martes, 3 de junio de 2014
Libro Sagrado De Los Mayas: Popol Vuh (o “Libro del Indígena Quiché”)
El Popol-Vuh, que puede traducirse Popol, comunidad,
consejo, y Vuh, libro, Libro del Consejo o Libro de la Comunidad, fue pintado.
Lo dice el texto: “Este libro es el primer libro pintado antaño”. ¿El primer
libro? ¿Querrá significarse con esto el más importante, algo así como la
Biblia? “Pero su faz está oculta”, sigue el texto. ¿Oculta, por qué? ¿Fue
destruido? ¿Fue quemado? ¿Se consumió en la ciudad de Utatlán, entregada a las
llamas, reducida a cenizas por el Conquistador? “Su faz está oculta al que ve”,
añade el texto, lo que mueve a pensar que no está oculta para el que, sin ver,
conserva dicha faz en la memoria y la transmite oralmente.
Originalmente, el Popol-Vuh fue pintura, memoria, palabra, y
en esta forma de tradición oral se conserva hasta mediados del siglo XVI, época
en que vuelve a ser escrito, por un indígena, antiguo sacerdote quizá, en
lengua quiché, con caracteres latinos. Este manuscrito, que constituye el
verdadero original del Popol-Vuh, llega a manos de Fr. Francisco Ximénez, cura
párroco de Santo Tomás Chuilá, población guatemalteca llamada actualmente
Chichicastenango, a principios del siglo XVIII. Por eso se conoce el Popol-Vuh
con el nombre de “Manuscrito de Chichicastenango”.
Descubrirlo el Padre Ximénez, varón versadísimo en lenguas
indígenas, y entregarse a su estudio y traducción del quiché al castellano,
todo es uno. Pero el perilustre dominico no se contenta con traducir el
Popol-Vuh. Para dar testimonio incuestionable de la autenticidad del texto y
curarse en salud ante las autoridades religiosas, tal similitud hay entre el
Génesis indígena y algunos pasajes de la Biblia, hace algo que la posteridad
jamás le pagará bastante: al par de su versión castellana, en columna paralela,
copia del texto quiché, es decir, que no sólo nos lega su traducción, sino la
transcripción del texto indígena.
El Padre Ximénez realiza dos versiones. Una primera literal,
que no le satisface, y una segunda, más cuidada, que incluye en el primer tomo
de la “Crónica de la Provincia de Chiapa y Guatemala”, obra monumental que del
archivo de los dominicos pasa en 1854 —con otros documentos del Padre Ximénez—,
a la Biblioteca de la Universidad de San Carlos Borromeo. A partir de ese
momento el libro sagrado de los quichés va a ser traducido a otras lenguas. El
Dr. Carl Scherzer copia el texto en la Biblioteca de la Universidad de
Carolina, y traducido al alemán lo publica en Viena, en 1857, bajo el título de
“Las historias del origen de los indios de esta Provincia de Guatemala”. El
abate Carlos Esteban Brasseur de Bourbourg llega a Guatemala, desde Francia,
atraído por la luz de ese manuscrito prodigioso, se afinca en el país, estudia
y profundiza la lengua quiché y traduce el Popol-Vuh al francés, versión que
publica en París, en 1891, con el título de “Popol-Vuh, le livre sacre et les
mythes de l”antiquité américaine”.
Varias otras traducciones se han hecho desde entonces, y se
han publicado algo más de treinta y dos volúmenes, en todas las lenguas,
interés que crece de día en día por tratarse de uno de los documentos
milenarios de la humanidad.
Este es el principio de la antiguas historias de este lugar
llamado Quiché. Aquí escribiremos y comenzaremos las antiguas historias, el
principio y origen de todo lo que se hizo en la ciudad de Quiché, por las
tribus de la nación quiché.
Y aquí traeremos la manifestación, la publicación y la
narración de lo que estaba oculto, la revelación por Tzacol, Bitol, Alom,
Qaholom, que se llaman Hunahpú-Vuch, Hunahpú-Utiú, Zaqui-Nimá-Tziís, Tepeu,
Gucumatz, u Qux Cho, u Qux Paló, Ah Raxá Lac, Ah Raxá Tzel, así llamados. Y [al
mismo tiempo] la declaración, la narración conjuntas de la Abuela y el Abuelo
cuyos nombres son Ixpiyacoc e Ixmucané, amparadores y protectores, dos veces
abuela, dos veces abuelo, así llamados en las historias quichés, cuando
contaban todo lo que hicieron en el principio de la vida, el principio de la
historia.
Esto lo escribiremos ya dentro de la ley de Dios, en el
Cristianismo, lo sacaremos a luz, porque ya no se ve el Popo Vuh, así llamado,
donde se veía claramente la venida del otro lado del mar, la narración de
nuestra oscuridad, y se veía claramente la vida.
