Desde hace mucho tiempo, se sabe que Cristóbal Colón sólo volvió a descubrir el Nuevo Mundo doce siglos después de sus verdaderos “descubridores”, los vikingos.
Pero, al filo de los descubrimientos arqueológicos, parece que América ya era conocida en la Antigüedad.
La piedra de Paraíba
El 11 de septiembre de 1872, el vizconde de Sapuacahy, presidente del Instituto histórico de Río de Janeiro recibió una carta en la que le informaban del descubrimiento, en una plantación de Paraíba, de una piedra que se partió en cuatro pedazos durante la operación y que tenía una extraña inscripción cuya copia se adjuntaba. La piedra en cuestión no se encontrará nunca más. Algunos eruditos creen reconocer en la inscripción copiada, la escritura fenicia. Como no hay en estos lugares especialistas de esa lengua, el emperador Pedro II y Ladislav Netto, uno de los miembros del Instituto llaman al francés Ernest Renan, autor de la Vie de Jesús, quien era también especialista en la civilización fenicia. Después de haber hecho una traducción que hoy en día parece ser totalmente errónea, Renan declara que la inscripción es una falsificación. Luego se produce una controversia entre los expertos europeos: lo extraño del asunto radica en que ciertos aspectos de la escritura empleada eran teóricamente desconocidas en la época del descubrimiento. Este detalle haría inclinarse por la autenticidad del texto, incluso si la desaparición de la piedra es un argumento a favor de los escépticos. En 1967, un norteamericano, el presbítero Cyrus Gordon, director del departamento de estudios mediterráneos de la universidad de Brandéis retorna el texto. Afirma entonces que a la luz de los recientes descubrimientos, la inscripción de Paraíba no puede ser una falsificación. La declaración despierta polémica.
El extraño doble origen del nombre América
En 1504 y 1505, el explorador Américo Vespucio publicó el relato de sus viajes. Este llamó la atención de los miembros de la Academia de los Vosgos, reunidos en Saint-Dié en 1507 los que deciden dar al nuevo continente el nombre de América, aparentemente ignorando la existencia de Cristóbal Colón, al igual que gran parte de sus contemporáneos. Entonces, ¿América tendría que haberse llamado Colombia? No es tan seguro. En efecto, el historiador Robert de la Croix antiguo oficial de la marina cuenta en su Historia secreta de los océanos (1978) que en su cuarto viaje, cuando Colon desembarca en Nicaragua les pregunta a los indios dónde se encuentra el oro que tanto busca. Y éstos le habrían señalado las altas planicies exclamando "Américo... Américo" Si esta explicación extremadamente tardía no es una si simple invención, entonces, por una extraordinaria casualidad, un nombre indígena sería el mismo que el del explorador a quien se le atribuyó, por error, el descubrimiento de nuestro continente.
El texto fenicio
Esta es la traducción hecha por Cyrus Gordon: “Somos Cananeas sidonianos de la ciudad del rey mercante. Fuimos arrojados a esta isla lejana, una tierra de montañas. Hemos sacrificado a un joven a los dioses y a las diosas celestes, en el décimo noveno año de nuestro poderoso rey Hiram y nos hemos embarcado en Esyón Guéber, en el Mar Rojo Hemos viajado con diez barcos y hemos rodeado África por mar durante dos años. Luego fuimos separados por la mano de Baal, y ya no estamos junto a nuestros compañeros. Así llegamos aquí, doce hombres y tres mujeres, a la isla de hierro. Soy yo, el almirante ¿un hombre que huirá? ¡No. Los dioses y las diosas bien podrían favorecemos!
Gordon explica que el rey mencionado no puede ser otro sino Hiram III (552-532 antes de nuestra era), lo que remontaría la inscripción al año 531 a.C. El control de Gibraltar por los cartagineses explica el rodeo de África por el este, partiendo del mar Rojo. La “isla de hierro” debe ser Brasil, donde este metal es abundante, la evocación de la “mano de Baal”, dios de las tempestades y de la lluvia, que interviene en los asuntos humanos, puede tener dos significados: tempestad u sorteo, ¿quizás un viaje encargado por la ciudad?
¿Por qué no regresaron los fenicios?
Sin embargo, la expresión “arrojado sobre esta isla lejana” así como la cantidad muy reducida de miembros que componen la tripulación hacen pensar que la nave debió naufragar. Pero, en un país poblado de árboles como Brasil, navegantes de este temple podían perfectamente reconstruir un barco más pequeño y volver a zarpar.
El verdadero obstáculo tiene un nombre: los alisios. En estas latitudes, soplan desde África hacia América y facilitan el viaje. Pero las naves fenicias desprovistas de timón de codaste (inventado hacia el siglo XIII en Europa) son incapaces de bordear y por lo tanto de avanzar zigzagueando contra el viento.
Esto hace presumir que los navegantes que grabaron esta baldosa permanecieron toda su vida prisioneros del continente donde habían encallado.
La audacia de los marinos fenicios, cretenses y cartagineses es conocida: generalmente salían de los seguros límites del Mediterráneo. Por ello una travesía como ésta no tiene por ende nada de imposible.
¿Quién descubrió América?
En la Antigüedad. Es posible que los fenicios hayan tenido predecesores, pero esta vez en la costa de Pacífico del continente sudamericano. Si nuevamente le creemos a Cyrus Gordon, alfarería japonesa de la época de Jomon (siglo III y I antes de nuestra era) habría sido hallada en Ecuador. Por otra parte, una crónica de la época Ming indica que una flota de sesenta navíos comandados por el almirante Chen Ho habría llegado a la costa oeste de un continente desconocido, Fou Tchang. ¿Serían Fou Tchang y América del Sur sólo uno?
De los romanos al año mil. Aparte de los viajes de San Brandan en el siglo VI, que están rodeados de un halo semi-legendario, ciertos indicios tienden a demostrar que algunos se llevaron a cabo a comienzos de nuestra era: inscripciones en hebreo cerca de Bat Creek en Kentucky, una cabeza de estatua romana desenterrada de una pirámide mexicana, un tesoro hundido de monedas romanas mezcladas con algunas monedas árabes encontrado frente a la costa de Venezuela. Pero se sigue cuestionando la autenticidad de cada uno de estos descubrimientos.
De los vikingos a Colón. Sabemos que los vikingos habían llegado a América del Norte poco antes del año mil y los trabajos del presbítero Jacques de Mahieu hacen pensar que los drakkars lo hicieron bastante más al sur, hasta el Amazonas. Pero existen muchos signos que demuestran que otros marinos europeos (la flota de Alexandre Anfredi, los hermanos Zeno, etc.) sin duda cruzaron el Atlántico entre el viaje de Leif Erickson y el de Colón.
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