sábado, 9 de agosto de 2014
Conjuro Sioux
Cuenta
una vieja leyenda de los indios Sioux, que una vez llegaron hasta la
tienda del viejo brujo de la tribu, tomados de las mano, Toro Bravo,
el más valiente y honorable de los jóvenes guerreros y Nube Azul,
la hija del cacique y una de las más hermosas mujeres de la tribu.
-
Nos amamos..., empezó el joven.
- Y
nos vamos a casar..., dijo ella.
- Y
nos queremos tanto que tenemos miedo... queremos un hechizo, un
conjuro, o un talismán..., algo que nos garantice que podremos estar
siempre juntos..., que nos asegure que estaremos uno al lado del otro
hasta encontrar la muerte.
-
Por favor, repitieron. ¿Hay algo que podamos hacer?.
El
viejo los miró y se emocionó al verlos tan jóvenes, tan enamorados
y tan anhelantes esperando su palabra.
-
Hay algo, dijo el viejo pero no sé... es una tarea muy difícil y
sacrificada.
-
Nube Azul ¿ves el monte al norte de nuestra aldea?. Deberás
escalarlo sola y sin más armas que una red y tus manos, deberás
cazar el halcón más hermoso y vigoroso del monte, si lo atrapas
deberás traerlo aquí con vida el tercer día después de luna llena
¿Comprendiste?.
- Y
tú, Toro Bravo, deberás escañar la montaña del trueno, cuando
llegues a la cima encontrarás la más brava de todas las águilas, y
solamente con tus manos y una red deberás atraparla sin heridas y
traerlo ante mí, viva, el mismo día en que vendrá Nube Azul.
¡Salgan ahora!.
Los
jóvenes se abrazaron con ternura y luego partieron a cumplir la
misión encomendada; ella, hacia el norte y él, hacia el sur.
El
día establecido frente a la tienda del brujo, los dos jóvenes
esperaban con las bolsas que contenían las aves solicitadas.
El
viejo les pidió que con mucho cuidado las sacaran de las bolsas,
eran verdaderamente hermosos ejemplares.
-
¿Y ahora que haremos? ¿los mataremos y beberemos el honor de su
sangre?.
-
No, dijo el brujo.
-
Los cocinaremos y comeremos el valor de su carne, propuso la joven.
-
No. Harán lo que les digo: tomen las aves y átenlas entre sí por
las patas con estas tiras de cuero cuando las hayan anudado,
suéltenlas y que vuelen libres.
El
joven guerrero y la joven hicieron lo que les pedía y soltaron los
pájaros. El águila y el halcón intentaron levantar el vuelo pero
sólo consiguieron revolcarse por el suelo. Unos minutos después,
irritadas por la incapacidad, las aves arremetieron a picotazos entre
sí hasta lastimarse.
Este
es el conjuro. Jamás olviden lo que han visto... son ustedes como un
águila y un halcón, si se atan el uno al otro, aunque lo hagan por
amor, no sólo vivirán arrastrándose, sino que además, tarde o
temprano empezarán a lastimarse el uno al otro...
Si
quieren que el amor entre ustedes perdure...
Vuelen
juntos pero jamás atados.
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