Existía el libro original, escrito antiguamente, pero su
vista está oculta al investigador y al pensador. Grande era la descripción y el
relato de cómo se acabó de formar todo el cielo y la tierra, cómo fue formado y
repartido en cuatro partes, cómo fue señalado y el cielo fue medido y se trajo
la cuerda de medir y fue extendida en el cielo y en la tierra, en los cuatro
ángulos, en los cuatro rincones, como fue dicho por el Creador y el Formador,
la madre y el padre de la vida, de todo lo creado, el que da la respiración y
el pensamiento, la que da a luz a los hijos, el que vela por la felicidad de
los pueblos, la felicidad del linaje humano, el sabio, el que medita en la
bondad de todo lo que existe en el cielo, en la tierra, en los lagos y en el
mar.
Notas introductorias:
Tzacol, Bitol, el Creador y el Formador
Alom, la diosa madre, la que concibe los hijos, de al, hijo,
alán, dar a luz. Qaholom, el dios padre que engendra los hijos, de qahol, hijo
del padre, qaholaj, engendrar. Madre y padre los llama Ximénez; son el Gran
Padre y la Gran Madre, así llamados por los indios, según refiere Las Casas, y
que estaban en el cielo.
Hunahpú-Vuch, un cazador vulpeja o tacuazín (Opposum), dios
del amanecer; vuch es el momento que precede al amanecer. Hunahpú-Vuch, es la
divinidad en potencia femenina, según Seler. Hunahpú-Utiú, un cazador coyote,
variedad de lobo (Canis latrans), dios de la noche, en potencia masculina;
Zaqui-Nimá-Tziís, Gran pisote blanco (Nasua nasica) o coatí,
encanecido por la edad, diosa madre; y su consorte Nim-Ac, Gran cerdo montés, o
jabalí, ausente en este lugar por una omisión mecánica, pero invocado en el
capítulo siguiente;
Tepeu, el rey o soberano, del náhualt Tepeuh, tepeuani, que
Molina traduce por conquistador o vencedor en batalla; ah tepeual entre los
mayas , quienes lo tomaron igualmente de los mexicanos. Gucumatz, serpiente
cubierta de plumas verdes, de guc, en maya, kuk, plumas verdes, quetzal por
antonomasia, y cumatz, serpiente; es la versión quiché de Kukulkán, el nombre
maya de Quetzalcóatl, el rey tolteca, conquistador, civilizador y dios de
Yucatán durante el período del Nuevo Imperio Maya. El fuerte colorido mexicano
de la religión de los quichés se refleja en esta pareja creadora que continúa
siendo evocada a través del libro hasta que la divinidad toma forma corporal en
Tohil, a quien en la Tercera Parte se identifica expresamente con Quetzalcóatl;
U Qux Cho, el corazón o el espíritu de la laguna. U Qux
Paló, el corazón o el espíritu del mar. Ya se verá que a la divinidad la
llamaban también el Corazón del Cielo, u Qux Cah;
Ah Raxá Lac, el Señor del verde plato, o sea la tierra; Ah
Raxá Tzel, el Señor de la jícara verde o del cajete azul, como dice Ximénez, o
sea el cielo.
El nombre Hunahpú ha sido objeto de muchas interpretaciones.
Literalmente significa un cazador con cerbatana, un tirador; etimológicamente
es eso mismo y es vocablo de la lengua maya, ahpú en maya es cazador, y ah ppuh
ob, forma de plural, son los monteros que van a la caza, según el Diccionario
de Motul. Es evidente, sin embargo, que los quichés debían tener alguna razón
más plausible que esta etimología para dar ese nombre a la divinidad. El
cazador en los tiempos primitivos era un personaje muy importante; el pueblo
vivía de la caza y de los frutos espontáneos de la tierra antes de la invención
de la agricultura. Hunahpú sería, en consecuencia, el cazador universal, que
proveía al hombre de su sustento; hun tiene también en maya la acepción de
general y universal. Pero posiblemente los quichés que descendían directamente
de los mayas, quisieron reproducir en el nombre Hunahpú el sonido de la palabra
maya Hunab Ku, “el único dios”, que servían para designar al dios principal del
panteón maya, que no podía representarse materialmente, por ser incorpóreo. La
pintura de un cazador podría haber servido en los tiempos antiguos para
representar el fonema Hunab Ku que encerraba una idea abstracta, la de un ser
espiritual y divino. El procedimiento es común en la escritura pictográfica
precolombina. Hunahpú es también el nombre del vigésimo día del calendario
quiché, el día más venerado de los antiguos, equivalente al maya Ahau, señor o
jefe, y al náhualt Xóchitl, flor y sol, símbolo del dios sol o Tonatiuh.
Ixpiyaco e Ixmucané, el viejo y la vieja (en maya ixnuc es
vieja), equivalentes de los dioses mexicanos Cipactonal y Oxomoco, los sabios
que según la leyenda tolteca inventaron la astrología judiciaria y compusieron
la cuenta de los tiempos, o sea el calendario.
Primera Parte
Capítulo Primero
Esta es la relación de cómo todo estaba en suspenso, todo en
calma, en silencio; todo inmóvil, callado, y vacía la extensión del cielo.
