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Equipo Infinito.



viernes, 3 de diciembre de 2010

Enigmas Lunares ¿Un Puente Selenita?


La noche del 29 de julio de 1953, el editor científico del New York Herald Tribune, John O'Neill, observa una vez más la orilla del Mar de las Crisis con su telescopio de 10 cm y descubre con estupor una especie de "puente" que une dos promontorios ubicados en el borde de un cráter.

Estima su longitud en unos 20 km y toma enseguida contacto con la Asociación de observadores de la Luna y los planetas, para averiguar si otros astrónomos han observado lo mismo, aun cuando esa anomalía no figura en ningún mapa. La polémica se desata muy pronto, sobre todo al insinuar O'Neill que la estructura podría ser artificial. Unas observaciones hechas en 1869 que detectaron unos motivos geométricos luminosos en el mismo lugar, agregan leña a la hoguera del debate. En los meses siguientes, O'Neill recibe, sin embargo, el apoyo parcial de dos grandes astrónomos ingleses, H. P. Wilkins y Patrick Moore, quienes reconocen la existencia del famoso "puente", pero lo consideran de origen natural. Además, Wilkins, quien utiliza un telescopio de 40 cm, reduce la estimación de la longitud del "puente" a 3 km, y lo describe como "una de las particularidades lunares de apariencia artificial más asombrosas y misteriosas".

En cambio, en abril de 1954, la revista Sky and Telescope publica unas fotografías tomadas en enero por el observatorio Griffith de Los Angeles que parecen probar que el famoso "puente" es sólo una ilusión óptica producida por un juego de luz y sombras sobre el borde del cráter. Los astrónomos abandonan el tema y sólo Wilkins persiste en sus declaraciones. Posteriormente, unos levantamientos fotográficos de precisión realizados por las misiones Apollo mostraron que se trataba efectivamente de un efecto óptico de sombras provocado por un pequeño cráter bautizado Proclus AA, encajado entre los dos promontorios que el "puente" unía supuestamente. El enigma era sólo una ilusión.

El cráter escamoteado

Otra polémica que revolvió el ambiente científico durante varias décadas se refiere al cráter Linné, en el Mar de la Tranquilidad. Dibujado por primera vez en 1653 por Riccioli, del cráter no queda más que una "mancha blanca" a la fecha de la observación de Schróter (5 de noviembre de 1788). Pero, cuando Lohmann apunta su telescopio el 28 de mayo de 1823, descubre un "cráter oscuro, de 7 a 8 km de diámetro". En 1839, en su Atlas de la Luna, Beer y Madler le asignan un diámetro de 10 km. El asunto queda ahí hasta el 16 de octubre de 1866, fecha en que Julius Schmidt se encuentra con que Linné desapareció pura y simplemente, observación confirmada por otros astrónomos.

Schmidt nota que en su lugar aparece una nube blanca. Más adelante, el cráter vuelve a aparecer para desaparecer nuevamente. Una especie de llamarada es visible incluso en el centro de Linné con ocasión de un eclipse. Las fotografías enviadas por Apollo 15. muestran un cráter de formación reciente de sólo 2,5 km de diámetro. Estos dos factores bastan para explicar, según el norteamericano James Oberg y otros científicos, que Linné pueda ser visto, según el ángulo del Sol, como una mancha blanca, un amplio cráter o un domo blanco. También debe tomarse en cuenta la falta de precisión de los instrumentos antiguos, que pudo inducir al error de creer el cráter más~grande de lo que era en realidad.

La Luna, esa desconocida

La superficie lunar presenta todavía numerosas anomalías inexplicadas, incluso después de las misiones tripuladas y del envío de vehículos robot, que han suscitado casi más preguntas insolutas que resueltas.

Extraños fenómenos luminosos son observados periódicamente (en el cráter Aristarco y en otros), rayos brillantes que unen varios cráteres (como los de Tycho y Copérnico) con otros, distorsiones ópticas y formas geológicas inexplicables en la superficie del satélite, lechos de "ríos" lunares y pequeños cráteres de aspecto extraño (descubiertos por las misiones Apollo).

Todo ello sin hablar de curiosos detalles de apariencia artificial, en los que más de alguno creyó ver "construcciones", como el puente, o incluso "vehículos" extraterrestres, al dejarse llevar por una versión moderna del viejo mito de la Luna habitada.

Una teoria fantastica

Los hechos inexplicados observados en la superficie lunar, los supuestos sobre su composición interna y otras rarezas de su órbita, junto a viejas leyendas según las cuales hubo una época en que la Luna no existía en el cielo terrestre, dieron nacimiento a teorías extravagantes; la más asombrosa es la que afirma que la Luna sería una titánica nave espacial extraterrestre.

En julio de 1970, la revista soviética Sputnik publica un artículo de dos miembros de la Academia de Ciencias, M. Vasine y A. Chtcherbakov, que revela que la Luna sería "un enorme planetoide hueco, construido por una civilización muy avanzada (...) que lo puso en órbita alrededor de la Tierra hace unos miles de millones de años". Una suerte de Arca de Noé cósmica repleta de maquinaria y cuyo caparazón de 32 km de espesor habría sido diseñado para resistir el impacto de los meteoritos.

Impresionado por estos argumentos, el norteamericano Don Wilson escribió en 1975 Una nave espacial llamada Luna, único libro, o casi, que no debería considerarse como de ciencia ficción.
"Misterios" que rodean los vuelos lunares


El impacto que produjo en el público el vuelo de la primera sonda lunar, Lunik 2, el 12 de septiembre de 1959, muestra que el aura de misterio que rodea la Luna alcanzó a los vuelos espaciales hacia ella.

Las misiones sovieticas.

Las tensiones de la Guerra Fría alimentan en Occidente los rumores más descabellados en torno a las misiones Lunik: la tarde del 12 de septiembre, en una intervención por radio, el vicepresidente Richard Nixon afirma que "no existen pruebas de que el cohete soviético haya alcanzado la Luna" (lo que es demostrado más tarde por un ingeniero francés). Después, un escritor científico norteamericano "demuestra que las fotografías de la cara oculta tomadas por Lunik 3 son en realidad... dibujos. Cuando la sonda Luna 15 órbita en torno a la Luna al mismo tiempo (por extraña coincidencia) que Apollo 1, en julio de 1969, algunos iluminados afirman que se trata de una nave soviética espía.

Apollo y los demas


Orgullo del programa espacial norteamericano, el programa Apollo es presa de los comentaristas sedientos de sensacionalismo. Los problemas técnicos que jalonan la misión hacen surgir rumores que fueron provocados ya sea por extraterrestres o por la propia NASA, para evitar que se sepa de la existencia de vida inteligente en la Luna. Otros rumores se refieren a fotografías que la NASA habría ocultado después de Apollo 12, que mostrarían las huellas de vehículos foráneos o el encuentro de la nave Apollo 11 con una armada de naves extraterrestres. Pero el premio gordo se lo lleva, sin duda, el norteamericano Bill Kaysing, autor de un libro en 1977 que afirma que ningún módulo se posó jamás sobre el suelo lunar y que todas las misiones Apollo no son sino una mistificación orquestada por la NASA y el gobierno de los Estados Unidos.

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