Pero he aquí que Saurimonda tenía una hermana, de nombre Margarida, a la que quería mucho, y a quien acabó por contar su romance con el caballero trovador. Aunque esta hermana aparentaba tenerle afecto, en el fondo de su corazón le guardaba un gran rencor, ya que siempre había vivido a su sombra por ser mucho menos hermosa e inteligente. Hasta entonces a Margarida le había quedado al menos el triste consuelo de que, casada con Ramón de Castell Roselló, su hermana era tan infeliz como ella. Pero, ahora que Saurimonda vivía dichosa gracias a su amor por Guillem de Cabestany, no podía soportar la envidia, y, para acabar con la felicidad de su hermana, hizo llegar a Ramón de Castell Roselló un mensaje anónimo en el que le contaba la relación de los dos amantes.
El noble no podía dar crédito a lo que allí leía. Carcomido por los celos, en los días siguientes intentó averiguar si aquello era verdad. Probó a su esposa lanzándole sutiles indirectas y estudiando detenidamente sus reacciones. Bien porque Saurimonda se delató a sí misma a través de sus gestos, o bien porque él veía lo que sus celos le decían que viese, Ramón de Castell acabó convencido de que efectivamente su mujer amaba a Guillem de Cabestany.
A partir de entonces se las arreglo para que Saurimonda no abandonase el castillo con tanta frecuencia, y él mismo acechó al trovador por los caminos de la comarca, esperando un momento propicio para vengarse. Al fin, un día en el que encontró a Guillem paseando sólo, le atacó por sorpresa y acabó por matarlo. Cortó su cabeza y extrajo el corazón de su cuerpo, después regresó al castillo y dio el corazón al cocinero para que lo aderezase de la mejor manera que supiera.
Llegada la hora de cenar, Ramón de Castell sirvió el plato a su mujer, que lo comió con delectación. Cuando terminó, Ramón de Castell le preguntó: “¿Sabes qué es lo que has comido?”. A lo que ella, extrañada por la pregunta, respondió: “No, sino que era el plato más exquisito que he probado nunca”. Él le dijo entonces que aquello que acababa de comer era el corazón de Guillem de Cabestany, y, para demostrarlo, mandó traer la cabeza cortada. Al verla, Saurimonda casi perdió el sentido, pero, reuniendo todas sus fuerzas, dijo a su marido: “Señor, me habéis dado tan buena carne que nunca jamás comeré de otra”. Cuando Ramón de Castell escuchó esto enfureció y se dirigió con la espada en la mano hacia su esposa, quien corrió hacia una ventana y se arrojó al vacio.
Aunque el trovador Guillem de Cabestany existió realmente, la historia de sus amores con la bella Saurimonda es creación de los compiladores de cancioneros medievales, que junto a los poemas de cada autor incluían breves reseñas biográficas con poco de realidad y mucho de ficción. El motivo del corazón devorado, de origen oriental, ha alcanzado un importante éxito éxito en Occidente, siendo difundido en distintas versiones, tanto relacionadas con Guillem de Cabestany como atribuidas a otros personajes.
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