Los capítulos 6, 7, y 8 del Génesis, en el Antiguo Testamento, relatan la historia del Diluvio: Dios quiso suprimir el mal que había invadido la Tierra y decidió aniquilar a la humanidad corrompida. Un solo hombre merecía salvarse, Noé. Dios se dirigió a él y le ordenó construir un arca para resguardar a su familia junto con una pareja de cada especie animal. Cuando el arca estuvo terminada, copiosas lluvias cayeron y sumergieron al mundo. Noé y los suyos fueron empujados durante meses de un lado a otro por la tempestad. Finalmente, cesaron las lluvias y Noé soltó una paloma que regresó con una rama de olivo: la vegetación había brotado nuevamente sobre la tierra, las aguas bajaron y depositaron a Noé y a los suyos en la cima del monte Ararat, desde donde repoblaron la Tierra.
Este relato, fusión de dos textos de los siglos VIII y VI antes de Cristo, tiene orígenes sumerios y babilónicos, En la versión sumeria de "nuestro" Diluvio, Noé se llama Ziusudra. El relato posterior de los babilonios se encuentra en tablillas que describen la epopeya de Gilgamesh; en ella, Noé se llama Uta-Nafishtim.
El relato bíblico
Y Yahvé cerró la puerta del Arca detrás de Noe. El diluvio cayó por espacio de cuarenta días sobre la tierra. Crecieron, pues las aguas y elevaron el Área muy alto sobre la tierra. Las aguas crecieron mucho sobre la tierra, mientras tanto el Arca flotaba sobre las aguas. Subió el nivel de las aguas y crecieron mucho, muchísimo, sobre la tierra y quedaron cubiertos los montes más altos que hay debajo del cielo. Quince metros por encima subió el nivel de las aguas, quedando cubiertos los montes. Murió todo ser mortal que se mueve sobre la tierra; aves, bestias, animales. Y toda la humanidad. Todo ser humano que existía sobre la tierra, murió. Así perecieron todos los vivientes que había sobre la tierra, desde el hombre hasta los animales, los reptiles y las aves del cielo. Todos fueron lanzados de la superficie de la tierra. Sólo sobrevivieron Noé y los que estaban con él en el arca. Las aguas inundaron la tierra por espacio de ciento cincuenta días. (Génesis, VII,17)
El Diluvio en el mundo
Numerosos mitos indios relatan este mismo hecho. Así, podemos encontrarlo en libros sagrados, como el Stapatha Brahamana, el Bhagavata Pura, y, por supuesto, en el Mahabharata. Según estas versiones, Mano (o Satyaavrta) es avisado por Vishnú, quien ha tomado la forma de un pez, de la inminente venida de un diluvio. Siguiendo los consejos del dios, el asceta construye un barco para acoger a las especies que viven en la superficie de la Tierra: después de la recogida de las aguas encalla sobre una montaña. En algunas versiones, el asceta deja ir un pájaro que regresa con una rama en el pico.
En total, trece relatos diferentes del Diluvio por cubrir al mundo entero. En siete relatos nacidos en América Central y dieciséis en América del Norte, lluvias e inundaciones son responsables de la catástrofe. Finalmente, en los relatos chinos, el malvado dios Kong-Kong derriba con su cabeza una de las columnas que sostienen el cielo, perforando la bóveda celeste y dejando pasar trombas de agua que ahogan toda vida.
Los vestigios del Diluvio
En 1929, luego de excavaciones arqueológicas llevadas a cabo en el emplazamiento de la antigua ciudad sumeria de Ur, el Dr. Wooley descubrió una capa arcillosa de más de dos metros de espesor. Los análisis mostraron que se trataba de sedimentos dejados por las aguas. Además, bajo la capa de arcilla aparecen vestigios de una civilización aún más antigua.
