miércoles, 3 de junio de 2015
La Leyenda De Iasá
En la tribu de los Cashinahuas vivía
una joven tan hermosa que todos los que la contemplaban se quedaban
prendados de ella. Sin embargo, la joven, Iasá, amaba Tupá, el hijo
del dios supremo Tupán.
Entre los hombres enamorados de Iasá
se encontraba Anhangá, el demonio, quien celoso de Tupá, decidió
arrebatarle a la joven y casarse con ella. Para llevar a cabo su
propósito, Anhangá fue a visitar a la madre de Iasá y le dijo:
"Si tú impides la boda de Iasá y
Tupá y consigues que ella se case conmigo, yo te daré caza y pesca
abundante para toda tu vida."
La ambición le hizo plantearse que si
aceptaba el trato no tendría que preocuparse nunca más por
conseguir alimento, por lo que aceptó, prohibiendo a Iasá volver a
ver a Tupá y fijando la fecha para la boda con Anhangá.
Cuando Iasá se enteró, no pudo
ocultar su decepción; no solo iba a perder a su amor, sino que
además, casándose con Anhangá debería vivir en el infierno en vez
de en el cielo. En medio de la tristeza, Iasá pidió un último
deseo; ver una vez más a Tupá. El demonio aceptó, pero puso una
condición:
"Te harás una herida en un brazo
para que las gotas de tu sangre marquen el camino que te lleva al
cielo. Así podré seguirte."
El mismo día de la boda, poco antes de
la ceremonia, Iasá partió a visitar a Tupá por última vez. Se
había hecho una herida, como habían acordado, y sus gotas de sangre
iban formando un arco rojo en el cielo. Tupá ordenó al Sol, al
Cielo y al Mar que acompañaran a Iasá en su camino y que para
confundir a Anhangá dibujaran tres arcos más al lado del arco rojo.
Así, el Sol, Guarací trazó un arco amarillo, el Cielo, Iuaca
dibujó un arco azul claro y el Mar, Pará formó un arco azul
oscuro.
Pero Iasá no consiguió llegar al
cielo, ni ver a Tupá, debilitada por la pérdida de sangre, por lo
que comenzó a caer lentamente hacia la tierra. Su sangre se mezcló
con la franja amarilla de Guarací, formándose un arco anaranjado, y
más tarde con el arco azul de Iuaca, dando lugar a una franja de
color violeta.
Al caer sobre la tierra, Iasá murió
en una playa, bañada por el agua del mar y por los rayos del sol, y
así de la mezcla del azul de Pará y el amarillo de Guarací, surgió
un arco verde, convirtiéndose en el séptimo arco y siguiendo la
trayectoria de los otros seis...
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