viernes, 7 de marzo de 2014
Magia, la ciencia del Renacimiento
Durante el siglo XVI, el médico y alquimista Heinrich
Cornelius Agrippa von Nettesheim, realizó un escrito muy digno de ser leído por
los amantes de las ciencias ocultas y la hechicería, titulado “De Occulti
Philosophia”.
Agrippa, que era un apasionado por el mundo que le rodeaba y
la naturaleza, comenzó a estudiar algunas publicaciones que la iglesia católica
no aprobaba de ningún modo, pues iban en contra de la voluntad de su señor.
En dichos textos, Agrippa halló algunas explicaciones que le
ayudaban a despejar muchas de sus innumerables dudas sobre el mundo “oculto”.
Pues estaba seguro que en toda la naturaleza hay un equilibrio de fuerzas y
energías que no somos capaces de ver, pero sí que podríamos intuirlas con
trabajo y dedicación. Según el, los seguidores de las enseñanzas de Pitágoras,
ya trabajaban con estas teorías desde hace siglos, pero a causa de las
“enseñanzas” y censuras de la iglesia, estos conocimientos nunca debían llegar
a manos del pueblo, pues podrían inducirles a tener ideas propias sobre la
creación, y poner en tela de juicio a la veracidad de dicha institución
eclesiástica.
El “De Occulti Philosophia” expresa la belleza de la
verdadera naturaleza de nuestro mundo, dentro de su complejidad y armonía.
Donde el ser humano es uno de los ejes que sustentan la conexión de las
diversas esferas que convergen e interactúan con nuestro mundo. Según comentaba
el propio Agrippa, “sería absurdo que cualquier planta o árbol participen de un
destino más noble y elevado que los astros y los elementos, creadores naturales
de aquellos…”. Como vemos, en el siglo XVI, ya distinguían la esfera superior
de la esfera terrestre como un terreno anexo, pero unido a nuestro plano como
la creación de un todo a partir de una posible bipartición de energías.
Aventurándose incluso a afirmar, que el antiguo testamento
es un texto de base mística y que desde siempre ha sido interpretada de forma
errónea, incluyendo el origen del hermetismo y de la Cábala.
Según sus palabras, la magia existe desde el principio de los
tiempos, siendo la fuerza de los elementos, sus orígenes, y es la síntesis máxima del conocimiento al que
puede llegar a conocer el hombre, pues su punto de apoyo principal es la propia
naturaleza, la gran revelación del espíritu interior, y sobretodo, las
interesantes interpretaciones de la simbología y la escritura esotérica.
A partir de sus estudios, el propio Agrippa definiría que el
universo está separado en tres esferas o mundos.
En la primera esfera englobaríamos nuestro propio mundo,
donde todo es físico y tiene una forma bien definida a ojos de los seres
humanos y demás seres que lo habitan.
En la segunda esfera, encontraríamos el mundo astral o
celeste, donde se englobarían las estrellas y los tránsitos que realiza nuestro
espíritu al elevarse del mundo físico e interactuar con otros entes de la
esfera astral. En este plano englobaríamos los viajes astrales.
Por último, tendríamos la esfera o mundo de lo inteligible y
lo divino, donde se englobarían los dos primeros y está regido por lo que conocemos
por entes superiores o Dioses, de los cuales utilizando los conjuros, hechizos
y pronunciaciones adecuadas, conseguiríamos resultados favorables para nuestros
propósitos. Es en esta parte donde entraría en juego lo que actualmente
conocemos como meditación profunda y la alta magia.
Y el centro de todo este conglomerado de energías, lo
definió como el “anima mundi”, el alma del mundo que engloba el fuego que mueve todos los flujos de
energía, y que es la base de todas las clases y tipos de magia existente en
nuestra esfera.
Uno de los escritos que más me gustaron de este estudioso de
la magia y de la alquimia, es el que dice que “el hombre posee, y que también
ignora este hecho, una peculiar capacidad de activar algunos aspectos de esa
ánima mediante “caracteres, figuras y cosas análogas” que, como ayuda a los apetitos de su alma, pueden constituir
puntos de fuerza y energía de acción sobre el propio anima mundi.
En el alma del propio hombre, hay cierta virtud de
transformar y ligar los acontecimientos a los propios deseos. Todo el universo
puede obedecerle, en la medida en que se sepa canalizar esa energía, a
través de una fuerte pasión bien
dirigida; hasta tal punto, que llegará a maravillar a quienes afecte a través
de esa gran fuerza cósmica. La raíz de semejante poder, se halla en un propio
afecto vehemente del alma humana.”
Incluso en los talleres de los alquimistas de la edad media,
ya se especulaba sobre estas teorías que tanto aterrorizaban a la iglesia
católica; pues si se descubría que el hombre puede estar en contacto directo
con sus Dioses, ¿Para que servirían los sacerdotes?
Con este escrito únicamente quiero hacer llegar el
conocimiento de que siglos atrás, las gentes ya buscaban sus propias fuentes de
información para conocer mejor el mundo, o mejor dicho, mundos que les rodeaba
sin basarse en escritos influenciados por la teología de la época.
La meditación es una gran herramienta para conocer de forma
profunda a nuestro YO interior, y estar en contacto con nuestros Dioses y
energías esenciales.
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