¿Acaso este paréntesis en la historia fue ocasionado por la llegada de una gran cantidad de agua? El espesor de la capa arcillosa permite, en efecto, presumir que se trataba de una inundación poco común. En Nínive, Babilonia. Shuruppak, Uruk, Kish, Tello y Fara, otras excavaciones han encontrado la misma capa sedimentaria. ¿Constituye esto una prueba de la veracidad del Diluvio bíblico?
La dificultad radica en que las técnicas de datación utilizadas parecen indicar que estos depósitos, y por lo tanto las inundaciones, no corresponden todos a la misma época.
Luego, según el lugar geográfico, no habría habido uno sino varios diluvios. La geofísica corrobora esta hipótesis: un diluvio que hubiera sumergido a todo el planeta parece improbable, pero la existencia de un periodo agitado durante el cual se produjeron fenómenos meteorológicos de inusitada violencia parece ser posible. Los sedimentos descubiertos corresponden a crecidas excepcionales de los ríos de Mesopotamia.
Se plantea entonces el problema del origen de este cataclismo. Algunos piensan que el balanceo de la Tierra sobre su eje habría provocado que los océanos sumergieran a las tierras. Para otros, un mar situado en el centro de Asia se habría vaciado debido a un gigantesco terremoto, inundando las regiones aledañas.
La hipótesis más verosímil es la de un Diluvio que duró varios siglos, que correspondería al recalentamiento ocurrido a fines de la última glaciación entre 10,000 y 5.000 años antes de Cristo. El derretimiento de los hielos habría producido neblinas y lluvias extraordinarias. En todo caso, aunque estamos seguros que el Diluvio se basa en un hecho real, no podemos decir con certeza cuándo, de qué manera y por qué se produjo.
Los aventureros del arca
Desde hace más de dos mil años, los hombres buscan el arca de Noé. El primer relato de una ascensión al monte Ararat (situado en Anatolia, en la actual Turquía), se remonta al año 330 después de Cristo y pertenece a la tradición ortodoxa. Llegado a media altura, el patriarca Jacobo recibe de un ángel los fragmentos de la nave sagrada. Los viajeros se suceden uno tras otro; el flamenco Guillermo de Ruysbroek en 1254, el veneciano Marco Polo en 1273, el provenzal Pitton de Tournefort en 1701. Pero ninguno de ellos llega a la cima del monte ni encuentra huellas del arca.
El Ararat fue vencido en el siglo XIX. En 1829, G. F. Parrot lleva una expedición a la cima, aunque sin descubrir nada nuevo. Diez años más tarde, unos obreros turcos encargados de edificar barreras en la montaña afirman haber encontrado un navío muy antiguo que emergía de un glaciar, pero no pueden entregar ninguna prueba. En la segunda mitad del siglo XIX, no menos de ocho expediciones llegaron a la cima del monte Ararat, pero ninguna logró traer un testimonio serio sobre el arca. En agosto de 1952, los alpinistas franceses Navarra y De Riquer avistaron una forma extraña aprisionada en un glaciar. Sin pruebas, no se atrevieron a anunciar su descubrimiento. Al año siguiente, Navarra partió nuevamente hacia el Ararat y logró filmar la “forma” bajo el hielo, pero las condiciones meteorológicas le obligan a acortar su exploración. Insatisfecho, debe esperar hasta 1955 para preparar una tercera expedición. Esta vez tuvo suerte. Navarra logra soltar una parte de la estructura, construida en madera, y recupera un trozo de viga. Los análisis muestran que se trata de un trozo de encina desbastada de una antigüedad de más de cinco mil años. Navarra está convencido de haber encontrado el arca de Noé. Sin embargo, la presencia de un navío a esta altura es científicamente imposible. En efecto, el planeta Tierra no posee suficiente cantidad de agua para elevar el nivel del mar a 4.500 metros, Independientemente de la veracidad de un diluvio, en ningún caso las aguas descendientes habrían podido depositar un barco a esa altura. De todos modos, es innegable que una gigantesca construcción humana hecha de madera descansa bajo un glaciar en el monte Ararat, constituyendo un nuevo enigma para los arqueólogos.
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