jueves, 7 de agosto de 2014
Rasputin.
Nació
en Siberia en 1872, y falleció en 1916, fue un místico y cortesano
ruso. Tubo mucha influencia sobre la familia imperial rusa en la
época previa a la Revolución. Campesino hasta 1901, momento en que
abandonó a su familia para dedicarse a predicar sus enseñanzas.
Adquirió gran popularidad por sus poderes curativos y por ciertas
conductas licenciosas. Convenció a la zarina de que podía aliviar
los sufrimientos del heredero del trono de Rusia, Alexis
Nikoláievich, afectado de hemofilia. Luego de compartir virtualmente
el poder con el Zar Nicolás II, fue asesinado por un grupo de
aristócratas tras una fiesta a la que había sido invitado la noche
del 29 al 30 de diciembre de 1916.
La
leyenda le ha conferido un halo de misterio tal, que hoy resulta
difícil separar en su vida el mito de la realidad.
Señalado
por Dios, Rasputín, nació en una aldea siberiana de Pokrovskoie, en
el distrito de Tumen, en 1872. Hijo de un cochero borrachín dado al
latrocinio y la lujuria, ya en su infancia se ganó el mote de
raspútnik, que significa pillete y también perdido, extraviado, con
el que se haría célebre.
En
su adolescencia sorprendía por su gran estatura, por su
extraordinaria fuerza física y por su comportamiento salvaje y
sensual. Acaso por el brillo de sus ojos, se decía que había nacido
con el don de hipnotizar y que era casi imposible no ceder ante sus
deseos.
Su
poder de seducción se puso de manifiesto cuando, con el aparent,
objeto de edificar un templo, empezó a mendigar y los campesinos le
entregaban cuanto tenían de valor después de mirarlo a los ojos.
Hubo quienes, creyéndolo un santo abandonaron sus campos y familias
para seguirlo.
Encontró
en la secta de los klistis o flagelantes el entorno ideal para sus
peculiares inclinaciones místicas. Convertido al poco tiempo en un
cabecilla de esta curiosa cofradía, que sostenía que era preciso
pecar para poder después arrepentirse y alcanzar así la salvación,
Rasputín lograba fascinar a los aldeanos con misas orgiásticas que
acababan invariablemente con flagelaciones masivas. Pecando conmigo,
vuestra salvación es más segura, puesto que yo encarno al Espíritu
Santo, decía abriendo los brazos y mirando hacia las alturas.
Por
toda Siberia comenzó a correr la voz: Rasputín era un hombre
excepcional Un Señalado por Dios.
A
los treinta y un años decide abandonar Siberia para dirigirse a San
Petersburgo, la dorada capital de los Zares, dejando tras de sí una
esposa, cuatro hijos reconocidos y una huella imborrable en la
memoria de las gentes simples del pueblo.
Durante
su largo y accidentado camino a la capital no dejó de ejercer su
magisterio, y en su ejercicio sedujo mujeres, exorcizó monjas y
encandiló monjes, uno de los cuales le entregó una carta para el
famoso padre Juan de Kronstadt, del convento de San Alejandro Nevski,
que sería la llave que le abriría las puertas de la capital.
Convertido
en un verdadero stáretz, monje y guía espiritual de almas
descarriadas, se presentó ante el venerable padre Juan cubierto de
harapos y precedido de su fama de santón y exorcista. El anciano
sacerdote creyó ver en aquel joven siberiano un resplandor de Dios y
en los días siguientes lo presentó a las damas más influyentes de
la buena sociedad de San Petersburgo.
A
pesar de su falta de aseo y de su olor a macho cabrío, todas
quedaron encandiladas y una de ellas, la señora Virubova, escribió:
Tiene el don de las imágenes y un profundo sentido del misterio. Es
sucesivamente familiar, bromista, violento, alegre, absurdo y
poético, y todo ello sin pose alguna. Por el contrario, tiene una
despreocupación inaudita, un cinismo que aturde y una mirada que
quema como el fuego.
Su
sorprendente conducta cautivó a la frívola sociedad de San
Petersburgo y fue el mismísimo archimandrita Teófanes, rector de la
Academia de Teología de la capital y confesor de la zarina Alejandra
Fiodorovna, quien lo presentó a la familia imperial con una carta en
la que no regateaba en elogios: He aquí a Grigori Yefimovich, que en
un hombre sencillo. Vuestras Majestades sacarán provecho
escuchándolo, puesto que la tierra rusa habla por su boca. Conozco
todo lo que se le reprocha. Conozco sus pecados; son innumerables.
Pero posee tal fuerza de contrición y una fe tan ingenua en la
misericordia celeste que incluso garantizo su salvación eterna.
