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Desde ya les agradezco a todos y pido disculpas si no se agrega la fuente por que muchos correos no la poseen y para no cometer errores no se agrega pero en este pequeño equipo estamos muy agradecidos para con todos. Muchísimas Gracias a todos en general por su valiosa información y por su cordial atención.

Equipo Infinito.



miércoles, 5 de marzo de 2014

La leyenda de los volcanes

Cuando estuve con mi esposa de luna de miel en la Riviera Maya (México), tuvimos la suerte de poder escuchar una de las historias más bellas y conocidas de México.
 
Mientras nos desplazábamos con el autobús del hotel hacia la gran pirámide de Chichen-Itzá, el guía nos contó esta leyenda…

...Antes de que los hombres caminasen por la tierra, en Teocozauco (el reino del cuarto cielo maya) vivía Izcozauhqui (Luz de oro), y era el hijo de Tonatiuh, el Dios Sol.
Desde su infancia, caminaba por los reinos de los Dioses y los preciosos jardines que los adornaban.

Un día, cuando llegó a uno de los lagos que se escondían entre las preciosas llanuras de flores y árboles, descubrió a una bella joven adornada por un delicado vestido plateado, el cual resplandecía con los rayos del Sol. La joven se llamaba Coyozauhqui (La que se adereza con flores de primavera), y era la hija de Metztli, la Diosa Luna.
Los dos jóvenes se fueron conociendo y poco a poco, la chispa del amor surgió entre ambos. Caminaban siempre cogidos de la mano, deleitándose con las maravillas que el cielo y los jardines que les rodeaban les podían brindar a cada uno de sus pasos; hasta que un día observaron que bajo los jardines, existía una tierra desconocida y le pidieron permiso a sus padres para visitarla.
Tonatiuh, el Dios Sol, les advirtió de que si abandonaban aquellos jardines para bajar a la tierra, jamás podrían regresar, por lo cual serian castigados por su falta y condenados a vivir como mortales.
Desobedeciendo las advertencias del padre de Izcozauhqui, descendieron a aquella misteriosa tierra, que poco a poco iba iluminándose bajo sus pies hasta que por fin se posaron sobre ella. Las montañas, ríos, arroyos, praderas y bosques que se extendían ante sus ojos, les dejaron maravillados y con muchas ganas de descubrir sus secretos.

Los Dioses descubrieron la gran falta cometida por los jóvenes y les condenaron a vivir como mortales hasta el fin de sus días.
A ellos no les importaba ser Dioses o mortales mientras se tuvieran el uno a otro para vivir su amor como el primer día. Tristemente, aquella felicidad no duraría demasiado…
La joven Coyozauhqui comenzó a padecer una enfermedad extraña, y desconocían como podían buscar un remedio para sanarla. Poco a poco, su vitalidad se fue apagando tras la pálida piel de su rostro, que se iba tornan más grisácea. Izcozauhqui se sentía muy triste por no ser capaz de ayudar a la mujer que amaba, simplemente podía estar junto a ella mientras su vida se escapaba de entre sus dedos.
Cuando la enfermedad estaba completamente extendida por el cuerpo de la joven, ésta se inclinó hacia su amado y le susurró al oído:

“…Sé que si muero, te voy a dejar solo mi amor. Por eso te pido que me deposites sobre la cumbre de aquella montaña azul, la que parece un lecho; de este modo, mi madre podrá perdonarme y llegar a besarme todas las noches…”

A los pocos días, Coyoxauhqui murió.

La desesperación del joven no tenía fin, pues sus llantos llegaban con fuerza hasta los reinos de los Dioses, que conmovidos por tal muestra de amor, eran incapaces de contener las lágrimas.
Izcozauhqui decidió cumplir con la petición de su amada; la cogió suavemente en sus brazos, y caminando a través de los bosques, ríos y praderas la llevaba hacia el lugar que ella le había indicado.

A su paso, los animales enmudecían de tristeza y observaban como poco a poco, la pareja ascendía hacia la cumbre de la montaña azul. Lugar donde el cuerpo de la bella doncella reposaría por siempre.
Una vez la hubo dejado suavemente sobre la cumbre de la montaña, el desdichado joven de sentó a su lado, cabizbajo y sollozando sin consuelo, susurrando dulces palabras al oído de su amor; Esperando con anhelo, que su enamorada incorporase y le abrazara de nuevo.
Desgraciadamente, eso jamás sucedería, pues su condición de mortal les condenaba a una muerte segura.

Los Dioses, al ver tan gran expresión de amor decidieron premiar aquella eterna fidelidad y que fuesen por siempre recordados como los primeros amantes del mundo, y que nunca pudiesen ser separados. Ambos fueron convertidos en piedra y cubiertos de nieve, para que fuesen vistos desde la lejanía, convirtiéndose en los dos volcanes más conocidos del valle de México.
A ella la llaman en la dulce lengua Nahuatl: Iztaccihuatl, que significa la mujer dormida, y a él le llamaron Popocatepel, cerro que humea.

Aún hoy en día, y a través de los siglos, los Dioses siguen cubriendo de nieve sus cumbres, para que la humanidad se deleite con la bella silueta de los primeros amantes de la tierra, que se alzan sobre la magnífica e inigualable tierra de México.”
En el momento que el guía acabó de contar esta historia, aparecieron en la lejanía las siluetas de los dos volcanes, y el silencio inundó todo el autobús. Los eternos amantes seguían deleitando al mundo con su preciosa historia de amor. 

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