Al quedar incapacitados de trabajar de común acuerdo, los constructores abandonaron la empresa y se dispersaron en diferentes direcciones. La torre inconclusa y la ciudad edificada en torno a ella se llamaban Babel o Babilonia.
El relato bíblico
Tenía entonces la tierra un solo lenguaje y unos mismos vocablos. Sucedió que, al emigrar los hombres desde el Oriente, encontraron una llanura en el país de Sinear y se establecieron allí. Se dijeron unos a otros: "Ea; fabriquemos ladrillos y cozámoslos al fuego". Les sirvió el ladrillo de piedra y el asfalto les sirvió de cemento. Dijeron después: "Ea; edifiquémonos una ciudad y una torre con su remate hasta el cielo y hagámonos un nombre, no sea que seamos dispersos sobre la superficie de toda la tierra". Bajó el Señor para ver la ciudad y la torre que habían edificado los hijos de los hombres. Dijo el Señor: "He aquí que todos ellos son un solo pueblo y un solo lenguaje; si es esto lo que comienzan a hacer, nada entonces les será imposible de todo lo que proyecten hacer. Ea; bajemos y confundamos allí su lenguaje, para que unos no entiendan el lenguaje de los otros". Después el Señor los dispersó de allí sobre la superficie de toda la tierra, y cesaron de edificar la ciudad. Por esto se llamó su nombre Babel, porque allí confundió el Señor el lenguaje de toda la tierra y de allí el señor los dispersó sobre la superficie de toda la tierra.
La leyenda de la confusión de las lenguas
La leyenda de la confusión de las lenguas tiene un origen etimológico. El relator bíblico, que escribió posiblemente en tiempos del cautiverio de los israelitas en Babilonia, interpreta la palabra Babel en el sentido de “confusión”, en este caso, confusión de lenguas.
Del mismo modo, los griegos, que no comprenden el lenguaje de los extranjeros y, en primer lugar de los persas adoptan más tarde la costumbre de designarlos con el nombre peyorativo de “bárbaros”. La repetición de la sílaba “ba” simboliza la desorganización aparente de los dialectos no griegos, cualesquiera que sean, con respecto a la rigurosa organización de la lengua de Homero.
Aún en nuestros días, el lenguaje abundante y confuso de los niños se denomina balbuceo, y se califica como “bla bla”. Pero la leyenda del castigo divino de la diversificación de las lenguas se inscribe igualmente en la nostalgia de una época de oro donde todos hablaban un lenguaje común que aseguraba la paz y la comprensión.
Este sueño se revela en el relato cristiano de la glosolalia y de Pentecostés: San Pablo atribuye a los primeros cristianos la facultad de expresarse en una lengua distinta de la que hablaban comúnmente bajo el efecto de un trance místico, y los Hechos de los Apóstoles evocan el milagro de la venida del Espíritu Santo en forma de lenguas de fuego, que da a los discípulos de Cristo el don de expresarse en lenguas o dialectos de otro modo desconocidos por ellos...
“Que su cúspide se eleve hasta el cielo”
Pero la leyenda de la torre reposa sobre una realidad. Existía en efecto en Babilonia una construcción de varios pisos, llamada zigurat de acuerdo al vocablo babilónico, de origen desconocido y que fue restaurada en tiempos de Nabopolasar (625-605 antes de nuestra era), fundador de la dinastía caldea. Esta construcción se llamaba Etmenanki, “la mansión de lo alto entre el cielo y la tierra”. Una inscripción que data del tiempo de Nabopolasar señala:”Marduk (el gran dios de Babilonia) me ha ordenado colocar sólidamente las bases de la Etmenanki hasta alcanzar el mundo subterráneo y hacer de este modo que su cúspide llegue hasta el cielo”. En otra inscripción, de los tiempos de Nabucodonosor, se precisa que la decoración de la cúspide estaba hecha de “ladrillos de esmalte azul brillante”, es decir, adornada del color del cielo, perfectamente adaptado para dar la impresión que el edificio se perdía en el azul infinito.
Sin embargo, nada permite pensar que los babilonios levantaron tal construcción por presunción. Según la inscripción más antigua, lo hicieron por orden del dios Marduk y parecen haberla hecho para asegurar la armonía entre el cielo y la tierra. El historiador Heródoto, que visita Babilonia hacia el 460 antes de nuestra era, relata que un dios visitaba a una mujer que dormía en una habitación en lo alto del edificio. Etmenanki aseguraba el vínculo, la unión, entre dos realidades opuestas lo alto y lo bajo, el mundo de los dioses y el de los hombres.
Un destino funesto
En el Génesis figura un contrasentido cuando se dice que los constructores tenían malas intenciones. Sin embargo, aunque así hubiese sido, el relato bíblico mezcla además lo verdadero y lo falso. Según la leyenda, pueblos de distintas procedencias, que por lo tanto hablaban lenguas diferentes, trabajaron en la construcción del edificio.
En otra parte, la inscripción de Nabucodonosor afirma ”A todos los pueblos de numerosas naciones (...) yo (los) obligué a trabajar”. Pero esta diversidad étnica no impidió el término de los trabajos. Sin embargo, parece efectivamente que un destino funesto se ensañó con la torre. Construida con esfuerzo, a lo largo de muchos reinados, sobrevivió poco tiempo. Babilonia, que cayó en 539 bajo la dominación persa, se rebeló en 482. Jerjes I que la puso nuevamente bajo su autoridad, tomó represalias que causaron serios daños al monumento. Un siglo y medio mas tarde, en 331, Alejandro el Grande estableció su capital en Babilonia, y cuando vio la torre en ruinas, trató de restaurarla. Pero ello le demandó tanto trabajo, que renunció a su proyecto. A continuación, la torre sirvió de cantera a los constructores de los alrededores, que la redujeron a un montículo informe. Sobre ella se construyó un edificio y, cuando éste se desplomó, cubrió las ruinas de la torre inicial, escondiéndola por muchos siglos.
El aspecto de la torre ¿Dónde está la torre?
Entre el siglo XVI y los inicios del siglo XX, numerosos viajeros y exploradores occidentales fueron a Mesopotamia y se esforzaron en localizar el famoso edificio. Algunos propusieron ubicarla en Afar Quf, al oeste de Bagdad, otros, en Borsippa, en las proximidades de Babilonia. Sólo las excavaciones arqueológicas permitirían establecer la verdad.
Las pruebas arqueológicas. En 1913, el arqueólogo alemán Robert Koldewey descubrió finalmente la ubicación de la torre. Su base es un cuadrilátero de 91,55 m por lado. Su centro, que es la parte más antigua, está formado por un núcleo de ladrillos crudos, cuya altura fue aumentada en tiempos de Nabopolasar y de Nabucodonosor y que fue cubierto de un nuevo paramento de ladrillos cocidos. Las excavaciones han dejado a la vista tres escaleras, dos laterales y una central; esta última perpendicular a la estructura del edificio.
El testimonio de los textos antiguos. Estas reseñas han sido apoyadas por textos antiguos, como el relato de Heródoto y sobre todo la tablilla llamada “del Esagil”, conservada en París en el Museo del Louvre, copiada en el año 229 antes de nuestra era de un documento antiguo que describía el estado de la torre. De una altura de aproximadamente 90 m, el edificio piramidal tenía siete pisos, hechos de muros con resaltos, sin duda verticales. El último piso tenla instalaciones para el culto, adornadas con los ladrillos esmaltados azules de Nabucodonosor.
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