Joviales y risueñas, personifican la alegría en el mar y a menudo se las representa cabalgando sobre las olas, montadas en delfines o a lomos de caballos marinos. Aparecen en muchos mitos griegos y en más de una ocasión consintieron en unirse a los mortales, de cuyas relaciones nacieron algunos de los más afamados héroes.
Se ha tendido a confundir a las nereidas con las sirenas, pues en ambos casos se trata de criaturas femeninas que viven en el mar. Este error tan frecuente se debe a la corrupción del mito de las sirenas, a quienes se describe como híbridos entre mujer y pez, cuando en realidad, para los antiguos griegos, las sirenas eran mitad mujer, mitad ave. Pero el erro está tan extendido que ya no merece la pena desmentirlo.
Las mujeres del mar por excelencia son las nereidas, también conocidas como “las mojadas”. Otra versión del mito, y sin duda la más comentada y conocida, las considera hijas de la ninfa Dóride y del rey Nereo, el profético anciano del mar que, según la Ilíada de Homero, podía cambiar de forma. En este caso son amables y benefactoras ayudantes de la diosa Tetis, quien no deja de ser una más entre la nereidas, según otras tradiciones. La riqueza de la mitología griega abunda en este tipo de ajustes, contradicciones, interpretaciones y arreglos. Las propias nereidas afirman en otros relatos ser primas de las fórcides y de las harpías, pues su genealogía tiene lugares de encuentro y, al cabo, todas provienen de la unión de Ponto, el dios antiguo, con la Madre Tierra, de quien él mismo había nacido.
Con posterioridad, las nereidas fueron consideradas como seres elementales, junto a los gnomos, los silfos y las salamandras, es decir, como energías vinculadas al elemento agua. Esta creencia fue difundida en el siglo XVI por el alquimista suizo Paracelso, quien dfendía que estas criaturas estaban a medio camino entre los espíritus y los hombres, y poseían características de ambos, por lo que gozaban de la impalpabilidad de los espíritus y de la tangibilidad de los humanos.
Uno de los mayores caprichos del dios Zeus fue la nereida Tetis, pero nunca se atrevió a seducirla porque las parcas habían profetizado que cualquier hijo de Tetis llegaría a ser más poderoso que su padre, de modo que decidió unirla con un mortal y eligió al rey Peleo como esposo. Entonces ordenó al centauro Quirón que preparase el encuentro entre Peleo y la nereida. Quirón sabía que la unión con un mortal disgustaría a Tetis, así que ocultó a Peleo tras unos matorrales cercanos a la cueva de Tetis y, en cuanto la joven se quedó dormida, Peleo entró y la hizo suya. Al principio Tetis se resistió con fiereza, convirtiéndose sucesivamente en fuego, agua, león y serpiente, pero tanta fue la insistencia de Peleo y tan bien resisitó la lucha de la nereida, que al final ésta cedió a su capricho, se le entregó sin condiciones y hasta consintió en tomarlo por esposo. De la unión de hambos nacería el famoso Aquiles.
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