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miércoles, 6 de julio de 2011

Muerte del mariscal Ney, ¿Fue ejecutado el "más valiente entre los valientes”?



El 7 de diciembre de 1815, el mariscal Miguel Ney fue fusilado en París. Era un soldado legendario, "el mas valiente entre los valientes", nacido en Sarrelouis, ciudad entonces perteneciente a Francia. La Revolución le abrió a este hombre de origen modesto la carrera de oficial y su temeridad hizo el resto.
Ney es nombrado general en 1796 y mariscal en 1804. Siempre a la cabeza de sus tropas, logra encerrar a los austriacos en Ulm, precipita el enfrentamiento de Iena, bloquea a los rusos en Friedland y dirige la retaguardia que protege la retirada de Rusia. Pero, en 1814, ante la derrota, incita a Napoleón a abdicar, nombrado par de Francia por Luis XVIII, aunque descontento por la altivez de los nuevos amos del país, promete, a comienzos de los Cien Días, traer a Napoleón a París "en una jaula de hierro". Sin embargo, arrastrado por sus tropas, se une al Emperador, pero, después de Waterloo, impulsa a las Cámaras a cesar los combates.
Estas sucesivas renegaciones, que no empañan una gloria nacida de una extraordinaria valentía en el combate se originan, por lo demás, no tanto en un oportunismo interesado sino más bien en su preocupación por encontrar la solución menos mala para Francia, que se debate entre un emperador que la arrastró al abismo y un rey que sólo representa el pasado.

La ejecución del mariscal Ney
Relato que aparece en el Gran Diccionario Universal del siglo XIX, de Pierre Larousse. Después de despedirse del sacerdote y de haberle entregado una caja de oro que utilizaba habitualmente para que fuera remitida a la mariscala y unas monedas de oro que llevaba consigo para los pobres de la parroquia, el mariscal fue por sí mismo a colocarse delante del pelotón de ejecución. Este pelotón compuesto por hombres con el uniforme de los veteranos, estaba comandado por un oficial que ofreció al príncipe de la batalla de Moscú vendarle los ojos. El mariscal Ney contestó: "¿Ignora Ud. que desde hace veinticinco años estoy acostumbrado a mirar de frente a las balas y a los cañones?". Luego agregó: "Protesto, delante de Dios y de la Patria, por el juicio que me ha condenado y hago un llamado a los hombres a la posteridad y a Dios, Viva Francia". (...) El conde de Rochechouart dirigiéndose al jefe del pelotón, dijo en voz alta: “¡Cumplid vuestro deber!” El mariscal se quitó enseguida el sombrero con la mano izquierda y colocando su mano derecha sobre el pecho, gritó con voz fuerte: ¡"Soldados, derecho al corazón!" Cayó inmediatamente, alcanzado por seis balas en el pecho, tres en la cabeza y el cuello y una en un brazo".

Una ejecución insólita
Ney está dispuesto a exiliarse en América; entonces Fouché le entrega un pasaporte con un nombre falso, pero las fronteras y los puertos están cerrados para él, por lo que debe refugiarse en Lot, en casa de sus suegros.
Aunque Luis XVIII hubiese preferido no tenerlo de prisionero, un prefecto descubre su escondite, Ney recusa al tribunal militar y exige ser juzgado por una corte civil de pares. Sin embargo, ésta se compone esencialmente de antiguos emigrados, cuya parcialidad se ve apoyada por falsos testimonios y por la torpeza de Ney, quien es sumariamente condenado a muerte. Lo que sigue es conocido por todos, a la vez sórdido y heroico: Ney es fusilado en la Avenida de Observatorio y no en la barrera de Grenelle, lo que reduce el riesgo de incidentes así como el número de testigos. Se deja al condenado las manos libres y es el mismo quien da la orden de abrir fuego; se golpea el pecho y grita: "¡Soldados, directo al corazón!". En lugar de caer doblado en dos, en medio de estertores, cae de un golpe, sin un grito y le ahorran el tiro de gracia. No hay, además, ningún médico que verifique su deceso.
El cuerpo es llevado a un hospital y enterrado en el famoso cementerio de Père Lachaise, a escondidas, incluso sin la presencia de su esposa. Inmediatamente, comienzan a circular extraños rumores; se dice que Ney no ha muerto sino que se ha evadido. Los realistas, furiosos, piden que se publique el relato de la ejecución. Pero, en 1827, una amante del mariscal, llamada Ida Saint-Elme, publica sus Memorias, explicando que Wellington, el vencedor de Waterloo, masón como Ney, ha aceptado que se lleve a cabo un escamoteo. Así, el pelotón de ejecución habría utilizado balas de fogueo y Ney, quien habría usado una bolsa llena de un líquido rojo. Tenía cómplices en el hospital y el ataúd enterrado en el cementerio no contenía más que piedras o el cadáver de otro hombre.