Esta es la primera relación, el primer discurso. No había
todavía un hombre, ni un animal, pájaros, peces, cangrejos, árboles, piedras,
cuevas, barrancas, hierbas ni bosques: sólo el cielo existía.
No se manifestaba la faz de la tierra. Sólo estaban el mar
en calma y el cielo en toda su extensión.
No había nada que estuviera en pie; sólo el agua en reposo,
el mar apacible, solo y tranquilo. No había nada dotado de existencia.
Solamente había inmovilidad y silencio en la obscuridad, en
la noche. Sólo el Creador, el Formador, Tepeu, Gucumatz, los Progenitores,
estaban en el agua rodeados de claridad. Estaban ocultos bajo plumas verdes y
azules, por eso se les llama Gucumatz. De grandes sabios, de grandes pensadores
es su naturaleza. De esta manera existía el cielo y también el Corazón del
Cielo, que éste es el nombre de Dios. Así contaban.
Llegó aquí entonces la palabra, vinieron juntos Tepeu y
Gucumatz, en la obscuridad, en la noche, y hablaron entre sí Tepeu y Gucumatz.
Hablaron, pues, consultando entre sí y meditando; se pusieron de acuerdo,
juntaron sus palabras y su pensamiento.
Entonces se manifestó con claridad, mientras meditaban, que
cuando amaneciera debía aparecer el hombre.
Entonces dispusieron la creación y crecimiento de los
árboles y los bejucos y el nacimiento de la vida y la creación del hombre. Se
dispuso así en las tinieblas y en la noche por el Corazón del Cielo, que se
llama Huracán.
El primero se llama Caculhá-Huracán. El segundo es
Chipi-Caculhá. El tercero es Raxá-Caculhá. Y estos tres son el Corazón del
Cielo.
Entonces vinieron juntos Tepeu y Gucumatz; entonces
conferenciaron sobre la vida y la claridad, cómo se hará para que aclare y
amanezca, quién será el que produzca el alimento y el sustento.
– ¡Hágase así! ¡Que se llene el vacío! ¡Que esta agua se
retire y desocupe [el espacio], que surja la tierra y que se afirme! Así
dijeron. ¡Que aclare, que amanezca en el cielo y en la tierra! No habrá gloria
ni grandeza en nuestra creación y formación hasta que exista la criatura humana,
el hombre formado. Así dijeron.
Luego la tierra fue creada por ellos. Así fue en verdad como
se hizo la creación de la tierra: — ¡Tierra! — dijeron, y al instante fue
hecha.
Como la neblina, como la nube y como una polvareda fue la
creación, cuando surgieron del agua las montanas; y al instante crecieron las
montañas.
Solamente por un prodigio, sólo por arte mágica se realizó
la formación de las montañas y los valles; y al instante brotaron juntos los
cipresales y pinares en la superficie.
Y así se llenó de alegría Gucumatz, diciendo : — ¡Buena ha
sido tu venida, Corazón del Cielo; tú, Huracán, y tú, Chipi-Caculhá,
Raxá-Caculhá!
– Nuestra obra, nuestra creación será terminada —
contestaron.
Primero se formaron la tierra, las montañas y los valles; se
dividieron las corrientes de agua, los arroyos se fueron corriendo libremente
entre los cerros, y las aguas quedaron separadas cuando aparecieron las altas
montañas.
Así fue la creación de la tierra, cuando fue formada por el
Corazón del Cielo, el Corazón de la Tierra, que así son llamados los que
primero la fecundaron, cuando el cielo estaba en suspenso y la tierra se
hallaba sumergida dentro del agua.
De esta manera se perfeccionó la obra, cuando la ejecutaron
después de pensar y meditar sobre su feliz terminación.
Capítulo II
Luego hicieron a los animales pequeños del monte, los
guardianes de todos los bosques, los genios de la montaña, los venados, los
pájaros, leones, tigres, serpientes, culebras, cantiles [víboras], guardianes
de los bejucos.
Y dijeron los Progenitores: — ¿Sólo silencio e inmovilidad
habrá bajo los árboles y los bejucos? Conviene que en lo sucesivo haya quien
los guarde.
Asi dijeron cuando meditaron y hablaron en seguida. Al punto
fueron creados los venados y las aves. En seguida les repartieron sus moradas a
los venados y a las aves.
– Tú, venado, dormirás en la vega de los ríos y en los
barrancos. Aquí estarás entre la maleza, entre las hierbas; en el bosque os
multiplicaréis, en cuatro pies andaréis y os sostendréis– . Y así como se dijo,
se hizo.
Luego designaron también su morada a los pájaros pequeños y
a las aves mayores:
– Vosotros, pájaros, habitaréis sobre los árboles y los
bejucos, allí haréis vuestros nidos, allí os multiplicaréis, allí os sacudiréis
en las ramas de los árboles y de los bejucos –. Así les fue dicho a los venados
y a los pájaros para que hicieran lo que debían hacer, y todos tomaron sus
habitaciones y sus nidos.
