Cuando los Titanes se rebelaron contra Zeus, fue Atlas quien los lideró, posicionándose a favor de Cronos. Por otra parte, Prometeo y Epimeteo se aliaron con el enemigo. Esta guerra duró diez largos años, al final de los cuales los Titanes fueron derrotados y desterrados al Tártaro. Todos menos Atlas, para el que Zeus, que tenía mente retorcida, preparó una castigo ejemplar: cargar con la bóveda celeste para toda la eternidad y ser responsable del correcto movimiento de las estrellas.
Atlas aparece en varias historias. Una de ellas fue la de su encuentro con Hércules.
Sabéis que para ser un dios y alcanzar la inmortalidad, Hércules debía llevar a cabo doce tareas. Una de ellas era la de conseguir las manzanas doradas para Eristeo, las cuales se encontraban en el jardín de las Hespérides. Como Atlas era el padre de las criaturas, el famoso héroe pensó que éste podría ayudarle. Así que hizo un trato con el Titán: Hércules sustituiría a Atlas sosteniendo el firmamento un par de horitas de nada para que el gigante fuera en busca de las manzanas.
Atlas regresó puntual con las dichosas manzanas, pero viendo que Hércules sostenía divinamente el cielo, pensó que era la ocasión de tomarse unas largas vacaciones y darse de baja en su pesado trabajo. Y, claro, trató de engañar al héroe diciéndole que él mismo llevaría las manzanas a Euristeo si le dejaba irse unos mesecitos de nada.
Pero Hércules, que de tonto tenía lo que yo de obispo, se dio cuenta de la faena y le pidió cortesmente a Atlas que, antes de irse a comprar tabaco, le ayudara a ponerse alguna especie de soporte en la cabeza porque le dolían un pelín las cervicales. Atlas estuvo de acuerdo, porque sabía lo fastidioso que era aquello para la espalda. Así que dejó las manzanas en el suelo y le sostuvo un segundo el firmamento para que pudiera ponerse cómodo. Hércules aprovechó la ocasión, cogió las manzanas y se largó de allí, no sin antes darle las gracias a Atlas por el favor concedido, porque era muy educado.
También cuentan que, en uno de sus viajes, Perseo se encontró con el Titán y le pidió ayuda, pero éste se la negó. Perseo, cabreadísimo por el desplante, sacó entonces la cabeza de la Medusa, que era todo menos guapa, y se la enseñó a Atlas, quien inmediatamente se convirtió en una gran montaña, lo que hoy se conoce como el Monte Atlas, sobre el cual descansan el cielo y las estrellas.
Antes de ser condenado por Zeus, Atlas llevó una vida social muy fructífera. Tuvo varias esposas (yo creo que lo de llevar el mundo sobre sus hombros le fue infinitamente más fácil) con las que tuvo a las Hespérides, las Pléyades y las Hyades, y un hijo llamado Hyas, que murió tras ser atacado por un león, que fue colocado en el cielo por los dioses dando origen a la constelación de Acuario. Por su parte, el malvado león, también fue a para allí, justo en la parte opuesta dando lugar a la constelación de Leo. Las Pléyades y las Hyades tuvieron el mismo destino.
Algunos de los familiares de Atlas fueron destacados personajes de la mitología griega: Pirra, hija de su hermano Epimeteo y su esposa Pandora, fue la esposa de Deucalión, y juntos se encargaron de repoblar la tierra una vez finalizado el diluvio. Hermes, padre del dios Pan, fue el mensajero de los dioses y Psicopompo (guiaba a los muertos en su camino al inframundo), era su nieto. Y no sigo porque ya me estoy liando…
Así que, amigos míos, cuando miréis hacia arriba, y aunque no veáis nada a causa de la contaminación lumínica, acordaos de que gracias a Atlas el cielo no cae sobre nuestras mortales y, a veces, locas cabezas.
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