martes, 3 de junio de 2014
El Pirata Cofresi
La goleta "Ana," navegando de bolina y orza este,
cuarta al nordeste, dobló punta Borinquen e hizo frente a las embravecidas
ondas del mar del Norte, dejando las tranquilas aguas del noroeste de la
ensenada de Aguadilla.
--"Aferra el trinquete y afloja foque y mayor",
gritó Cofresí al segundo de a bordo; y echémonos mar afuera a ver si tenemos
hoy buena fortuna a barlovento.
Las órdenes del pirata se cumplieron estrictas y la ligera
nao empezó a navegar velozmente con todo su aparejo a vela llena. Las ondas se
rompían impetuosas en su proa y azotaban con sus espumas blanquizcas la
cubierta del barco. Las cuadernas de la goleta crujían de vez en cuando. Detrás
iba quedando una estela de lechoso espumajo hirviente.
El horizonte estaba límpido, el cielo azul, y el brisote
frescachón que soplaba del este estaba fijo. La isla se iba perdiendo de vista.
De cuando en cuando una gaviota pasaba graznando sobre la embarcación: parecía
un pañuelo blanco arrojado en el espacio.
--"Pilichi", dijo Cofresí al grumete, con soberbio
ademán, "vé a mi camarote y tráeme el anteojo. Me parece divisar algo en
lontananza".
Y el arrogante marino ponía la mano horizontal sobre las
cejas, como una visera, para enfocar bien su mirada de águila y escudriñar las
lejanías del mar. Recibido el catalejo lo tendió diestramente y, cierto de lo
que presumía, por sus ojos fulguró un relámpago, y gritó al contramaestre con
voz llena de fanfarria.
--"Hazte cargo del timón, Galache, que tenemos enemigos
a la vista".
Era un brick(6) danés que conducía mercaderías de Nueva York
a San Thomas. Para tal época esa isla, con su puerto franco, era un depósito de
grandes aprovisionamientos de telas, ferretería y artículos de lujo traídos de
Europa y Norte América para surtir las Antillas y Venezuela. Cada vez se
distinguía más claro el confiado buque mercante. Cofresí pasó al entrepuente de
proa e hizo en su presencia cargar el pedrero de bronce con un saquillo de
pólvora y abundante metralla. Después se cercioró que estaba fuerte el montaje de
la cureña y firmes las gualderas. Entonces marchó a popa donde reunió su gente,
llamando a cada uno por su nombre, y les dio sus instrucciones. Revisó
severamente machetes y cuchillos. Hizo traer más armas blancas y ordenó
ponerlas en un sitio especial en el combés cerca del palo del trinquete. Y
tranquilamente se puso a amolar, con sumo cuidado, su hacha de abordaje.
La gente del bergantín, al divisar la goleta, izó la bandera
danesa en señal de saludo. La velera "Ana" izó bandera de muerte, es
decir, la bandera negra de los piratas. El brick ya no podía huir y afrontó el
peligro. La goleta era muy andadora y se habla apropiado directamente al
enemigo. El bergantín estaba abarrotado en su carga. Su tripulación comprendió
que tenía que habérselas con un barco pirata. Pronto la borda del brick fue
ocupada por diez rifleros alineados que hicieron fuego de fusilaría. Eran malos
tiradores. Las balas atravesaron el velamen de la "Ana" y algunas se
incrustaron en la obra muerta(7) del casco. Entonces las armas de fuego no eran
de repetición; de modo que mientras las cargaban de nuevo los tiradores del
bergantín, la goleta se puso a doscientos pies de distancia y le lanzó una
descarga de metralla con el pedrero de proa. El ruido del cañón impresionó a
los marineros del brick y antes que pudieran disparar por segunda vez sus
rifles, ya la "Ana" estaba al abordaje, ceñida al buque contrario por
estribor.
Cofresí, hacha en mano, seguido de los suyos, saltó ágil y
célere al buque abordado y atacó cuerpo a cuerpo a los defensores del brick.
Estos no estaban preparados para un combate al arma blanca. Sonaron tres o
cuatro tiros y quedó despejado el entrepuente(8). Los marineros del bergantín
se refugiaron en las bodegas. Rápidamente se adueñó Cofresí del buque dando muerte
al timonel y a algunos marinos que quedaron sobre cubierta. Después cerraron
las escotillas(9) y quedó preso bajo cubierta el resto de la tripulación del
brick. El capitán danés estaba junto al palo de mesana, en un charco de sangre,
con la cabeza abierta de un hachazo. Los cadáveres fueron arrojados al mar y
empezó el alijo de la sobrecubierta. En seguida se saquearon las bodegas con
suma precaución y se trincaron bien los presos que iban apareciendo. Luego de
saqueado el bergantín se le dio barreno, y se desatracó el pirata para verlo
hundirse. El brick dio una cabezada primero y se inclinó de proa; después se
fue sumergiendo poco a poco hasta que de repente desapareció bajo las aguas.
La "Ana" hizo entonces rumbo hacia la Isla, que se
divisaba a sotavento, y maniobró en demanda de punta San Francisco para
ocultarse en Cabo Rojo.
El comercio de San Thomas estaba aterrado con las
depredaciones de Cofresí. Por fin el gobierno de Washington intervino y dio
orden al Almirantazgo de castigar al pirata puertorriqueño. Pronto llegó a
conocimiento de Cofresí que un barco de guerra norteamericano había venido a
ayudar a las autoridades de la Isla para capturarlo o destruirlo. Entonces
abandonó sus correrías por aguas del Atlántico y se pasó al mar Caribe.
Estando la "Ana" fondeada en el puerto de Bocas
del Infierno divisó en lontananza una vela, y Cofresí con su velera nao salió
prontamente a apresarla. Pero esta vez fue por lana y le zurraron la badana.
Tan pronto estuvo a tiro de cañón recibió un balazo en el bauprésque le hizo
comprender que se las había con un barco de guerra. No obstante, se le fue
encima valentísimo y le hizo fuego de fusilería y cañón siendo recibido de
igual modo. Viendo la superioridad del contrario viró de redondo y a todo trapo
emprendió la huida. La goleta, descalabrada, izó la escandalosa(10) sobre los
cangrejos para escapar mejor, utilizando el viento de popa que le soplaba.
Cofresí se puso al timón porque la "Ana" era una nave de buen
gobierno y muy veloz, y dirigió la goleta paralelamente a la costa, bojeando el
sur y burlándose de sus perseguidores hasta que la embarrancó en un bancal
diestramente. Echados un bote y una chalana al agua ganaron los piratas la
playa, librándose del buque de guerra que no pudo alcanzarlos, ni maniobrar con
sus botes por aquellos sitios inabordables.
Ya en tierra dividió Cofresí su gente en dos grupos,
dándoles por punto de reunión la playa de Cabo Rojo. Antes enterraron lo que
pudieron salvar de la "Ana." Cada grupo bien armado emprendió la fuga
por distinta vía.
Como las Milicias Disciplinadas estaban patrullando por
aquella costa, pronto los dos grupos tuvieron que batirse y abrirse campo a
sangre y fuego, volviendo a subdividirse, fatigados y jadeantes, hasta que
acosados por la caballería tuvieron que rendirse a sus perseguidores. El jefe
pirata fue cogido después de reñida refriega, todo cubierto de heridas.
Roberto Cofresí y Ramírez de Arellano(11), natural y vecino
de Cabo Rojo, era un joven altivo, de veintiséis años de edad, robusto, valiente,
audaz y de bravo aspecto. Unido a quince compañeros de la piel del diablo, eran
el terror de estos mares antillanos con sus piraterías.
Para satisfacer a la vindicta pública y asegurar el reposo y
tranquilidad de estas islas, fueron pasados por las armas en la mañana del 29
de marzo de 1825. Un gentío inmenso presenció el horroroso espectáculo en el
Campo del Morro. Un destacamento del Regimiento de Infantería de Granada formó
el cuadro para conservar el orden. Una descarga cerrada de un piquete de tiradores,
a una señal sigilosa convenida, hizo que once de aquellos desgraciados pasaran
a la eternidad. Los otros habían muerto en los combates sostenidos con las
Milicias.
Satisfecha la curiosidad y llena de pavor dispersóse la
muchedumbre conmovida. Las tropas volvieron a sus cuarteles a redoble de
tambor. Y los cadáveres mutilados por la justicia humana quedaron expuestos al
público por veinticuatro horas para escarmiento de malhechores.
Los hermanos de la Caridad, que no comulgan con el odio
social, previo permiso del Gobierno, dieron sepultura a aquellos cadáveres en
el cementerio de Santa María de la Magdalena.
Así terminaron el valiente Cofresí y sus intrépidos
compañeros de correrías piráticas.
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