miércoles, 11 de febrero de 2015
Historia y Leyendas Del Viejo Belchite
Bello lugar, es lo que significa la
palabra Belchite, que es el nombre del pueblo del que os hablaré
hoy. Belchite fue un pueblo de los más prósperos de principios del
siglo XX en la provincia de Zaragoza, entre sus bellos muros de
estilo mudéjar llegaron a contabilizarse dos conventos y varias
iglesias, símbolo de la buena salud económica de la comarca. Los
primeros pobladores de este lugar datan de la época romana, aunque
muchos pueblos primitivos ocuparon ya estas tierras con anterioridad.
Más tarde, los musulmanes dejaron su huella, hasta la reconquista,
cuando Felipe III ordenó la expulsión de los moriscos pasando a
manos del Conde de Belchite. En el siglo XVII, los Belchitanos
consiguieron comprar su independencia a la nobleza.
Este pueblo se podría catalogar de
maldito por su pasado truculento, pues a lo largo de la historia tuvo
la mala suerte de que varias batallas acontecieran en sus alrededores
y calles. Comenzando en las guerras púnicas, donde romanos y
cartagineses ya tuvieron sangrientas confrontaciones. Más
recientemente, en 1809, Belchite fue el escenario de la Primera
batalla de Belchite entre las tropas españolas y francesas de la
Guerra de Secesión. Los franceses ganaron aquella batalla y Napoleón
hizo inscribir el nombre de Belchite en el arco del triunfo de París.
En 1838, las calles de Belchite fueron
escenario de duras confrontaciones fruto de la Guerra Carlista. Pero
todavía quedaba una gran batalla que los muros de Belchite no
podrían soportar.
En el verano de 1937, en plena guerra
civil, los republicanos arrasan literalmente el pueblo de Belchite,
defendido por los nacionales. Seis mil personas, entre soldados y
civiles, mueren en pocos días. En el pueblo, apenas un puñado de
casas han quedado en pie. El control del bando republicano sobre la
zona duraría poco tiempo, pues las tropas del General Franco
acabarían por ganar la guerra, como por todos es sabido.
Finalizada la guerra, Franco ofrece a
los supervivientes de Belchite la opción de construir un nuevo
pueblo o la de dejar que los Belchitenses se ocupen de la
reconstrucción y él, a cambio, construir un canal de regadío para
llevar agua desde el Ebro y, de ese modo, transformar y modernizar la
economía de la zona dejando atrás las poco productivas tierras de
secano. Los Belchitenses optan por el nuevo pueblo, cosa de la que
posiblemente se hayan arrepentido desde entonces pues pasados los
años, no todo fue tan bonito como lo planteó el Generalísimo en un
principio. “Yo os juro, que sobre estas ruinas de Belchite, se
edificará una ciudad hermosa y amplia como homenaje a su heroísmo
sin par. Franco”, “1.937-1.954”.
La construcción del nuevo Belchite fue
llevada a cabo por prisioneros de guerra, de este modo Franco se
vengaba en cierto modo de aquellos que destrozaron el pueblo
haciéndoles construir uno nuevo. En 1946, los vecinos más afines al
régimen pudieron ocupar las primeras y mejores casas de Belchite,
aunque el pueblo no fue inaugurado hasta 1954 y no fue hasta finales
de los 60, que el traslado se dio por terminado. Pese a la promesa de
gratuidad para los vecinos del viejo Belchite, el que quiso casa tuvo
que comprarla y muchos fueron los que decidieron emigrar a otras
tierras. Desde entonces, el viejo pueblo de Belchite permanece
pausado en el tiempo como gigantesco monumento de la memoria y el
pasado.
Sin duda, es el pueblo abandonado,
maldito, fantasma… como queramos llamarlo, más visitado de España,
pues sus ruinas son visitadas todos los años por más de diez mil
personas. Algunas como homenaje o recuerdo de lo que sucedió allí,
otras como simple visita turística y otras muchas, atraídas por las
leyendas que cuenta que las almas de los que allí murieron, todavía
caminan por sus calles.
Las leyendas de Belchite.
Desde su total abandono en la década
de los 60 y dado su pasado doloroso y sangriento, junto con el perfil
fantasmal de edificios semiderruidos. Belchite viejo ha sido un
centro de peregrinación para investigadores de lo paranormal de todo
el mundo. Las ruinas de los conventos de San Rafael y San Agustín,
la inquietante torre del reloj, el viejo cementerio, la iglesia de
San Martín… cualquier rincón de este pueblo es un lugar idóneo
para pasar una noche con una grabadora y un termo de café.
Y los resultados de estos
investigadores no tardaron en producirse. Decenas de psicofonías,
grabaciones en las que se escuchan los ecos de la guerra como si
aquellos terribles días de 1937 hubiesen quedado impregnados en
todas y cada una de las piedras del lugar. Aviones, bombas, disparos…
lamentos. Con el paso de los años las leyendas fueron aumentando, en
gran parte gracias a estas psicofonías. Presencias misteriosas que
caminan por las solitarias calles, sombras que parecen desaparecer en
el interior de las casas al paso de los visitantes, fotografías en
las que aparecen figuras entre las ruinas, manos que arañan las
tiendas de campaña de jóvenes que pasan allí la noche como gesto
de hombría, campanas que hace años que desaparecieron y que vuelven
a repicar en las noches más oscuras, un niño juguetón que suele
asomarse en lo más alto del campanario… quizás sea él quien toca
las campanas. Voces que hielan la sangre a los visitantes
recomendándoles que se marchen de allí.
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