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Equipo Infinito.



miércoles, 23 de septiembre de 2009

Los Resucitados Del Viernes Santo


Cadáveres egipcios salen de la tierra

"Todos los muertos enterrados en este cementerio salen durante el día de sus tumbas, permanecen inmóviles y privados de sentimientos frente a todos y, terminado este acto solemne, vuelven a sus sepulturas. El fenómeno se repite todos los años y no hay adulto en El Cairo que ignore este fenómeno."

Es así como en 1483 un europeo, B. de Breydenbach, relata por primera vez los fantásticos sucesos que se producen cada año en un cementerio de El Cairo. Su relato se refiere a un cementerio musulmán y la resurrección ocurre el día de la fiesta del santo a quien está dedicada la mezquita situada en las proximidades.

En el lugar del milagro

Durante 300 años, desde el siglo XV hasta el siglo XVIII, el milagro es regularmente narrado por los viajeros orientales. Según las épocas, su emplazamiento cambia, pasando de la ribera derecha del Nilo, donde se hallaba localizado en un principio, a la ribera izquierda, donde tiene lugar en la vecindad de vastas necrópolis faraónicas. Según las épocas, los resucitados son musulmanes, cristianos o egipcios de la Antigüedad.

La fecha del milagro varía casi tanto como el lugar. En el s. XV, la resurrección se fija el viernes santo, aniversario de la muerte de Cristo. Sólo cambia la duración del fenómeno. Puede extenderse los tres días que preceden al domingo de Pascua, que conmemora la resurrección de Cristo, pero a veces se alarga hasta 2 o 3 semanas después del viernes santo.

Los muertos visitan a los vivos

Según los viajeros europeos, que constataron por ellos mismos los hechos, o recogieron los relatos de los cairotas o de otros egipcios, los cuerpos aparecen enteros o por pedazos: cabezas, manos, brazos, piernas, pies. Ni los cuerpos ni los miembros se mueven; surgen bruscamente de la tierra o se quedan en la superficie sin moverse por unos instantes. Luego son tragados por la arena.

Para asistir a esta "cuestión admirable y espantosa", según los términos de un viajero de fines del s. XVI, el público viene en masa sin importar su religión. Cristianos, musulmanes, judíos, todos acuden para contemplar el milagro.
Algunos rezan, mientras otros se arriesgan a tocar los cuerpos o los miembros muertos. La mayoría, sin embargo, se contenta con mirar y punto.

El gentío es similar al de una gigantesca feria y suscita un gran regocijo. Una parte del público se queda por la noche. Mercaderes ambulantes venden comida y bebida y se canta durante toda la velada.

¿Dios o el Diablo?

Es posible que en el origen de estos sucesos ocurridos en viernes santo haya otro milagro: la aparición de una luz, el sábado santo, en un viejo cementerio copto o cristiano, que prefiguraba la resurrección del domingo de Pascua.

En El Cairo se dice que los muertos que dejan su sepultura son escépticos que no creían en la resurrección. Para castigarlos, o para advertir a los vivos, Dios los ha condenado a que se entreguen a estas apariciones inquietantes.

Los viajeros occidentales atribuyen estos acontecimientos a una manifestación del Diablo, más que a la expresión de la voluntad divina. Algunas malas lenguas dicen tener ciertas dudas y piensan que se trata sólo de supercherías. Según opinan éstas, los cuerpos y los huesos aparecen siempre que el observador está de espaldas...

Algunos dicen, incluso, que son los propios patrones de los botes quienes ponen en escena las resurrecciones para tener más clientes que crucen el Nilo.

Egipto, patria de los muertos

Desde el año 3000 a.C., Egipto afirma su creencia en una vida futura. Los egipcios piensan que la preservación del cuerpo humano en toda su integridad es indispensable para acceder a esta nueva existencia. Por eso inventan la momificación (aunque recientes descubrimientos arqueológicos en el Sáhara Central dejan a entender que una civilización anterior a la egipcia, fue la precursora de la momificación y de los rituales funerarios, así como de la religión egipcia, implantada más tarde a orillas del Nilo). Se sacan del cuerpo las vísceras y el cerebro, que serán tratados aparte. El cuerpo es cubierto de natrón, o sal de sodio, para desecar el cadáver. Luego es cubierto de ungüentos y llenado de telas, para posteriormente ser envuelto con tiras de lino y mantas.

Los pobres que no pueden costearse un tan sofisticado embalsamamiento, se contentan con la momificación natural de los cuerpos, esto es, enterrándolos en las arenas del desierto egipcio.

Esta tradición que no ha dejado de fascinar a los turistas desde los tiempos de Heródoto (siglo V a.C.), seguramente no es ajena a la acreditación del mito de los resucitados de El Cairo...

Los comedores de cadáveres

La Mumia => Mientras los cairotas se maravillan frente a los cadáveres de sus antepasados y los más audaces, como mucho, se atreven a tocar los huesos, los europeos no dudan en consumir, como remedio, los cuerpos más o menos desecados de las antiguas momias. El remedio, llamado mumia , se fabrica en un principio a partir de las momias. Aparece en las boticas bajo tres formas: pedazos de cadáveres, pasta negruzca o un polvo obtenido por la incineración de cuerpos. Algunos fabricantes consideran que la búsqueda de momias es demasiado costosa y trabajosa, y encuentran mucho más práctico usar para su siniestro comercio cadáveres de acceso más inmediato, pero también más frescos...

Un remedio soberano...

Es a fines de la Edad Media cuando empieza a consumirse la mumia . Esta sustancia se considera como un remedio para todo tipo de males, como los dolores gástricos y las heridas, y se prescribe en toda ocasión. El rey Francisco I de Francia es uno de sus consumidores más famosos.
El comercio florece hasta fines del siglo XVII. En esa época, en Egipto, los fabricantes tenían que pagar grandes sumas en impuestos, por lo que dejan poco a poco esta siniestra actividad.

Un célebre detractor...

Ambroise Paré, el célebre cirujano francés de la 2ª mitad del s. XVI, denuncia drásticamente en sus escritos el uso de la mumia. Después de haber tratado de dar a entender a sus contemporáneos que los antiguos egipcios no embalsamaron a sus parientes y amigos para facilitarles sus problemas de digestión, insiste en el hecho de que el remedio es peor que la enfermedad. No se le hace caso, ni siquiera después de divulgar el relato de su colega Guy de La Fontaine, el cual visitó los talleres donde se fabricaba la mumia en Alejandría y se enteró de algunos secretos de su fabricación...

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