De esta manera los Progenitores les dieron sus habitaciones
a los animales de la tierra. Y estando terminada la creación de todos los
cuadrúpedos y las aves, les fue dicho a los cuadrúpedos y pájaros por el
Creador y el Formador y los Progenitores:
– Hablad, gritad, gorjead, llamad, hablad cada uno según
vuestra especie, según la variedad de cada uno — . Así les fue dicho a los
venados, los pájaros, leones, tigres y serpientes.
– Decid, pues, vuestros nombres, alabadnos a nosotros,
vuestra madre, vuestro padre. ¡Invocad, pues, a Huracán, Chipi-Calculhá,
Raxa-Calculhá, el Corazón del Cielo, el Corazón de la Tierra, el Creador, el
Formador, los Progenitores; hablad, invocadnos, adoradnos! — les dijeron.
Pero no se pudo conseguir que hablaran como los hombres;
sólo chillaban, cacareaban y gramaban; no se manifestó la forma de su lenguaje,
y cada uno gritaba de manera diferente.
Cuando el Creador y el Formador vieron que no era posible
que hablaran, se dijeron entre sí : — No ha sido posible que ellos digan
nuestro nombre, el de nosotros, sus creadores y formadores. Esto no está bien
–, dijeron entre sí los Progenitores.
Entonces se les dijo : — Seréis cambiados porque no se ha
conseguido que habléis. Hemos cambiado de parecer : vuestro alimento, vuestra
pastura, vuestra habitación y vuestros nidos los tendréis, serán los barrancos
y los bosques, porque no se ha podido lograr que nos adoréis ni nos invoquéis.
Todavía hay quienes nos adoren, haremos otros [seres] que sean obedientes.
Vosotros aceptad vuestro destino: vuestras carnes serán trituradas. Así será.
Esta será vuestra suerte–. Así dijeron cuando hicieron saber su voluntad a los
animales pequenos y grandes que hay sobre la faz de la tierra.
Luego quisieron probar suerte nuevamente; quisieron hacer
otra tentativa y quisieron probar de nuevo a que los adoraran.
Pero no pudieron entender su lenguaje entre ellos mismos,
nada pudieron conseguir y nada pudieron hacer. Por esta razón fueron inmoladas
sus carnes y fueron condenados a ser comidos y matados los animales que existen
sobre la faz de la tierra.
Así, pues, hubo que hacer una nueva tentativa de crear y
formar al hombre por el Creador, el Formador y los Progenitores.
– ¡A probar otra vez! Ya se acercan el amanecer y la aurora;
hagamos al que nos sustentará y alimentará! ¿Cómo haremos para ser invocados,
para ser recordados sobre la tierra? Ya hemos probado con nuestras primeras
obras, nuestras primeras criaturas; pero no se pudo lograr que fuésemos
alabados y venerados por ellos. Probemos ahora a hacer unos seres obedientes,
respetuosos, que nos sustenten y alimenten — . Así dijeron.
Entonces fue la creación y la formación. De tierra, de lodo
hicieron la carne [del hombre]. Pero vieron que no estaba bien, porque se
deshacía, estaba blando, no tenía movimiento, no tenía fuerza, se caía, estaba
aguado, no movía la cabeza, la cara se le iba para un lado, tenía velada la
vista, no podía ver hacia atrás. Al principio hablaba, pero no tenía
entendimiento. Rápidamente se humedeció dentro del agua y no se pudo sostener.
Y dijeron el Creador y el Formador: — Bien se ve que no
podía andar ni multiplicarse. Que se haga una consulta acerca de esto, dijeron.
Entonces desbarataron y deshicieron su obra y su creación. Y
en seguida dijeron: — ¿Cómo haremos para perfeccionar, para que salgan bien
nuestros adoradores, nuestros invocadores?– Así dijeron cuando de nuevo
consultaron entre sí.
– Digámosles a Ixpiyacoc, Ixmucané, Hunahpú-Vuch,
Hunahpú-Utiú : ¡Probad suerte otra vez! ¡Probad a hacer la creación! — Así dijeron
entre sí el Creador y el Formador cuando hablaron a Ixpiyacoc e Ixmucané.
En seguida les hablaron a aquellos adivinos, la abuela del
día, la abuela del alba, que así eran llamados por el Creador y el Formador, y
cuyos nombres eran Ixpiyacoc e Ixmucané.
Y dijeron Huracán, Tepeu y Gucumatz cuando le hablaron al
agorero, al formador, que son los adivinos: — Hay que reunirse y encontrar los
medios para que el hombre que vamos a crear nos sostenga y alimente, nos
invoque y se acuerde de nosotros.
– Entrad, pues, en consulta, abuela, abuelo, nuestra abuela,
nuestro abuelo, Ixpiyacoc, Ixmucané, haced que aclare, que amanezca, que seamos
invocados, que seamos adorados, que seamos recordados por el hombre creado, por
el hombre formado, por el hombre mortal, haced que así se haga.