Después de cada arrepentimiento queda puro como un niño al que
acaban de bautizar.
Enseguida
se ganó la confianza de los soberanos, con quienes departía en
familia haciendo gala de sus entrañables modales. Pero esta relación
con la familia real no libró a Rasputín del escándalo. Habiéndose
presentado como curandero milagroso y especializado en tratar a
señoras más o menos neuróticas, sus intimidades con las esposas de
altos funcionarios fueron la comidilla de los salones. Su consulta
permanecía abierta día y noche y siempre se hacía acompañar por
un galeno llamado Badmaiev, quien sistemáticamente recetaba a las
incautas damas narcóticos, afrodisíacos y estupefacientes, cuyos
efectos eran aprovechados por el propio Rasputín, quien para más
inri, proclamaba que el contacto con su cuerpo tenía efectos
curativos y purificadores.
Los
prelados del Santo Sínodo, hartos de su desvergonzada conducta,
recurrieron a la Duma (Parlamento) para intentar librarse de aquel
intruso. Aprovechando que los zares se hallaban en Polonia, los
enemigos de Rasputín lo obligaron a abandonar la corte. Sin embargo
el destierro duró muy poco. Meses más tarde el hemofílico zarevich
Alexis sufrió una fuerte hemorragia nasal. Todos creyeron que
moriría, pero la zarina llamó a Rasputín y éste se puso a rezar
junto al lecho del enfermo. Al cabo de un momento se incorporó y
declaró: Agradeced al Señor que me ha prometido, por esta vez, la
vida de vuestro hijo. Al día siguiente, el niño manifestó una
notable mejoría, con lo que la dependencia de la familia imperial
respecto al curandero llegó a ser absoluta.
Había
logrado convencer al zar de todas las Rusias de que la suerte de la
dinastía Romanov estaba ligada a la suya, y en una ocasión llegó a
afirmar: El zar sabe que la vida de su hijo depende de mis plegarias
y que yo puedo, si así me place, aplastarlo a él y a los suyos. La
zarina hace cuanto quiero y no ignora que si cesase de obedecerme la
vida del zarevich peligraría.
Rasputín,
hombre enigmático, mezcla de santón y libertino, de quien se decía
que estaba señalado por Dios, escandalizó a sus contemporáneos con
sus excesos, pero siempre gozó de la confianza del zar. Un aura de
leyenda rodea su controvertida y fascinante figura.
El
estallido de la Primera Guerra Mundial en 1914, iba a suponer para
Rasputín la oportunidad de alcanzar la cumbre de su poder, ya que
cuando en septiembre de 1915 el zar Nicolás II se ausentó de San
Petersburgo para poner personalmente al mando de sus tropas en el
frente, dejó a la zarina Alejandra a cargo de los asuntos internos
de Rusia y nombró a Rasputín su consejero personal: el amenazada
imperio de los zares caía así virtualmente en manos de un autócrata
semianalfabeto.
Sin
embargo, al mismo tiempo crecía entre el clero, la aristocracia y
las castas militares el malestar ante el bochornoso espectáculo de
este poder omnímodo y caprichoso que desacreditaba al Estado y a la
misma Iglesia. El primer ataque frontal contra Rasputín consistió
en acusarlo de espiar a favor de los alemanes y de conspirar contra
el imperio, pero el intento fracasó por falta de pruebas.
El
segundo ataque se produjo cuando Rasputín pretendió ser consagrado
sacerdote. La Iglesia Ortodoxa, indignada por la desfachatez, lo
acusó de fornicador, llamándolo bestia maloliente. La respuesta de
Rasputín fue inmediata, hizo arrestar a todos aquellos que lo habían
insultado y los sustituyó por algunos fieles seguidores, a los que
sabía a la vez intimidar y recompensar.
¿Qué
se puede hacer cuando todos los ministros y cuantos rodean a Su
Majestad Imperial son criaturas de Rasputín?. La única posibilidad
sería matarle, pero en toda Rusia no se encuentra un solo hombre que
tenga el valor de hacerlo. Si no fuera tan viejo, yo mismo me
encargaría de ello. Estas palabras de Rodzianco, presidente de la
Duma, pronunciadas ante el pleno el parlamento a principios de 1916,
supusieron una condena de muerte para el siberiano. Los diputados
rompieron en aplausos y a partir de ese momento la consigna fue hay
que eliminar a ese canalla.
En
cuanto la familia imperial conoció a Rasputín quedó seducida por
su personalidad. La zarina Alejandra Fiodorovna dependía de su apoyo
moral; el zarevich Alexis, niño enfermizo, sólo reía con Rasputín,
quien además lograba que comiese y era capaz de hacer que durmiera
con su cautivadora voz; en cuanto al zar Nicolás, se dejaba
aconsejar sin reparos.