Peter Stewart Ney
En 1819, en Cherew. Carolina del Norte, llega a vivir un hombre llamado Peter Stewart Ney. Extraña coincidencia, ya que el padre del mariscal se llamaba Pedro y el nombre escocés Stewart recuerda el origen de su madre. Peter tiene la edad que habría tenido el antiguo héroe de las guerras napoleónicas y los mismos cabellos rojos aplastados hacia la izquierda, a fin de esconder una cicatriz. Habla inglés, alemán y escocés y, aunque dice no saber francés, se mantiene informado de las noticias que llegan de Europa y recibe unas cartas misteriosas. Lee mucho, especialmente, libros escritos sobre la epopeya napoleónica, en los que hace anotaciones, corrigiendo numerosos detalles erróneos que aparecen en el relato.
Existen testimonios contradictorios sobre sus actividades. Algunos dicen que es un simple profesor; otros, en cambio, insisten en que es muy culto, un caballero, esgrimidor y tirador sin par y que encabeza la milicia local: también pinta, escribe poemas y enseña lenguas vivas y muertas, todas estas cosas estarían lejos del alcance del hijo de un tonelero como era Miguel Ney. Sin embargo, un día Peter Stewart revela a sus íntimos su "'verdadera identidad", bajo los efectos de la bebida, a la que se deja arrastrar. Después, en su lecho de muerte, confirma sus relatos. El retrato que hace de la mujer del mariscal es tan preciso que debería, al menos, haberla conocido. El día de su muerte, ocurrida el 15 de noviembre de 1846 se descubre en uno de sus brazos la marca de una herida profunda, parecida a la que reciba Ney en 1795 en Maguncia. Y, más tarde, los grafólogos que comparan ambas escrituras las encuentran extrañamente similares.

El misterio
Además de estos hechos numerosos testimonios impulsan a identificar a Peter con Miguel Ney, aunque son demasiado tardíos para ser confiables: un compañero de travesía; unos norteamericanos que se habrían fijado en un hombre de pelo rojo que tocaba de buen grado la flauta, tal como le gustaba hacerlo a Ney, un sepulturero parisino que habría abierto el ataúd en 1903 y lo había encontrado vacío.
Sin embargo ¿por qué Ney, si aún estaba vivo, no se dio a conocer cuando, en 1830, su hijo se casó con la hija del banquero Lafitte, uno de los hombres que llevaron a Luis Felipe al trono? En ese momento, no habría corrido ningún riesgo...
La hipótesis más probable es que un escocés, miembro del ejército de Napoleón y que se parecía físicamente a Ney, se habría radicado en los Estados Unidos a la caída del imperio napoleónico y habría quedado preso en la trampa de su apariencia similar, terminando por creer, con ayuda del alcohol, que era verdaderamente Miguel Ney. No es mas que una hipótesis, aunque no menos creíble que la de un Miguel Ney sobreviviente, retirado al otro lado del Atlántico...
Pero es claramente la versión más romántica, la preferida de los turistas que hasta hoy van al cementerio de la Iglesia de "Third Creek" a contemplar la inscripción que perpetúa el recuerdo de "Peter Stewart Ney, oriundo de Francia, soldado de la Revolución Francesa, bajo el mando de Napoleón Bonaparte".

La Restauración: el terror blanco
Cuando Europa entera se une en contra de Napoleón en 1814, se restablece la monarquía en Francia, encabezada por Luis XVIII, hermano de Luis XVI. Los nobles regresan del exilio, pero sus pretensiones exasperan a la opinión pública, lo que explica las numerosas adhesiones a Napoleón cuando éste regresa del exilio el 1 de marzo de 1815. Pero el 18 de junio, Europa aplasta nuevamente al emperador en Waterloo. Luis XVIII recobra Paris, pero no puede contener a sus más ardientes partidarios. Decenas de personas son masacradas, incluso monarquistas moderados... En París, los "ultrarrealistas" dominan las asambleas exigiendo sanciones ejemplares. El rey reduce a 52 nombres, entre los cuales se encuentra el de Ney, la lista de los excluidos de la amnistía que ha prometido, y se hace huir a los más amenazados. Pero la evasión de Lavalette, último director de los Correos de Napoleón, que es reemplazado por su mujer en la prisión, enfurece a los realistas. Luis XVIII se ve obligado a darles la sangre que reclaman...

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