– Dad a conocer vuestra naturaleza, Hunaphú-Vuch,
Hunahpú-Utiú, dos veces madre, dos veces padre, Nim-Ac, Nimá-Tziís, el Señor de
la esmeralda, el joyero, el escultor, el tallador, el Señor de los hermosos
platos, el Señor de la verde jícara, el maestro de la resina, el maestro
Toltecat, la abuela del sol, la abuela del alba, que así seréis llamados por
nuestras obras y nuestras criaturas.
– Echad la suerte con vuestros granos de maíz y de tzité.
Hágase así y se sabrá y resultará si labraremos o tallaremos su boca y sus ojos
en madera–. Así les fue dicho a los adivinos.
A continuación vino la adivinación, la echada de la suerte
con el maíz y el tzité. ¡Suerte! ¡Criatura!, les dijeron entonces una vieja y
un viejo. Y este viejo era el de las suertes del tzité, el llamado Ixpiyacoc. Y
la vieja era la adivina, la formadora, que se llamaba Chiracán Ixmucané.
Y comenzando la adivinación, dijeron así: — ¡Juntaos,
acoplaos! ¡Hablad, que os oigamos, decid, declarad si conviene que se junte la
madera y que sea labrada por el Creador y el Formador, y si éste [el hombre de
madera] es el que nos ha de sustentar y alimentar cuando aclare, cuando
amanezca!
Tú, maíz; tú, tzité; tú, suerte; tú, criatura; ¡uníos,
ayuntaos! les dijeron al maíz, al tzité, a la suerte, a la criatura. ¡Ven a
sacrificar aquí, Corazón del Cielo; no castiguéis a Tepeu y Gucumatz!
Entonces hablaron y dijeron la verdad : — Buenos saldrán
vuestros muñecos hechos de madera; hablarán y conversarán vuestros muñecos
hechos de madera, hablarán y conversarán sobre la faz de la tierra.
– ¡Así sea! — contestaron, cuando hablaron.
Y al instante fueron hechos los muñecos labrados en madera.
Se parecían al hombre, hablaban como el hombre y poblaron la superficie de la
tierra.
Existieron y se multiplicaron; tuvieron hijas, tuvieron
hijos los muñecos de palo; pero no tenían alma, ni entendimiento, no se
acordaban de su Creador, de su Formador; caminaban sin rumbo y andaban a gatas.
Ya no se acordaban del Corazón del Cielo y por eso cayeron
en desgracia. Fue solamente un ensayo, un intento de hacer hombres. Hablaban al
principio, pero su cara estaba enjuta; sus pies y sus manos no tenían
consistencia; no tenían sangre, ni substancia, ni humedad, ni gordura; sus
mejillas estaban secas, secos sus pies y sus manos, y amarillas sus carnes. Por
esta razón ya no pensaban en el Creador ni en el Formador, en los que les daban
el ser y cuidaban de ellos.
Estos fueron los primeros hombres que en gran número
existieron sobre la faz de la tierra.
Capítulo III
En seguida fueron aniquilados, destruidos y deshechos los
muñecos de palo, recibieron la muerte.
Una inundación fue producida por el Corazón del Cielo; un
gran diluvio se formó, que cayó sobre las cabezas de los muñecos de palo.
De tzité se hizo la carne del hombre, pero cuando la mujer
fue labrada por el Creador y el Formador, se hizo de espadaña la carne de la
mujer. Estos materiales quisieron el Creador y el Formador que entraran en su
composición.
Pero no pensaban, no hablaban con su Creador, su Formador,
que los habían hecho, que los habían creado. Y por esta razón fueron muertos,
fueron anegados. Una resina abundante vino del cielo. El llamado Xecotcovach
llegó y les vació los ojos; Camalotz vino a cortarles la cabeza; y vino
Cotzbalam y les devoró las carnes. El Tucumbalam llegó también y les quebró y
magulló los huesos y los nervios, les molió y desmoronó los huesos.
Y esto fue para castigarlos porque no habían pensado en su
madre, ni en su padre, el Corazón del Cielo, llamado Huracán. Y por este motivo
se obscureció la faz de la tierra y comenzó una lluvia negra, una lluvia de
día, una lluvia de noche.
Llegaron entonces los animales pequenos, los animales
grandes, y los palos y las piedras les golpearon las caras. Y se pusieron todos
a hablar; sus tinajas, sus comales, sus platos, sus ollas, sus perros, sus
piedras de moler, todos se levantaron y les golpearon las caras.
– Mucho mal nos hacíais; nos comíais, y nosotros ahora os
morderemos — les dijeron sus perros y sus aves de corral.
Y las piedras de moler: — Eramos atormentadas por vosotros;
cada día, cada día, de noche, al amanecer, todo el tiempo hacían holi, holi,
huqui, huqui nuestras caras, a causa de vosotros. Este era el tributo que os
pagábamos. Pero ahora que habéis dejado de ser hombres probaréis nuestras
fuerzas. Moleremos y reduciremos a polvo vuestras carnes, les dijeron sus
piedras de moler.