El
príncipe Félix Yusupov, el gran duque Dimitri Pavlovich y el
diputado Purishkévich decidieron el plan para asesinar a Rasputín y
librar a Rusia de su maléfica influencia. Los conspiradores
convinieron en que la acción se llevaría a cabo en la noche del 29
al 30 de diciembre de 1916, en la mansión que Yusupov tenía en
Petrogrado, y que la muerte del monje debía ser rápida y limpia.
Sabedor de la inclinación de Rasputín por la buena cocina y los
buenos vinos de la nobleza, Yusupov invitó al monje a su mansión.
Contra lo habitual, Rasputín acudió aseado y luciendo una suntuosa
blusa de seda bordada y un pantalón de terciopelo negro. Al entrar,
lo primero que vio el stáretz fue una mesa servida con exquisitos
vinos y licores, y deliciosos bizcochos, pasteles y golosinas, que,
media hora antes, los cómplices de Yusupov, que esperaban ansiosos
en el piso superior, habían espolvoreado con cianuro potásico.
Durante mucho rato los dos hombres dialogaron animadamente, mientras
Rasputín, jactándose de su amistad con los zares, saboreaba
diversos pastelillos y vinos. Pero a pesar de que el tiempo
transcurría, para asombro de Yusupov, el monje no mostraba ningún
sigo de envenenamiento. Apenas si evidenció un síntoma de ahogo
después de beber una copa de madeira, pero se recobró enseguida e
incluso tomó una guitarra y rogó a su anfitrión que cantara alguna
alegre romanza. Las más fantásticas leyendas sobre el misterioso
monje parecían hacerse realidad. A las dos y media de la mañana
Rasputín se quedó amodorrado y Yusupov corrió a donde se hallaban
sus cómplices y juntos decidieron que el príncipe lo matara con su
revolver.
Al
regresar al salón, Yusupov encontró a Rasputín admirando un
crucifijo de marfil. Le apuntó al corazón y disparó. Los otros
bajaron y comprobaron que la bala había dado en el blanco: Rasputín
estaba muerto. Sin embargo, Yusupov sufrió una inesperada y horrible
impresión: cuando se acercó a Rasputín, éste abrió los ojos al
tiempo que se incorporaba y lo maldecía con voz de ultratumba. Las
enormes manos del monje se aferraron al cuello de Yusupov. Al oír
los gritos ahogados, los demás conjurados acudieron y Purishkévich
volvió a disparar sobre el terrible Rasputín, quien no obstante aún
pudo ganar la puerta y desaparecer en la oscuridad. Poco después lo
encontraron tambaleándose en una esquina. Vomitaba sangre y todavía
tuvo tiempo de proferir terribles blasfemias al verlos llegar.
Volvieron a oírse las descargas. Rasputín se mantuvo en pie durante
unos momentos interminables. Luego rodó sobre la nieve y expiró con
sus diabólicos ojos abiertos taladrando la noche. Yusupov y sus
compañeros ataron entonces el cuerpo ya sin vida de Rasputín y lo
arrojaron por un agujero abierto en la helada superficie del río
Neva.
SOBRE
LA REVOLUCIÓN RUSA Y SUS CONSECUENCIAS
...
Siento que debo morir antes del año nuevo. Quiero hacer presente, no
obstante, al pueblo ruso, al Padre, a la Madre de Rusia y a los
Muchachos, que si yo soy asesinado por comunes asesinos, y
especialmente por mis hermanos aldeanos rusos, tú, Zar de Rusia, no
tengas miedo, permanece en tu entorno, gobierna y no temas por tus
Hijos, porque reinarán por otros cien o más años. Pero si soy
asesinado por los nobles, sus manos quedarán manchadas por mi sangre
y, durante veinticinco años, no podrán sacarse de la piel esta
sangre. Ellos deberán abandonar Rusia. Los hermanos matarán a los
hermanos; ellos se matarán entre sí. Y durante veinticinco años,
no habrá nobles en el País. Zar de la tierra de Rusia, si tu oyes
el tañido de las campanas, que anuncian que Grigorij ha sido
asesinado, debes saber esto: Si han sido tus parientes quienes han
provocado mi muerte, entonces ninguno de tu familia, o sea ninguno de
tus hijos o de tus parientes, quedará vivo durante más de dos años.
Ellos serán asesinados por el pueblo ruso.. ¡Rogar, rogar, sed
fuertes, pensad en vuestra bendita familia!.
...
Como la Santa Casa de Roma, que ira de Pedro a Pedro, así la Santa
Casa de San Petersburgo irá de Miguel a Miguel. El primer Miguel
construyó el trono, y el último Miguel no tendrá tiempo de
disfrutarlo, porque todo pasará deprisa, la vida como la muerte.
...
Me he asomado a la ventana y he visto gotas de sangre que golpeaban
contra los cristales, mientras en la tierra se formaban charcos de
sangre y de barro, en los cuales chapoteaban cerdos, lobos y otros
inmundos animales.
...
Una vez más, le he salvado, y no sé cuántas veces más le salvaré
todavía, pero le salvaré de los verdugos. Cada vez que abrazo al
Zar y a la Madre, y a las muchachas y al hijo primogénito del Zar,
mi espalda es recorrida por un escalofrío de terror. Es como si
entre los abrazos estrechara a cadáveres. Y entonces, fuego por esta
gente, porque siento que en ésta, nuestra Rusia, es la que tiene más
necesidad. Y ruego por toda la familia Romanov, porque sobre ella
está calando la sombra de un largo eclipse.
...
Antes de que mi cuerpo se convierta en ceniza, caerá el águila
santa. Y será seguida por el águila soberbia. Caerán después las
demás águilas, una tras otra, y les serán cortadas las cabezas. La
última en caer será el águila del mar. Su sangre será tragada por
la tierra. Y de la tierra, surgirán tres brotes, que se secarán
antes de dar una flor.
...
Veo tantos y tantos hombres, enteras masas de pueblos y montañas de
cadáveres. Entre éstos, hay muchos grandes duques y condes. Y su
sangre irá a enrojecer las aguas del Neva. No tendrán paz los vivos
y no tendrán paz tampoco los muertos. Tres lunas después de mi
muerte, veré de nuevo la luz, y la luz se convertirá en fuego. Será
entonces cuando la muerte volará libremente en el cielo y se posará
también sobre la familia imperial. Pasarán veinticino años y la
muerte volverá de nuevo a volar. Pasarán más años y la muerte, de
nuevo, volará. El primer vuelo será para recoger el oro. El segundo
vuelo será para recoger el plomo. El tercero será para recoger el
grano.
...
La cruz será arrojada en la bodega. Los martillos golpearán sobre
los altares y las llamas devorarán las iglesias. Así comenzará la
caza de la serpiente. Pero el buitre confiará la espada en una nube,
que matará a la serpiente durante la tercera luna. El buitre se
encarnizará después contra sus gusanos, hasta que perezca. Cuando
el establo esté lleno de bueyes, se abrirán las puertas, y
entonces, adiós Santa, ¡adiós, Santa de las Santas!. Esto sucederá
en el tiempo del sol. De la cruz se blasfemará y llegará el día en
que no habrá tierra suficiente para sepultar a los muertos. Pero el
Imperio durará poco. Cuando se desencadene el sol, no crecerá más
hierba a la altura del Volga. Sólo después de una gran desolación
y una gran turbación, la cruz de la Santa volverá de nuevo a los
altares. Y la serpiente y el buitre no serán nunca más temidos. A
la Santa, como a la Santa de las Santas, acudirá un gran hombre que
vendrá a rendir justicia.
...
Los hombres están caminando hacia la catástrofe. Serán los menos
capaces quienes llevarán las riendas. Así será en Rusia, igual que
en Francia, en Italia y otros lugares. La humanidad será aplastada
por el alboroto de los locos y de los malhechores. La sabiduría será
encadenada. Serán el ignorante y el prepotente quienes dictarán la
ley al sabio y también al humilde. Y después, la mayor parte de los
hombres creerán en los potentes y no creerán más en Dios. El
castigo de Dios llegará tarde, pero será tremendo. Y esto sucederá
antes de que nuestro siglo acabe. Después, finalmente, la sabiduría
será desatada de las cadenas y el hombre volverá de nuevo a confiar
plenamente en Dios, como el niño se confía a su madre. Siguiendo
este camino, el hombre llegará al paraíso terrestre.
...
Sobre Petersburgo caerán las tinieblas. Cuando su nombre sea
cambiado, el Imperio habrá terminado. Y cuando su nombre otra vez
sea cambiado, sobre Europa entera estará a punto de desencadenarse
la Ira de Dios. Retornará Petersburgo cuando el sol haya acabado de
llorar y la Virgen de Kazan ya no esté. Petersburgo será la capital
de la nueva Rusia y de sus entrañas se levantará un tesoro, que
será llevado a todas las tierras de la Madre Santa.
Serán
martirizados como hace dos mil años. Y también los guías serán
condenados a muerte, pero la sombra de la cruz continuará señalando
la tierra. Y sobre esta tierra, la sangre de los mártires germinará
como la buena semilla, dando frutos copiosos que serán recogidos
cuando toda esperanza parezca apagada. Un signo aparecerá en el
cielo y un signo aparecerá en la tierra, cuando el verdugo pague su
deuda. Y será una deuda pesada, porque todo el oro no bastará para
pagar la sangre. Un día la Santa Casa se dividirá en muchos trozos,
y un día la Santa Casa se unirá. Serán éstos los tiempos maduros
para hablar la nueva lengua. Pero muchos hablarán más lenguas y se
pondrán más vestidos. Y cuando el juicio esté cercano, cada
vestido será quemado. Entonces volverán los Mártires, y regresarán
como vencedores.
PROFECIAS
PARA NUESTRO TIEMPO
...
Los venenos abrazarán a la Tierra como un fogoso amante. Y en el
mortal abrazo, los cielos tendrán el hálito de la muerte, y las
fuentes no darán más que aguas amargas, y muchas de esta agua serán
más tóxicas que la sangre podrida de la serpiente. Los hombres
morirán a causa del aire, pero se dirá que han muerto del corazón
o de los riñones. Y las aguas amargas infectarán los tiempos como
la cicuta, porque las aguas amargas alumbrarán tiempos amargos.
...
Cuando vuelen las imágenes, madurará un fruto venenoso, y serán
muchos quienes lo comerán. Y el fruto venenoso transformará a los
hombres en animales, incapaces de alzar la cabeza al cielo. Las
imágenes que vuelan consumirán las fuerzas del hombre, pero el
fruto venenoso embriagará al hombre. Y cuando todo haya acabado, el
hombre se volverá a encontrar cansado y desgarrado, más hambriento
que antes.
...
El aire que hoy desciende a nuestros pulmones para llevar la vida,
llevará un día la muerte. Y llegará el día en que no habrá
montaña ni colina; no habrá mar ni lago que no sean envueltos por
el hálito fétido de la Muerte. Y todos los hombres respirarán la
Muerte, y todos los hombres morirán a causa de los venenos
suspendidos en el aire.
...
Enfermarán las plantas y morirán una tras otra. Los bosques se
convertirán en un enorme cementerio, y entre los árboles secos
vagarán sin rumbo hombres aturdidos y envenenaos por las lluvias
venenosas.
...
Ratas y serpientes tomarán dominio de la tierra. Y las ratas darán
caza a las ratas; y los hombres, desorganizados y aturdidos, deberán
abandonar ciudades enteras y campos enteros bajo el acoso de legiones
de ratas gigantes, que lo destruirán todo e infectarán la tierra.
...
Nacerán monstruos, que no serán ni hombres ni animales. Y muchos
hombres, que no estarán señalados en la carne ni en la mente,
llevarán el signo en el alma. Cuando después, los tiempos maduren,
encontraréis en la cuna al monstruo de los monstruos: el hombre sin
alma.
...
Las plantas, los animales y los hombres, han sido creados para quedar
divididos. Pero llegará el día en que no habrá más fronteras,
entonces el hombre será medio hombre y medio vegetal. Y el animal
será animal, planta y hombre. En estos campos, sin más fronteras,
veréis pastar a un monstruo, llamado kobala.
...
Como siempre mayor frecuencia, veréis enloquecer las partes del
cuerpo. Donde la naturaleza había creado el orden, el hombre
sembrará el desorden. Y muchos sufrirán por este desorden. Y muchos
morirán a causa de la peste negra. Y cuando no se la peste quien
mate, serán los buitres que desgarrarán las carnes. Cada hombre
tiene consigo la gran medicina; pero el hombre-animal preferirá
curarse con los venenos.
...
Brotará en la antigua ciudad una flor que tendrá el color de la
sangre. Crecerá sobre la planta de la paz, pero llevará la guerra.
Tendrá el nombre del amor, pero llevará solamente odio, porque será
una flor venenosa. Flor de la paz y bienestar, pero bajo la flor se
esconderá una generación de ladrones, de profanadores, de
energúmenos y de aprovechados.
...
Los dóciles insectos se volverán operadores de muerte, porque será
el hombre quien los habrá envenenado. Y la invasión de los
saltamontes será una lluvia primaveral, respecto a este huracán,
que partirá de la tierra de las flores para extenderse hasta la
tierra de la hoja, y desde allí invadirá al mundo entero, sembrando
enfermedades, carestías y terror. La alquimia irresponsable del
hombre acabará transformando las hormigas en monstruos gigantescos
que destruirán casa y países; y contra las hormigas gigantes no
servirá el fuego ni el agua. Al final, veréis volar a las ranas, y
las mariposas se volverán buitres, y las abejas se arrastrarán por
la tierra como serpientes. Y las serpientes tomarán posesión de
muchas otras ciudades.
...
Cuando se hable mucho del hombre, será el tiempo en que se
descuidara el hombre. Y cuando se hable del bienestar, será el
tiempo en que un malestar sutil serpenteará entre la gente. Montañas
de palabras se gastarán para nada, y trampas entre palabras
confundirán los caminos del buen sentido. Muchos hombres serán
destruidos por las pestilencias; muchos hombres serán destruidos por
las armas, y muchísimos serán destruidos por las áridas palabras.
Porque, cuando los tiempos maduren, el hombre será rico de lengua,
pero pobre de corazón.
...
El útero de la mujer será como la tierra de los ríos; estériles
serán ambos. Y ello será incluso una gracia, porque el útero no
estéril y la tierra no estéril parirán monstruos. Día
desventurado será aquél en que el útero materno será
comercializado, como se comercializa la carne de los bovinos. En este
tiempo, el hombre, criatura de Dios, se convertirá en criatura de la
ciencia.
...
Llegará el tiempo en que el sol llorará sobre la tierra y sus
lágrimas caerán como chispas de fuego, quemando las plantas y a los
hombres. Los desiertos avanzarán como caballos enloquecidos sin
jinete, y los pastos se volverán arena, y los ríos serán el
ombligo pútrido de la tierra. Desaparecerá la hierba tierna del
prado y la hoja, puesto que reinarán los dos desiertos: el desierto
de la arena y el desierto de la noche. Y bajo el sol encendido el
frío gélido apagará la vida.
...
Cuando se avecine el tiempo de la cosecha, al hombre le serán
enviados siete signos. Y cada sabio comprenderá que el grano está
maduro, y no faltará mucho para que sea echada la guadaña sobre la
tierra. Los temblores de la tierra, en este tiempo, irán en aumento;
tierras y aguas se abrirán y entre sus heridas engullirán a los
hombres y otras cosas. La violencia la encontraréis todas las
mañanas en la puerta de casa, porque el hombre volverá a
convertirse en bestia y, como todas las bestias, agredirá o será
agredido. Este hombre no sabrá ya más distinguir el bien del mal.
Lo que sea honesto, o que sea moral, se volverá amoral. En este
tiempo, veréis a un asno con la cabeza de chacal, la cola de
serpiente y las patas de gato, que guiará el carro; y encima, habrá
otros asnos que serán saciados por un ejército de zorras
encadenadas unas a otras. El alimento, en este tiempo, será cada vez
más escaso, porque todo estará envenenado. Los graneros estarán
llenos, las fuentes darán agua fresca, las plantas darán frutos;
pero quien como de aquel grano y beba de aquel agua, morirá; y quien
como de aquellos frutos, morirá. Sólo los alimentos recogidos por
la generación precedente no llevarán la muerte. En este tiempo, la
angustia se casará con el hombre, y de su unión espiritual nacerá
la desesperación; una desesperación como jamás se ha visto en la
tierra. Y en este tiempo, también las estaciones estarán
angustiadas, porque la rosa florecerá en diciembre y la nieve caerá
en junio.
...
Los mares penetrarán como ladrones en las ciudades y en las casas, y
las tierras se volverán saladas. Y la sal entrará en las aguas y no
habrá agua que no sea salada. Las tierras saladas no darán más
fruto y, cuando lo den, será un fruto amargo. Por eso veréis
terrenos fértiles transformarse en pantanos salados. Y otras tierras
serán secadas por un calor que irá aumentando. El hombre se
encontrará bajo las lluvias saladas y caminará sobre las tierras
saladas, y andará errante entre sequías y aluviones.
...
Cuando Sodoma y Gomorra vuelvan de nuevo a la Tierra y los hombres
vistan de mujer y las mujeres de hombre, entonces veréis pasar la
Muerte cabalgando sobre la peste blanca. Y las antiguas pestilencias
serán como una gota de agua en el mar, respecto a la peste blanca.
Montañas de cadáveres serán amontonados en las plazas, y millones
de hombres llevarán la muerte sin rostro. Ciudades, con millones de
habitantes, no encontrarán brazos suficientes para sepultar a los
muertos, y muchos pueblos con campos serán cancelados con una única
cruz. Ninguna medicina logrará frenar la peste blanca, porque ésta
es la antesala de la purificación. Y cuando nueve hombres de cada
diez tengan la sangre podrida, será echada sobre la Tierra la
guadaña, porque habrá llegado el tiempo de regresar a casa.
...
Sentiréis a los hombres invocar la noche, pero la noche no llegará.
Sentiréis a los hombres invocar la calma, pero ésta será el fruto
que bien pocos podrán saborear. El mundo se convertirá en una
máquina que transformará la vida en un polvo venenoso. Y el ruido
de la máquina será como el de una cascada, que penetra con el
viento en cualquier palacio y en cualquier cabaña. El tiempo de la
doble espiga será condenado a la luz perenne y a la caída.
...
Sobre la tierra negra llorará el sol, y un fantasma vagará por
Europa durante toda una generación. Y antes que se disuelva, caerán
otros rayos. Uno de éstos quemará los lirios, y un segundo rayo
quemará el jardín de las palmeras, y un tercer rayo quemará la
tierra entre los santos ríos. El hombre se volverá frágil como una
hoja seca, y sus huesos se doblarán y crujirán como una rama rota.
En este tiempo, la tierra producirá sólo hierbas envenenadas y las
bestias no darán más carne envenenada. Envenenado estará el hombre
en este tiempo, porque éste será el inicio del tiempo de ajenjo.
...
Dos príncipes sanguinarios tomarán posesión de la Tierra: Wiug
vendrá de Oriente y volverá esclavo al hombre con la pobreza;
Graiug vendrá de Occidente y volverá esclavo al hombre con la
riqueza. Los príncipes se disputarán la tierra y el cielo y el
terreno de la gran batalla será en la tierra de los cuatro demonios.
Los dos príncipes serán vencedores y los dos príncipes serán
vencidos. Pero Graiug entrará en casa de Wiug y sembrará sus
antiguas palabras, que crecerán y devastarán la tierra. Así
terminará el imperio de Wiug. Pero llegará el día en que también
el imperio de Graiug será destruido, porque las dos leyes de vida
eran equivocadas y ambas producían la muerte. Tampoco sus cenizas se
podrán utilizar para cultivar el terreno, sobre el cual crecerá la
nueva planta de la tercera luz.
...
Cuando los tiempos estén cercanos al precipicio, el amor del hombre
hacia el hombre será una planta seca. En el desierto de aquel
terreno florecerán solamente dos plantas: la planta del provecho y
la planta del egoísmo. Las flores de estas plantas podrán ser, sin
embargo, cambiadas por las flores de la planta del amor. Toda la
humanidad, en este tiempo maldito, será engullida por la
indiferencia. ¡Ay entonces de los que sufran, de los ancianos, de
los inválidos, de los afligidos de corazón, porque estarán solos
en un mar de gentes! ¡Y ay de los puros de corazón, de los simples,
de los hombres con el corazón de niño, porque serán ultrajados y
ridiculizados! Cuando oscurezca el triste día del homo-sapiens, no
quedará más que el desierto de la nada, porque precisamente la
planta del amor fraterno estará muerta desde hace tiempo. (Y el amor
fraterno es la Gran Medicina.
Las Verdades de Dios son hechas
distintas por los hombres, pero la llama es única).
...
Habrá un tiempo de paz, pero la paz será escrita con sangre. Y
cuando los dos fuegos sean apagados, un tercer fuego quemará las
cenizas. Pocos hombres y pocas cosas quedarán; pero lo que quede
deberá ser sometido a una nueva purificación, antes de entrar en el
nuevo paraíso terrestre.
...
Mahoma dejará su casa, recorriendo el camino de los padres. Y las
guerras estallarán como temporales de verano, abatiendo plantas y
desbastando campos, hasta el día en que se descubrirá que la
palabra de Dios es una aunque sea pronunciada en lenguas distintas.
Entonces la mesa será única, como único será el pan.
...
Por todo el mundo se edificarán torres. Y se dirá que en las torres
habitará la vida, pero aquellas serán castillos de muerte. Algunos
de estos castillos serán sacudidos y de sus heridas saldrá sangre
podrida que infectará la tierra y el cielo. Grumos de sangre
infectada volarán como rapaces sobre nuestras cabezas. Y más de un
rapaz caerá sobre la tierra, y la tierra donde caiga se volverá
desierta durante siete generaciones.
...
Durante tres días el sol desaparecerá del cielo, y durante treinta
días una niebla de humo y de dolor hará de la tierra un gris
sudario. El hombre vagará como un perro enloquecido en este mar de
desesperación; su vida será una agonía, y su única esperanza será
la muerte.
...
En la noche del hombre quemado, la sangre correrá por los ríos de
la Roma de los Papas y de los embrollones. El pueblo saldrá a las
plazas cegado por un odio incubado de tanto tiempo y, sobre las
espadas sucias de sangre, veréis las cabezas de los políticos, de
los nobles y del clero. El cuerpo de un hombre venerado será
arrastrado por las calles de Roma por un caballo blanco, y en los
caminos quedará la huella de su sangre y los rasgos de su piel. Sólo
entonces se descubrirá que el hombre venerado era una serpiente. Y
morirán como mueren las serpientes. En esta noche de sangre y de
magia, las estrellas cambiarán de luz; aquellos que vestían el
hábito de la delincuencia vestirán el hábito de la justicia, y
aquellos que eran justos se volverán injustos. Y cuando surja la luz
del nuevo día, las fuentes de Roma estarán llenas de sangre humana,
y muchos cuerpos de poderosos serán descuartizados y arrojados a los
cuatro ángulos de la ciudad, hasta que marchiten separados. Roma
purificada no será ya más Roma. Y la noche del hombre quemado
quedará para el recuerdo, con la santa insurrección del pueblo
contra el lobo famélico vestido de cordero.
...La
historia de Caín y Abel se repetirá en el lugar rodeado por las
murallas, con siete torres y un águila. Esta vez será el pacífico
Abel quien matará al pérfido Caín, y nada quedará de esta
historia, porque también el nombre de la ciudad será cambiado, y la
tierra abrazará amorosamente al bien y al mal. Pero en la ciudad de
las siete torres se desatará una chispa que enseñará una nueva
palabra y una nueva ley. Y la nueva ley enseñará al hombre una
nueva vida, porque en la casa nueva no se podrá entrar con los
hábitos viejos. Y cuando el sol se ponga, se descubrirá que la
nueva ley es la antigua ley y que el hombre había sido creado por
esta ley.
...
Pasarán los tiempos del viento, del fuego y del agua; y después
regresará el arcángel. Pero todo será cambiado. En Siberia crecerá
la vid, y muchos palacios de Petersburgo serán embellecidos con
limoneros. La voz de la Santa Madre llegará a la Luna y más lejos.
Pero no llegará a la intimidad del corazón de cada ruso. El zar
será alejado por el viento, y regresará con el viento. Y el mismo
viento llevará un zar que no será tal, pero tendrá más poder que
el zar. El nuevo zar pasará con el caballo blanco a través de las
plantaciones agrias, y muchos ancianos le detendrán para recordarle
que, donde había solamente nieve, ahora germina el olivo. Y en las
tierras del olivo crecerá la nieve. Porque todo en aquel tiempo será
trastornado. Y las montañas las hallaréis donde están los mares; y
los mares los hallaréis donde estaban las montañas.
...
Cuando llegue a Roma el hombre señalado en la frente, sonarán las
campanas de la paz, pero bien pocos serán los que notarán que quien
tira de las cuerdas es la muerte. Sutiles engaños se preparan para
el mundo entero, porque el ratón escapará del gato, y el gato será
comido por el ratón. En este tiempo, las glorias se repetirán
rápidamente. Y se repetirán los dolores. Los Cesares pasarán como
el agua del río y las palabras serán nubes. El hombre señalado en
la frente será puesto en el altar; pero cuando deba madurar aún la
quinta espiga el hombre señalado será depuesto sobre la tierra
desnuda y con sus carnes se hará un banquete. ¡Pobre gloria del
mundo, que pasas como una sombra furtiva! Tu tiempo está siempre
señalado, antes aún de que tu perfume se expanda. ¡Pobre gloria
del mundo, vestida de oro y de plata, pero hecha de cenizas! No
volváis a mirar los caminos señalados, porque sobre estos se
abatirá el viento y borrará toda señal. Y el viento abrirá las
tierras, desplazará las montañas, y borrará la ciudad con el signo
del mar. No os volváis en este tiempo para preguntar si el viento
sopla de Occidente o de Oriente, porque, cuando os hayáis girado, el
viento ya habrá pasado.
...
Cuando la mujer esté próxima al parto, se estabilizará en la
tierra el séptimo imperio. Y será el imperio del mal. El zar negro
reinará sobre la cabeza; el zar blanco reinará sobre el ombligo; y
el zar rojo reinará sobre los pies. Y los pies serán los primeros
en ser corroídos por la lepra. Cuando caiga la cabeza, se oirá un
lamento en todo el mundo. Y sangre caerá sobre la piedra santa. Los
tiempos de la caída del imperio se iniciarán con el asesinato del
padre, que tendrá lugar en el plenilunio del verano. Cuando los
ladrones abandonen la baya de oro para huir a la gruta, será el
tiempo en que el último imperio estará próximo al fin. Y el fin
llegará entre un remolino de sangre.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario