Gregorio proviene de un pueblo siberiano que abandonó un día para dedicarse a la religión, la meditación y la vagancia.
Después de algunos años de este vagabundeo místico, adquiere en su región natal la reputación de starets o sea, de hombre santo. En 1904, abandona Siberia para ir a San Petersburgo y pide hospitalidad en la Academia de Teología, donde es presentado al obispo Hermógenes y al gran predicador Eliodoro. Estos son seducidos en seguida por su fe, lo adoptan y favorecen su entrada en la sociedad de la capital. Desde entonces se comienza a hablar de él, tanto por los milagros que realiza, como por los desórdenes e inmoralidades de los que es instigador.
Yussupov cuenta
“ (...) Rasputín estaba muerto. Gotas de sangre corrían por la herida y caían sobre las baldosas de granito. Bruscamente su ojo Izquierdo se entreabrió... y los dos ojos de Rasputín, que se volvieron extrañamente verdes y fijos como los de una serpiente me atravesaron con una mirada diabólica llena de odio. Como si bruscamente fuera poseído de un frenesí, saltó como disparado por sus piernas, salía espuma de su boca, estaba aterrador, un grito aterrador llenó la sala y vi llegar sobre mí, una mano con dedos retorcidos... Rasputín resucitado repetía mi nombre con una voz sibilante y ahogada... Era un hombre moribundo, envenenado y atravesado por una bala, en este cadáver que obscuras fuerzas habían puesto nuevamente de pie para vengar su muerte, había algo aterrador tan monstruoso que hasta hoy, cuando me acuerdo de ese momento, me embarga un terror indecible... Me parecía que el mismo diablo se había encarnado en el mujic... y que sus dedos retorcidos me agarraban para no volver a soltarme nunca más... Pero mi sorpresa y mi horror fueron mayores aún cuando vi abrirse la puerta de entrada y Rasputín desapareció en la oscuridad... Purichkevitch se lanzó tras él, se oyeron tres disparos y después un cuarto. Vi a Rasputín titubear y desplomarse en la nieve.” Príncipe Yussupov. El Fin de Rasputín.
A la conquista de la corte
La corte del Zar Nicolás II vive un drama. El zarevich Alexis, único heredero de la corona, esta aquejado por una enfermedad incurable, la hemofilia, que lo hace sufrir terriblemente. La reputación de Rasputín llega a oídos de la zarina Alejandra, quien convoca a la corte al "hacedor de milagros".
Este logra atenuar en varias ocasiones los sufrimientos del joven enfermo e incluso llega a detener hemorragias normalmente fatales. ¿Podríamos hablar de puras coincidencias entre la llegada de Rasputín y la innegable mejoría de la salud del niño? Es imposible responder con certeza, sin embargo, la influencia aparentemente positiva que el hombre ejerce sobre la enfermedad del pequeño Alexis explica la fuente de su poder sobre la zarina, sobre la corte y en el mundo aristocrático de San Petersburgo.
La familia imperial le profesa una amistad tal, que se le empieza a designar como el "zar por sobre los zares". Rasputín profeta ampliamente de la fascinación que ejerce, particularmente en las mujeres. Cuando una joven mujer, de preferencia bonita, viene a pedirle consejo, él no duda en abusar de ella mientras le habla de Dios y de la redención. La fama de su vida, de una inmoralidad sin límites no le impide tener una corte femenina a su servicio dispuesta a hacer todo por él. El departamento de Rasputín se vuelve pronto el lugar de paso obligado de todos los solicitantes imaginables así como de los personajes mía importantes. En 1916, el presidente del consejo Sturmer y el ministro del interior Protopopov participan en sesiones de espiritismo que Rasputín organiza en su casa. Esa importancia desmesurada suscita tanto odio como celos en los medios influyentes, que se termina por atribuirle una actividad y una responsabilidad política que no tiene en realidad, incluso si la zarina está a sus órdenes.
Un asesinato programado
En 1916, las derrotas de Rusia en el frente de batalla y la desintegración del Estado suscitan una ola de indignación en todo el país. Si todo va mal, es necesariamente por culpa de la mala influencia que Rasputín ejerce sobre el zar, y las de derrotas del ejército sólo se explican, según la opinión pública, porque el starets se ha vendido al espionaje alemán.
En esta atmósfera de descomposición del país, un cierto número de aristócratas, como el gran duque Dimitri Pavlovitch, emparentado con el zar, piensan que la única forma de ayudar al país es deshaciéndose del monstruo que es Rasputín. Un joven príncipe de diecinueve años, Félix Yussupov se siente investido para cumplir esta misión.
El 29 de diciembre de 1916 invita a Rasputín a su casa, al palacio de la Moïka, con el pretexto de presentarle a su mujer. Con sus cómplices, el príncipe hace preparar un pastel impregnado de una dosis de cianuro capaz de matar a veinte personas y vierte el mismo veneno en el vaso destinado a Rasputín. Llegado donde Yussupov, el starets se instala, come los diferentes platos que le son ofrecidos y, a pesar que el cianuro demora normalmente sólo algunos minutos en surtir efecto, Rasputín sigue sintiéndose muy bien durante dos horas.
El príncipe está exasperado y Rasputín pide algo para beber. Decidido a terminar de una vez, Yussupov toma su revólver y dispara a quemarropa. Con el ruido, los cómplices surgen de sus escondites; un médico que examina a Rasputín concluye que todavía está vivo. Al poco tiempo su respiración se detiene y sus asesinos bajan el cuerpo al subsuelo del palacio. Sólo algunos minutos más tarde, Rasputín se levanta, intenta estrangular a Yussupov y se precipita al exterior; son necesarias cuatro balas más para que caiga al suelo y varios golpes de garrote para romperle el cráneo. Los conjurados envuelven el cuerpo y lo lanzan al río Neva. Cuando se encuentra el cadáver en el agua, se constata que aún estaba vivo cuando cayó a las aguas del río: Rasputín murió ahogado. Esta resistencia excepcional contribuye a la leyenda de Rasputín como un "superhombre". ¿Era acaso insensible al veneno? Esto permanece en el misterio. Era en todo caso le que llamamos una fuerza de la naturaleza y tenía un temperamento fuera de lo común.
El misticismo en Rusia
Después del siglo XVII y hasta la revolución de 1917, un gran número de sectas nacen en Rusia. Sus numerosos adeptos practican rituales muy extraños.
"Los combatientes del espíritu". Ellos consideran la religión ortodoxa como una forma de idolatría, rechazan el bautismo y no se persignan antes de orar como lo exige la tradición; tampoco aceptan la institución del matrimonio porque consideran que el consentimiento mutuo es suficiente. Para ellos, la principal fuente de fe no es la Biblia, sino la tradición oral viva que los fieles se transmiten de generación en generación.
"Los bebedores de leche". Los miembros de esta secta, fundada por Simion Oukleïne, están en contra de los "combatientes del espíritu" y de la Iglesia Ortodoxa. Destruyen todos los iconos o los queman; no toman bebidas alcohólicas (de ahí su nombre de "bebedores de leche" ); sus hijos no tienen juguetes, no tienen derecho a estar en la calle o a comer dulces, pero nunca son castigados por sus padres. Las mujeres no llevan joyas, pero son tratadas igual que los hombres.
"Los flagelantes' o "khlysty" ("azotados" ). En sus asambleas, se azotan con atados de ramas o telas entorchadas para mortificar su carne. Según su doctrina, Cristo se reencarna periódicamente en seres humanos que llaman "cristo". Se conocen casos donde los participantes comulgan tomando la orina de su "cristo" y entran en comunicación con el Eterno durante "bailes giratorios", suerte de sesiones de éxtasis y de trance colectivo de donde salen purificados.
"Los castrados". Ramificación del grupo de los flagelantes que aparece en el siglo XVIII, practican los mismos "bailes giratorios", pero le agregan la castración obligatoria. Para ellos hay que escapar del envoltorio corporal que simboliza el sexo para alcanzar la pureza absoluta.
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