Y he aquí que sus perros hablaron y les dijeron : — ¿Por qué
no nos dabais nuestra comida? Apenas estábamos mirando y ya nos arrojabais de
vuestro lado y nos echabais fuera. Siempre teníais listo un palo para pegarnos
mientras comíais.
Así era como nos tratabais. Nosotros no podíamos hablar.
Quizás no os diéramos muerte ahora; pero ¿por qué no reflexionabais, por qué no
pensabais en vosotros mismos? Ahora nosotros os destruiremos, ahora probaréis
vosotros los dientes que hay en nuestra boca: os devoraremos, dijeron los
perros, y luego les destrozaron las caras.
Y a su vez sus comales, sus ollas les hablaron así : — Dolor
y sufrimiento nos causabais. Nuestra boca y nuestras caras estaban tiznadas,
siempre estábamos puestos sobre el fuego y nos quemabais como si no sintiéramos
dolor. Ahora probaréis vosotros, os quemaremos — dijeron sus ollas, y todos les
destrozaron las caras. Las piedras del hogar que estaban amontonadas, se
arrojaron directamente desde el fuego contra sus cabezas causándoles dolor.
Desesperados corrían de un lado para otro; querían subirse
sobre las casas y las casas se caían y los arrojaban al suelo; querían subirse
sobre los árboles y los árboles los lanzaban a lo lejos; querían entrar a las
cavernas y las cavernas se cerraban ante ellos.
Así fue la ruina de los hombres que habían sido creados y
formados, de los hombres hechos para ser destruidos y aniquilados: a todos les
fueron destrozadas las bocas y las caras.
Y dicen que la descendencia de aquellos son los monos que
existen ahora en los bosques; éstos son la muestra de aquellos, porque sólo de
palo fue hecha su carne por el Creador y el Formador.
Y por esta razón el mono se parece al hombre, es la muestra
de una generación de hombres creados, de hombres formados que eran solamente
muñecos y hechos solamente de madera.
Segunda Parte
Capítulo X
(…)
Dijo entonces Ixbalamqué a Hunahpú: -¿Comenzará ya a
amanecer? mira tú.
-Tal vez sí, voy a ver, contestó éste.
Y como tenía muchas ganas de ver afuera de la boca de la
cerbatana y quería ver si había amanecido, al instante le cortó la cabeza
Camazotz y el cuerpo de Hunahpú quedó decapitado.
Nuevamente preguntó lxbalanqué: -¿No ha amanecido todavía?
Pero Hunahpú no se movía. -¿A dónde ha ido Hunahpú? ¿Qué es lo que has hecho?
Pero no se movía, y permanecía callado.
Entonces se sintió avergonzado lxbalanqué y exclamó:
-¡Desgraciados de nosotros! Estamos completamente vencidos.
Fueron en seguida a colgar la cabeza sobre el juego de
pelota por orden expresa de Hun-Camé y Vucub-Camé, y todos los de Xibalba se
regocijaron por lo que le había sucedido a la cabeza de Hunahpú.
Capítulo XI
En seguida llamó lxbalanqué a todos los animales, al pisote,
al jabalí, a todos los animales pequeños y grandes, durante la noche, y a la
madrugada les preguntó cuál era su comida.
-¿Cuál es la comida de cada uno de vosotros? pues yo os he
llamado para que escojáis vuestra comida, les dijo lxbalanqué.
-Muy bien, contestaron. Y en seguida se fueron a tomar cada
uno lo suyo, y se marcharon todos juntos. Unos fueron a tomar las cosas
podridas; otros fueron a coger hierbas; otros fueron a recoger piedras. Otros
fueron a recoger tierra. Variadas eran las comidas de los animales pequeños y
de los animales grandes.
Detrás de ellos se había quedado la tortuga, la cual llegó
contoneándose a tomar su comida. Y llegando al extremo del cuerpo tomó la forma
de la cabeza de Hunahpú, y al instante le fueron labrados los ojos.
Muchos sabios vinieron entonces del cielo. El Corazón del
Cielo, Huracán, vinieron a cernerse sobre la Casa de los Murciélagos.
Y no fue fácil acabar de hacerle la cara, pero salió muy
buena; la cabellera también tenía una hermosa apariencia, y asimismo pudo
hablar.
Pero como ya quería amanecer y el horizonte se teñía de
rojo. –oscurece de nuevo, viejo!, le fue dicho al zopilote.
-Está bien, contestó el viejo, y al instante oscureció el
viejo. “Ya oscureció el zopilote”, dice ahora la gente.
Y así, durante la frescura del amanecer, comenzó su
existencia.
-¿Estará bien?, dijeron. ¿Saldrá parecido a Hunahpú?
-Está muy bien, contestaron. Y efectivamente, parecía de
hueso la cabeza, se había transformado en una cabeza verdadera.
