martes, 1 de julio de 2014
La Casa Que Mata
Sin duda, no hay ninguna ciudad en el mundo, y en concreto,
ninguna calle o avenida comparable con el Gran Canal Veneciano. Las fachadas de
sus majestuosos palacios deslumbran y abruman a turistas y visitantes, sea cual
sea su procedencia. Para los amantes de lo misterioso, las callejuelas y
recovecos de esta mágica ciudad son un paraíso que explota ante sus ojos a cada
paso y a cada mirada. Cientos de antiguas leyendas se adhieren a las paredes
desvencijadas que durante cientos de años, han sido testigo mudo de los más
increíbles sucesos. Conspiraciones, asesinatos, guerras, terribles plagas, como
la peste negra…
Si uno pasea de noche por aquellas calles, no puede evitar
estremecerse al ver un gato negro cruzando el puente del diablo, o al escuchar
pasos cercanos mientras cruza presuroso por el callejón de los asesinos.Los
edificios oscuros, muchos presa del abandono por sus costosas rehabilitaciones
y mantenimiento, tan solo son ruinas húmedas y corroídas donde las ratas juegan
al escondite con los fantasmas de antiguos nobles del pasado.
Y de entre todos los palacios, Ca´Dario es, con su torre
ligeramente inclinada y su fachada de mármol blanco, el más legendario de
todos.
Ca’ Dario es un lugar maldito cuyos propietarios, desde el
primero en 1487 hasta el último en 1993, han muerto de modo violento uno tras
otro después de adquirir el inmueble, en un reguero de sangre que se prolonga
hasta nuestros días. En sus cinco siglos de existencia se pueden contar con los
dedos de una mano los dueños de ese palacio que han conseguido burlar a la
maldición que pesa sobre ella y que han fallecido de muerte natural. Con razón los
venecianos llaman a Ca’ Dario: "la casa que mata".
Con esa fama a sus espaldas, y después de que su último
propietario, el magnate italiano Raul Gardini se suicidara de un disparo en la
sien en pleno escándalo de los procesos de corrupción de Manos Limpias, no es
de extrañar que el fastuoso palacete renacentista llevara 10 años completamente
abandonado. Estaba a la venta sí, pero no encontraba comprador. Y no sólo por
su elevado precio sino sobre todo, cuentan los venecianos, porque nadie osaba
desafiar la maldición que pesa sobre la casa. Ahora, sin embargo, un valiente
millonario estadounidense acaba de atreverse a plantar cara al embrujo y ha
comprado Ca’ Dario. ¿O es posible que haya desembolsado ocho millones de euros
por la casa sin conocer su lúgubre pasado?, se preguntan muchos de los
habitantes de la laguna. Pero, por encima de todas, la pregunta que estos días
corre por toda Venecia es: ¿Volverá Ca’ Dario a imponer su maldición?
De lo que no hay duda es que este palacio suma un número
considerable de infortunios, por llamarlos de alguna manera. Ya en el siglo XV
su primer dueño, el senador de la Serenissima Giovanni Dario sufrió en sus
carnes (o más exactamente, en la carne de su carne) la maldición de la mansión.
Su hija Marieta, que junto a su marido Vincenzo Barbaro también residía en el
palacio de marras, falleció de la angustia que le provocó saberse en la más
absoluta ruina económica. Ca’ Dario pasó entonces a manos de la familia
Barbaro, contra quien el palacio también dirigió su furia: uno de los herederos
de esa noble estirpe fue asesinado en Candia. Su siguiente propietario tampoco
tuvo mucha suerte. Arbit Abbdoll, un rico comerciante armenio de diamantes,
murió en la miseria más total, después de que perdiera su fortuna tras adquirir
la maldita casa.
Los siglos pasaron y el inmueble siguió haciendo de las
suyas a todo aquel que osaba comprarlo. En el siglo XIX, por ejemplo, un
estudioso americano de Venecia llamado Radon Brown se suicidó entre los muros
de Ca’ Dario junto a su compañero, después del escándalo que se desató al
saberse que ambos hombres eran pareja. El Palacio pasó entonces a manos del
también estadounidense Charles Briggs, quien ante las habladurías sobre su
homosexualidad abandonó Venecia y buscó refugio en México, donde su amante se
quitó la vida.
Pero la maldición llega hasta nuestros días. En 1970 el
entonces flamante propietario del inmueble, el conde Giordano delle Lanze, fue
asesinado en Ca’ Dario por su amante, Raoul, un joven marinero serbio de 18
años que le abrió la cabeza con una estatua de bronce. Tras cometer el crimen,
Raoul huyó a Londres, donde a su vez fue asesinado.
Para entonces, la maldición de Ca’ Dario ya era de dominio
público. Pero eso no evitó que Christopher Lambert, el mánager del grupo The
Who, la comprara. Aunque quizás le hubiera ido mejor si no lo hubiera hecho.
Poco después de adquirirla se cayó por las escaleras de la casa londinense de
su madre, muriendo en el acto. El siguiente fue el hombre de negocios italiano
Fabricio Ferrari quien, tras comprar la dichosa casa, murió endeudado hasta las
cejas en un accidente de coche. La misma suerte que corrió el tenor Mario Del
Monaco, fallecido en un incidente de tráfico mientras se dirigía a Venecia para
cerrar la compra de Ca’ Dario.
La casa pasa así a manos del financiero Raul Giardini, quien
se quitó la vida en 1993, justo un día antes de que el grupo empresarial que
dirigía se declarara en bancarrota. Desde entonces Ca’ Dario estaba abandonada.
Hasta ahora, que ha sido adquirida por un millonario americano. ¿Se mostrará el
palacio más condescendiente con él?
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