viernes, 7 de marzo de 2014
La muerte en las creencias religiosas
Todo el mundo sabe y es
consciente de que algún día su vida debe cumplir un ciclo natural
hasta llegar al final de su camino; el momento en el que nuestro
espíritu se transporta hasta el otro mundo…
…pero, ¿¿que hay en el
otro mundo??
Hace más de 4000 años,
los egipcios creían que cuando alguien moría, era dirigido por el
Dios Anubis hasta la presencia de la Diosa Maat, la cual era la
encargada de comparar el peso de su corazón con el de la pluma de
avestruz que llevaba en su cinta de pelo, usando la Gran Balanza. Si
la pluma pesaba más que el corazón del difunto, éste seguiría su
camino hasta llegar al inframundo, frente el trono del Dios de los
muertos, Osiris.
Pero si por el contrario,
su corazón pesaba más que la pluma, éste era condenado a ser
devorado por Amemet, el devorador de almas; un monstruo con cabeza de
cocodrilo que se comía los corazones de los injustos.
En la cultura maya, se
creía que existían dos esferas perfectamente definidas; el
supramundo, situado en el cielo, donde convivían los Dioses del Sol,
la Luna, las estrellas y otras deidades…, y el inframundo, o como
ellos lo llamaban, Xibalba. Este submundo se creía que se hallaba en
el subsuelo y al cual se accedía a través de los cenotes naturales
que se encuentran en la península de Yucatán y que allí es donde
se dirigían los espíritus de los muertos. El reino de los espíritus
y los demonios, que debían ser apaciguados mediante sacrificios
humanos, para evitar de este modo terremotos, malas cosechas,
inundaciones, erupciones volcánicas, etc… estos textos están
recogidos en el libro de los muertos maya, conocido como “Popol
Vhu.”
Según la cultura griega,
el inframundo estaba gobernado por el oscuro Dios Hades, y las vidas
de los mortales estaban regidas por las tres viejas parcas, las
cuales se encargaban de hilar, medir y cortar las vidas de los seres
humanos según su voluntad y “criterio”. Cuando la tercera
anciana cortaba el hilo de la vida, el espíritu del difunto debía
ser enterrado con dos monedas sobre sus ojos; pues en la mitología
griega, toda alma debía cruzar el río Erídano para llegar al
inframundo, y las monedas las usarían para pagar a Caronte, el
barquero que les llevaría hasta él. Una vez en el inframundo, las
almas de los muertos no podrían escapar jamás de su última morada,
pues usaron sus únicas monedas para su último viaje.
Como apunte, la leyenda de
las tres parcas griegas, se extendió a lo largo de Europa, llegando
incluso a formar parte de algunas culturas nórdicas, donde fueron
conocidas con los nombres de Berldandee, Urd y Skuld.
Si nos movemos hasta las
creencias Cristiano-católicas, en el momento de la muerte de un ser
humano, el alma del difunto era juzgada por la balanza del bien y el
mal del arcángel San Miguel. Si el alma del difunto demostraba que
era pura y limpia, era entregada a San Pedro, el guardián de las
puertas del cielo, donde pasaría el resto de la eternidad junto al
Dios Católico-Cristiano.
Si por el contrario, esa
alma mostraba signos de ser impura y malvada, San Miguel se la
entregaba a Lucifer, para que recibiera un castigo eterno de
sufrimiento y dolor en el infierno.
Como podemos observar, la
definición Católica del juicio al difunto, y de la recompensa o el
castigo por sus actos en vida, era muy similar a la descrita por los
jeroglíficos del libro de los muertos egipcio.
En las creencias Noruegas,
los vikingos creían que cuando sus hombres morían en el campo de
batalla, las Valkirias se encargaban de guiar sus almas a través de
la contienda hasta llegar al Valhalla (nombre que se pronunciaría
cómo “Valjala”), lugar donde Odín y los demás Dioses nórdicos,
les esperaban para que se sentaran junto a ellos, en la mesa de los
héroes y guerreros.
En las creencias budistas,
cuando una persona muere, su espíritu vuela hasta llegar a estar en
presencia de su Dios, Buda. Y es él quien decide si se reencarna de
nuevo en hombre (por haber llevado una vida justa y pura), en animal
(por haber cometido alguna falta), o si por el contrario ya había
cumplido con todas sus reencarnaciones y había completado su
aprendizaje, convirtiéndose en una parte del todo que compone la
energía divina universal.
Pero… ¿Y la WICCA?¿Cómo
ven los wiccanos a la muerte…?
La wicca ve a la muerte
como un rito de paso muy importante, al cual estamos todos sometidos.
Cuando un wiccan muere, su espíritu se ve transportado a un lugar
denominado como “Summerland”; un lugar donde siempre es verano, y
el espíritu del difunto podrá reposar y descansar de forma apacible
hasta que de nuevo este listo para reencarnarse.
Si éste espíritu haba
sido justo consigo mismo, con los demás y con la naturaleza que le
rodea, evolucionará a un nuevo nivel de reencarnación, es decir, a
vivir otra vida para seguir aprendiendo a lo largo de su camino de la
luz del gran espíritu.
Si por el contrario, este
espíritu ha sido injusto con el mismo y con los que le rodeaban,
será castigado a vivir una vida similar a la que había dejado
atrás, repitiéndose una y otra vez hasta que aprenda la lección
que necesita asimilar, y de este modo, seguir evolucionando y
perfeccionándose.
El
problema raíz de estas cuestiones teológicas e históricas tan
profundas, es que realmente nadie sabe a ciencia cierta que hay
después de la muerte; pero de lo que sí podemos estar seguros, es
que todas las religiones tienen un mismo inicio, y un mismo final.
Todas se crean en base a una fuerza sobrenatural creadora; y al
final, todas están destinadas a reunirse de nuevo con ella en un
vínculo global y universal, sea cual sea su nombre…
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