Luego hablaron entre sí y se pusieron de acuerdo:
-No juegues tú a la pelota; haz únicamente como que juegas
yo sólo lo haré todo, le dijo Ixbalanqué.
En seguida le dio sus órdenes a un conejo:
-Anda a colocarte sobre el juego de pelota, quédate allí
entre el encinal, le fue dicho al conejo cuando se le dieron estas
instrucciones durante la noche.
En seguida amaneció y los dos muchachos estaban buenos y sanos.
Luego bajaron a jugar a la pelota. La cabeza de Hunahpú estaba colgada sobre el
juego de pelota.
-¡Hemos triunfado! ¡Habéis labrado vuestra propia ruina; ¡os
habéis entregado! les decían. De esta manera provocaban a Hunahpú.
-Pégale a la cabeza con la pelota, le decían. Pero no lo
molestaban con esto, él no se daba por entendido.
Luego arrojaron la pelota los Señores de Xibalba. lxbalanqué
le salió al encuentro; la pelota iba derecho al anillo, pero se detuvo,
rebotando, pasó rápidamente por encima del juego de pelota y de un salto se
dirigió hasta el encinal.
El conejo salió al instante y se fue saltando; y los de
Xibalba corrían persiguiéndolo. Iban haciendo ruido y gritando tras el conejo.
Acabaron por irse todos los de Xibalba.
En seguida se apoderó Ixbalanqué de la cabeza de Hunahpú; se
llevó de nuevo la tortuga y fue a colocarla sobre el juego de pelota. Y aquella
cabeza era verdaderamente la cabeza de Hunahpú y los dos muchachos se pusieron
muy contentos.
Fueron, pues, los de Xibalba a buscar la pelota y habiéndola
encontrado entre las encinas, los llamaron, diciendo:
-Venid acá. Aquí está la pelota, nosotros la encontramos,
dijeron, y la tenían colgando.
Cuando regresaron los de Xibalba exclamaron. -¿Qué es lo que
vemos?
Luego comenzaron nuevamente a jugar. Tantos iguales hicieron
por ambas partes.
En seguida lxbalanqué le lanzó una piedra a la tortuga; ésta
se vino al suelo y cayó en el patio del juego de pelota hecha mil pedazos como
pepitas, delante de los Señores.
-¿Quién de vosotros irá a buscarla? ¿Dónde está el que irá a
traerla? dijeron los de Xibalba.
Y así fueron vencidos los señores de Xibalba por Hunahpú e
Ixbalanqué. Grandes trabajos pasaron éstos, pero no murieron, a pesar de todo
lo que les hicieron.
Tercera Parte
Capítulo I
He aquí, pues, el principio de cuando se dispuso hacer al
hombre, y cuando se buscó lo que debía entrar en la carne del hombre.
Y dijeron los Progenitores, los Creadores y Formadores, que
se llaman Tepeu y Gucumatz: “Ha llegado el tiempo del amanecer, de que se
termine la obra y que aparezcan los que nos han de sustentar, y nutrir, los
hijos esclarecidos, los vasallos civilizados; que aparezca el hombre, la
humanidad, sobre la superficie de la tierra.” Así dijeron.
Se juntaron, llegaron y celebraron consejo en la oscuridad y
en la noche; luego buscaron y discutieron, y aquí reflexionaron y pensaron. De
esta manera salieron a luz claramente sus decisiones y encontraron y
descubrieron lo que debía entrar en la carne del hombre.
Poco faltaba para que el sol, la luna y las estrellas
aparecieran sobre los Creadores y Formadores.
De Paxil, de Cayalá, así llamados, vinieron las mazorcas
amarillas y las mazorcas blancas.
Estos son los nombres de los animales que trajeron la
comida: Yac [el gato de monte], Utiú [el coyote], Quel [una cotorra vulgarmente
llamada chocoyo] y Hoh [el cuervo]. Estos cuatro animales les dieron la noticia
de las mazorcas amarillas y las mazorcas blancas, les dijeron que fueran a
Paxil y les enseñaron el camino de Paxil.
Y así encontraron la comida y ésta fue la que entró en la
carne del hombre creado, del hombre formado; ésta fue su sangre, de ésta se
hizo la sangre del hombre. Así entró el maíz [en la formación del hombre] por
obra de los Progenitores.
Y de esta manera se llenaron de alegría, porque habían
descubierto una hermosa tierra, llena de deleites, abundante en mazorcas
amarillas y mazorcas blancas y abundante también en pataxte y cacao, y en
innumerables zapotes, anonas, jocotes, nances, matasanos y miel. Abundancia de
sabrosos alimentos había en aquel pueblo llamado de Paxil y Cayalá.
Había alimentos de todas clases, alimentos pequeños y
grandes, plantas pequeñas y plantas grandes. Los animales enseñaron el camino.
Y moliendo entonces las mazorcas amarillas y las mazorcas blancas, hizo
Ixmucané nueve bebidas, y de este alimento provinieron la fuerza y la gordura y
con él crearon los músculos y el vigor del hombre. Esto hicieron los Progenitores,
Tepeu y Gucumatz, así llamados.
A continuación entraron en pláticas acerca de la creación y
la formación de nuestra primera madre y padre. De maíz amarillo y de maíz
blanco se hizo su carne; de masa de maíz se hicieron los brazos y las piernas
del hombre. Únicamente masa de maíz entró en la carne de nuestros padres, los
cuatro hombres que fueron creados.
Capítulo II
Estos son los nombres de los primeros hombres que fueron
creados y formados: el primer hombre fue Balam-Quitzé, el segundo Balam-Acab,
el tercero Mahucutah y el cuarto Iqui-Balam.
Estos son los nombres de nuestras primeras madres y padres.
Se dice que ellos sólo fueron hechos y formados, no tuvieron
madre, no tuvieron padre. Solamente se les llamaba varones. No nacieron de
mujer, ni fueron engendrados por el Creador y el Formador, por los
progenitores. Sólo por un prodigio, por obra de encantarniento fueron creados y
formados por el Creador, el Formador, los Progenitores, Tepeu y Gucumatz. Y
como tenían la apariencia de hombres, hombres fueron; hablaron, conversaron,
vieron y oyeron, anduvieron, agarraban las cosas; eran hombres buenos y
hermosos y su figura era figura de varón.
Fueron dotados de inteligencia; vieron y al punto se
extendió su vista, alcanzaron a ver, alcanzaron a conocer todo lo que hay en el
mundo. Cuando miraban, al instante veían a su alrededor y contemplaban en torno
a ellos la bóveda del cielo y la faz redonda de la tierra. Las cosas ocultas
[por la distancia] las veían todas, sin tener primero que moverse; en seguida
veían el mundo y asimismo desde el lugar donde estaban lo veían.
Grande era su sabiduría; su vista llegaba hasta los bosques,
las rocas, los lagos, los mares, las montañas y los valles. En verdad eran
hombres admirables Balam-Quitzé, Balam-Acab, Mahucutah e Iqui-Balam.
Entonces les preguntaron el Creador y el Formador : — ¿Que
pensáis de vuestro estado? ¿No miráis. ¿No oís? ¿No son buenos vuestro lenguaje
y vuestra manera de andar? ¡Mirad, pues! ¡Contemplad el mundo, ved si aparecen
las montañas y los valles! ¡Probad, pues, a ver!, les dijeron.
Y en seguida acabaron de ver cuanto había en el mundo. Luego
dieron las gracias al Creador y al Formador : — ¡En verdad os damos gracias dos
y tres veces! Hemos sido creados, se nos ha dado una boca y una cara, hablamos,
oímos, pensamos y andamos; sentimos perfectamente y conocemos lo que está lejos
y lo que está cerca. Vemos también lo grande y lo pequeño en el cielo y en la
tierra. Os damos gracias, pues, por habernos creado, ¡oh Creador y Formador!,
por habernos dado el ser, ¡oh abuela nuestra! ¡Oh nuestro abuelo!, dijeron
dando las gracias por su creación y formación.
Acabaron de conocerlo todo y examinaron los cuatro rincones
y los cuatro puntos de la bóveda del cielo y de la faz de la tierra.
Pero el Creador y el Formador no oyeron esto con gusto. — No
está bien lo que dicen nuestras criaturas, nuestras obras; todo lo saben, lo
grande y lo pequeño –dijeron. Y así celebraron consejo nuevamente los
Progenitores : — ¿Qué haremos ahora con ellos? ¡Que su vista sólo alcance a lo
que está cerca, que sólo vean un poco de la faz de la tierra! No está bien lo
que dicen. ¿Acaso no son por su naturaleza simples criaturas y hechuras
[nuestras]? ¿Han de ser ellos también dioses? ¿Y si no procrean y se multiplican
cuando amanezca, cuando salga el sol? ¿Y si no se propagan? — Así dijeron.
– Refrenemos un poco sus deseos, pues no está bien lo que
vemos. ¿Por ventura se han de igualar ellos a nosotros, sus autores, que
podemos abarcar grandes distancias, que lo sabemos y vemos todo?
Esto dijeron el Corazón del Cielo, Huracán, Chipi-Caculhá,
Raxá-Caculhá, Tepeu, Gucumatz, los Progenitores, Ixpiyacoc, Ixmucané, el
Creador y el Formador. Así hablaron y en seguida cambiaron la naturaleza de sus
obras, de sus criaturas.
Entonces el Corazón del Cielo les echó un vaho sobre los
ojos, los cuales se empañaron como cuando se sopla sobre la luna de un espejo.
Sus ojos se velaron y sólo pudieron ver lo que estaba cerca, sólo esto era
claro para ellos.
Así fue destruida su sabiduría y todos los conocimientos de
los cuatro hombres, origen y principio [de la raza quiché].
Así fueron creados y formados nuestros abuelos, nuestros
padres, por el Corazón del Cielo, el Corazón de la Tierra.
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