lunes, 9 de diciembre de 2013
Los Relojes
En un viaje de Valencia capital a Cullera, lugar de la costa
valencia al que ya estaban casi llegando, un matrimonio sudamericano sufrió un
avistamiento del que no fueron realmente conscientes.
Era aún de día y sólo recordaban el sonido estridente de la
radio y las luces que se acercaban hacia ellos cegándolos.
Nada más. No recordaban nada más.
Al despertar vieron que estaban en la cuneta, con el coche
en marcha y en estado de semisueño. Despertaron y siguieron su camino mientras
se preguntaban qué había ocurrido.
- ¿Qué hora es? -preguntó el marido mirando su reloj.
- Las cinco. -Contestó su mujer.- Pero está parado, no puedo
asegurártelo.
El hombre se dio cuenta de que su hora coincidía con el
reloj de la mujer pero le extrañaba algo: la tarde estaba acabándose, se notaba
en el cielo.
Llegaron a los pocos minutos a Cullera y lo primero que hizo
el hombre fue entrar en una relojería:
Todos los relojes marcaban las cinco de la tarde, y como el
suyo y el de su esposa, todos estaban parados. El dueño iba de uno a otro
poniéndolos en marcha, dándoles cuerda, mirando las pilas.
El sudamericano se presentó y le confesó lo que le tenía
preocupado, a lo que el dueño de la relojería contestó:
- Hoy ha ocurrido algo extraño, todos los relojes de la
tienda se han parado a las cinco de la tarde.
Tan sólo decir dos cosas: una que lo he contado como
recuerdo que me lo contaron, y otra que he veraneado también en Cullera, y
durante ese tiempo he visto avistamientos como una gran parte de sus
habitantes. Algunas veces los periódicos recogían la noticia. Y siempre,
siempre, venían del mar y de sus cielos..
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