lunes, 11 de agosto de 2014
Mitos De La Creación
Eran
numerosas las tribus de América, pero todas quedaron plasmadas
finalmente en diversas clasificaciones. Una de ellas es la que
propone a los algonquinos e iroqueses del este, los pescadores del
noroeste, los esquimales del norte, los cazadores de búfalos o
indios de las praderas occidentales, y los del lejano oeste en la
zona del desierto y California.
Todos
estos grupos, a pesar de las grandes distancias que los separaban
(tanto espaciales como lingüísticas), tenían unos mitos y unas
leyendas comunes sobre su propia creación que les vinculaba
directamente con la naturaleza.
En
la primera parte del mito se cuenta cómo los dioses o pueblos
primitivos habitaban un mundo de paz y armonía. Poco a poco, esa
unidad fue rota por los intereses personales y las acciones que,
conscientes o no, hacían daño a los demás. Los dioses se
metamorfosearon gracias a sus poderes, convirtiéndose en todo lo que
hoy conocemos: árboles, flores, el Sol, las estrellas, pájaros,
peces... Sólo un reducido número se abstuvo del caos y la discordia
y continuó viviendo tan armoniosamente como lo hiciera hasta
entonces.
La
segunda parte del mito narra cómo ese pequeño grupo de dioses pasó
a crear el mundo que conocemos actualmente. Aquí las diferentes
tribus difieren en sus versiones. Algunas, como la de los sioux,
tienen la creencia de que su raza sobrevivió en un pueblo
subterráneo cerca de un inmenso lago. Varios hombres subieron cierto
día por las raíces de unos viñedos que despuntaban en la tierra y
quedaron maravillados al ver la gran cantidad de alimentos vegetales
y la abundancia de animales de la superficie en comparación con lo
pobre de su subsuelo. Bajaron de nuevo a contarlo y el pueblo entero
abandonó sus hogares y les siguió; pero no todos lograron subir, ya
que el peso de una mujer corpulenta hizo que la planta se rompiera.
Esta
leyenda, además, es la base de las creencias siouanas de la
reencarnación, puesto que tras la muerte piensan que su alma
regresará a aquel lugar subterráneo, unos bajando a través de las
raíces, mientras que otros no podrán realizar el pasaje debido al
peso de sus pecados y permanecerán en la superficie.
Tribus
distintas sitúan su origen en la creación de los hombres por parte
de su máxima deidad o Gran Espíritu (el Gran Manitú entre los
algonquinos e iroqueses, y Wakan-Tanka en el lenguaje de los indios
de las praderas) a partir del barro modelado, previamente extraído
de las profundidades del mar, que después era colocado sobre la
tierra para que desarrollara su vida.
Otros
pueblos, no obstante, tienen el mito común de que el Gran Espíritu,
desde el cielo, o el mismo Sol, al mirar a la Madre Tierra la
fecunda, y de ella nacen los primeros hombres que conforman las
actuales tribus amerindias.
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