miércoles, 3 de junio de 2015
Man-Pupu-Nyor. La Colina De Los Gigantes De Piedra
Cuenta la leyenda que en los espesos
bosques de los montes Urales, habitaba la poderosa tribu Mansi, cuyos
hombres eran capaces de vencer a los osos y correr más rápido que
los ciervos. Los Mansi vivían protegidos por los espíritus de la
montaña sagrada Yalping Nyeri gracias al buen hacer del líder de la
tribu, Kuuschay.
Kuuschay tenía dos hijos; su hija era
esbelta como los pinos y poseía una voz tan dulce que hasta los
venados abandonaban el valle de Ydzhid-Lyagi para escucharla.
Los rumores de la belleza de la hija de
Kuuschay llegaron a oídos del gigante Torev, que se encontraba
cazando con su familia cerca de las montañas Haraiz. El gigante no
pudo reistir la tentación y decidió ir a comprobar con sus propios
ojos si los rumores eran ciertos.
Tan embelesado quedó cuando vio el
rostro de la joven que exigió su mano a Kuuschay. Pero el viejo
líder se negó a entregar a su hija, y el gigante, enfurecido, llamó
a sus hermanos para tomarla por la fuerza.
Los gigantes aprovecharon el momento en
el que Pygrychum, el hijo del líder, había salido a las montañas a
cazar junto con los guerreros de la tribu, y asediaron al pueblo de
los Mansi. Éstos resistieron durante un día los envites de los
titanes desde sus altas murallas de hielo. Bajo una nube de flechas,
el jefe Kuuschay gritó desde la torre más alta:
"¡Oh, buenos espíritus,
salvadnos de la muerte! ¡Qué Pygrychum vuelva a casa!
En ese mismo instante, entre truenos y
relámpagos, bajó del cielo un espeso manto de nubes que cubrió
toda la ciudad, protegiéndola del ataque de los gigantes. Sin
embargo, esto no frenó al gigante Torev, que corriendo, aplastándolo
todo y enarbolando una gigantesca maza llegó a la base de la
fortaleza y descargó su maza contra la muralla de cristal, que se
desmenuzó en mil pedazos. La oscuridad en aquel momento era total y
el viento soplaba con fuerza haciendo volar los cristales, por lo que
los gigantes decidieron esperar en la cresta de la montaña a que las
nubes se disiparan y los primeros rayos del alba iluminaran los
restos de la fortaleza para poder acabar con los que hubiesen
sobrevivido. Los Mansi, por su parte, decidieron aprovechar la
ventaja que les confería la oscuridad que les habían regalado los
espíritus, para escapar y esconderse en las montañas cercanas.
Al amanecer, la niebla comenzó a
disiparse y los gigantes estaban preparados para el nuevo asalto,
pero cual fue su sorpresa cuando los primeros rayos de sol mostraron
al joven Pygrychum encabezando a su ejército de guerreros. En el
brazo del guerrero, refulgía un brillante escudo y en su mano
enarbolaba una espada concedida por los espíritus para derrotar a
los gigantes.
Alzando la espada al sol, de su punta
surgió un haz de fuego que se dirigió directamente a los ojos de
Torev, que enfurecido se corría junto a los demás gigantes contra
Pygrychum y su ejército. Pero lentamente los movimientos de los
gigantes se fueron ralentizando y el haz de luz se convirtió en una
cúpula que cubría a los gigantes y al propio Pygrychum. Los
guerreros Mansi contemplaban la escena preparados para actuar en
cualquier momento cuando un crujido sonó en lo alto del monte.
Entonces se apagó el haz de luz y se pudo comprobar como los
gigantes se habían convertido en piedra, gracias al sacrificio de
Pygrychum, pues también él se había convertido en piedra.
Desde ese día, en la remota taiga de
los Urales, permanecen impasibles al paso del tiempo las figuras
pétreas de los gigantes y el guerrero y en todas las montañas de
los alrededores se pueden encontrar pequeños cristales de roca,
restos de la fortaleza de los Mansi que Torev destruyo con su maza.
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