milagro, cambió de parecer
respecto al destino de Odilia, y ordenó que regresara a su hogar. Sin embargo,
muy pronto se cansó de la vida de princesa y logró convencer a su padre para
que convirtiera en convento uno de sus numerosos castillos, donde vivió como
abadesa hasta sus últimos días, en el año 720 de nuestra Era.
Las profecías de Santa Odilia son de una precisión
asombrosa, sobre todo la referida a la Segunda Guerra Mundial, cuyas distintas
etapas describe con lujo de detalles: el advenimiento de Hitler, los combates
aéreos, las ciudades en llamas y la caída de Berlín. Son muchos años anteriores
a las de Juan de Jerusalén, San Malaquías y Nostradamus. Continúa siendo un
misterio cómo esta mujer, que vivió hace 1200 años, pudo tener esta visión de
nuestro violento siglo XX, y describirlo tan fielmente:
¡Escucha, hermano mío! He visto el terror de los bosques y
de las montañas. El espanto ha helado a los pueblos. Ha llegado el tiempo en
que Alemania será llamada la nación más belicosa de la tierra. Ha llegado la
época en que surgirá de su seno el guerrero terrible que desencadenará una
guerra mundial, y que los pueblos en armas llamarán el Anticristo, aquel que
será vituperado por las madres en llanto por sus hijos que como Raquel, ninguno
podrá consolar.
La tierra será sacudida por el choque de los combates. Las
flores serán rojas por la sangre y los mismos monstruos marinos huirán
espantados al fondo de los océanos. Las generaciones futuras se asombrarán de
que sus adversarios no hayan podido obstaculizar sus victorias. Torrentes de
sangre humana correrán en torno a la montaña. Será la última batalla. El
conquistador habrá alcanzado el apogeo de sus triunfos hacia la mitad del sexto
mes del segundo año de guerra. Será el fin del primer período llamado de las
victorias sangrientas. El creerá entonces de poder dictar sus condiciones.
La
segunda parte igualará en duración la mitad de la primera. Ella será llamada el
período de la dominación. Será rica en sorpresas que harán temblar a los
pueblos. Hacia la mitad de dicho período los pueblos sojuzgados pedirán al
conquistador: la paz! Pero no habrá paz. No será el fin sino el inicio del fin,
cuando el combate sea librado en la Ciudad de las Ciudades. A este punto muchos
de los suyos querrán lapidarlo. Y ocurrirán cosas prodigiosas en Oriente. La
tercera fase será de breve duración. Será llamada fase de invasión, porque por
una justa compensación el país del conquistador será invadido por todas partes.
Los ejércitos serán diezmados por una gran epidemia, y todos dirán que es la
mano de Dios. Los pueblos creerán que su fin está próximo. El cetro cambiará de
mano y las madres se alegrarán. Todos los pueblos que fueron despojados
recuperarán lo que perdieron y algo más.
La región de Lutecia será salva a
causa de sus montañas benditas y por la devoción de sus mujeres. Y sin embargo
todos hubieran creído lo contrario. Pero los pueblos irán a la montaña y darán
gracias a Dios. Los hombres habrán visto cosas tan abominables en esa guerra
que las generaciones sucesivas no lo podrán creer. Desgracia para aquellos que
no teman al Anticristo, porque él causará nuevos crímenes. Pero la era de paz
seguirá a la de hierro y se verán los dos cuernos de la luna reunirse a la
Cruz. Porque en aquellos días los hombres temerosos en verdad adorarán a Dios.
Y el Sol brillará con un esplendor inconcebible.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario