Siguiendo los diseños de Leonardo Da Vinci, y algunos fallidos intentos anteriores, este hombre diseñó gracias a sus capacidades un traje aerostático. Fueron muchos los prototipos probados desde algún lugar alto, pero ninguno funcionaba porque caían como si fueran piedras. Reichelt excusó su fracaso afirmando que, al probarlos con muñecos, no podían mover los brazos y así levantar vuelo.
Entonces su conclusión fue, que el traje debía ser probado por él mismo. Así, la mañana del 23 de febrero de 1912 una numerosa cantidad de curiosos estaban al pie de la torre Eiffel, deseosos de saber si el experimento de Reichelt tendría éxito. El soñador se ubicó en lo alto de la torre convencido que iba a hacer lo que nunca nadie había hecho antes. Se lanzó a las 7:05. Tres segundos después, el legado del hombre que quiso volar fue un agujero de 35 centímetros en la calzada.
Nunca más las autoridades parisienses otorgaron un permiso para hacer este tipo de actividades en la torre Eiffel.
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