miércoles, 9 de abril de 2014
Fuegos Interiores
Una noche de octubre, a fines de la década de los 50, una
linda secretaria de 19 años que se hallaba bailando con su novio en una
discoteca de Londres estalló, de repente, envuelta en llamas, ante el pánico de
los asistentes.
Como alimentado por una tempestad interior, el fuego estalló
furiosamente en el pecho y la espalda, rodeando su cabeza e inflamándole el
pelo. En pocos segundos se convirtió en una antorcha humana, y antes de que su
horrorizado acompañante y las demás personas de la sala pudiesen sofocar las
llamas la joven había muerto.
Con las manos vendadas a causa de las quemaduras, el novio
testimonió a la policía: «No había nadie fumando en la sala de baile. No había
velas sobre las mesas, ni vi que su vestido se prendiese en sitio alguno. Sé
que parece increíble, pero me dio la sensación de que las llamas surgían hacia
fuera, como si se originasen dentro de su cuerpo.» Otros testigos coincidieron
con él, y el desconcertante veredicto del juez instructor fue «muerte producida
por un fuego de carácter desconocido».
Por fortuna, casos tan terribles de combustión humana
espontánea son raros, pero ocurren, y han sido recogidos por la historia. En el
norte de Essex (Inglaterra) en el siglo xvn, una anciana fue hallada
mortal-mente abrasada en su casa. Aunque el calor debió de haber sido intenso,
ninguna otra cosa, ni siquiera las ropas de la cama donde yacía, estaban
siquiera chamuscadas.
«Nadie sabe lo que esto presagia», dijo un observador
refiriéndose sin duda al Fuego eterno, aunque no dijo por qué.
Bengalas luminosas
Más recientemente, un contratista de obras del condado
inglés de York sacó la mano por la ventanilla de su automóvil para saludar
cuando pasaba ante una de sus obras. Un instante después era pasto de las
llamas. Asimismo, un conductor de Cheshire fue encontrado totalmente incinerado
en la cabina de su camión.
El Daily Telegraph de Londres informó: «Los testigos de la
policía testimoniaron que habían encontrado el depósito de gasolina lleno e
intacto por el fuego; las puertas de la cabina se abrieron fácilmente, pero el
interior era "un verdadero horno". El juez
instructor se declaró incapaz de determinar cómo había ocurrido el accidente.»
Pocos años después, el Reynold's News registraba la trágica
muerte en Londres de un hombre que, mientras caminaba por la calle, «pareció
explotar. Sus ropas ardieron furiosamente, su cabello se inflamó y las botas de
suela de goma se fundieron en sus pies».
Al parecer, no siempre estas bombas incendiarias humanas son
autodestructivas. El profesar-Robin Beach, de Brooklyn, fundador de:..,la.
agencia científica ...de ^.detectives Robin -Ügach Engineers Associated, opina
que estas'desdichadas personas son involuntariamente responsables de daños por
incendio que cuestan' millones, dé dólares al año. Uno de sus primeros clientes
fue el propietario de- uña fábrica de Ohio, cuya instalación fue hechizada y
padeció hasta ocho pequeños incendios diarios.
La solución del profesor Beach fue convencer a cada uno de
los empleados de la fábrica para que, sucesivamente, pisaran una una placa
metálica sosteniendo un electrodo; al mismo tiempo observaba la lectura de un
voltímetro electrostático.
Uno de los trabajadores era una joven recién empleada;
cuando pisó la placa metálica, el voltímetro registró un tremendo salto. Marcó
30.000 voltios electrostáticos y una resistencia de 500.000 ohmios.
Prudentemente, el profesor Beach recomendó que fuese trasladada a otra sección
de la fábrica donde no estuviese en contacto con materiales combustibles.
El profesor explicó que, bajo ciertas condiciones (por
ejemplo, el caminar sobre alfombras durante el tiempo seco), casi todo el mundo
puede acumular una carga electrostática de hasta 20.000 voltios. De aquí la
sacudida que a veces experimentamos al tocar la puerta del coche u otra
superficie metálica. Generalmente, la electricidad se descarga sin causar daño
por la punta del cabello; sin embargo, el profesor afirma que hay personas
—quizá una de cada 100.000— cuya piel anormalmente seca les permite generar
hasta 30.000 voltios instantáneos.
En ciertas circunstancias, tales personas pueden resultar
muy peligrosas. Pudieron, por ejemplo, haber sido los detonadores que
provocaron explosiones en quirófanos de hospitales cuya atmósfera contenía una
mezcla de aire y vapor de la anestesia.
Además, el profesor está convencido de que los operarios de
fábricas de armamento y de refinerías de petróleo deberían ser reconocidos
obligatoriamente para descubrir si poseen el tipo de piel que retiene cargas
eléctricas más persistentemente que otras personas.
Citó el ejemplo de un hombre que demostró ser un riesgo para
sí mismo: «En un caso que investigué, un conductor decidió comprobar si
necesitaba agua la batería de su coche. Era un día seco y frío de otoño, y el
hombre caminó unos pasos sobre la calzada de hormigón, levantó la capota del
coche y desenroscó los tapones de la batería. Inmediatamente se produjo una
explosión al inflamarse el hidrógeno que desprendía la batería del coche recién
estacionado. El conductor resultó gravemente herido.»
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