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Equipo Infinito.



sábado, 13 de febrero de 2010

El Corazón Enigma de Enone


El corazón femenino es un enigma.

Cada latido tiene un motivo, cada estremecimiento una finalidad cifrada…

Es un vértice en donde se congregan todo tipo de ansiedades, apetitos y esperanzas. El ritmo de su deseo tiene un recóndito código, confidencial e intrincado: ni el Teseo más avezado podría adentrarse fácilmente en sus meandros complejos, con el fin de hacerse de los ocultos designios de sus amorosos afanes.

Sirva como testimonio de lo anterior la triste desventura de Enone.

Paris de Troya se enamoró de esta ninfa muy joven, siendo pastor en las laderas del monte Ida. Se unieron ardorosamente y de este vínculo Enone tuvo un hijo, el pequeño Corito. Al enterarse del proyectado rapto de Paris a Helena, la intuitiva ninfa advirtió al príncipe troyano que no llevase a cabo tan temeraria empresa, pero fueron sus ruegos por demás ineficaces para persuadirlo. Finalmente Enone sumisa, le suplicó que acudiese a ella si acaso fuese herido en combate, pues nadie más que ella sería capaz de curarle.

Cuando a la postre fue herido de muerte por una flecha de Filoctetes, Paris retornó presuroso y afligido al monte Ida implorando a Enone que le curase, pero la ninfa despechada por el cruel abandono, se negó rotundamente. Así entonces, Paris murió. Algunas versiones del fatídico mito agregan que más tarde, arrepentida de su proceder, fue en pos del agonizante. Al descubrirlo muerto ya, ciertos escritores antiguos detallan que se ahorcó presa del remordimiento, otros que se precipitó en la pira funeraria de Paris.

De cualquier manera obsérvese un detalle importante: Enone tenía el don de vaticinar el porvenir, ella supo de su infausto destino desde el primer acercamiento con Paris. Aparentó felicidad aún sabiendo de su adversa fortuna futura; se mostró afligida ante la partida cruel aún sabiendo que Paris retornaría vencido y suplicante; demostró dolor ante la defunción irremediable, cuando en el fondo quizás ella lo que procuró desde un inicio fue precisamente poner a salvo a su amante para luego reunirse con él, más allá de la muerte, en las sombras seguras del Hades, para por fin sin caretas, sin secretos, ni interferencias, dedicarse a una contemplación mutua, fría pero sin perturbaciones, anodina más imperecedera.

Porque el corazón femenino es un enigma.
Y cada latido tiene un motivo y cada estremecimiento una finalidad cifrada…

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