lunes, 7 de octubre de 2019
La Tumba de Santiago el Mayor
El fervor que
despierta en España el Apóstol Santiago desde siglos atrás está
fuera de toda duda. Símbolo del cristianismo europeo, Santiago fue
parte importante de algunas de las leyendas que envuelven a la
historia de España en una época tan convulsa como fue la de la
invasión musulmana. En dicha época no solo se consideraba que
peligraban los territorios dominados por la Cristiandad, sino las
propias bases de las creencias católicas.
¿Quién era
Santiago el Mayor?
Santiago fue uno de
los doce apóstoles que siguió a Jesucristo. Hijo de Zebedeo y de
María Salomé, se le apodó como “el Mayor” para distinguirlo de
otro de los apóstoles de mismo nombre al que se conoció como
Santiago “el Menor”.
Tras la muerte de
Cristo en el año 33 d.C. sus discípulos se dispersaron por todo el
mundo para predicar la Palabra de Dios. Santiago el Mayor comenzó
por Samaria y Judea para después cruzar el Mediterráneo y llegar a
Gallaecia. Cuenta la obra “la Leyenda Áurea” del hagiógrafo
Jacopo della Voragine, del siglo XIII, que en sus primeros tiempos en
tierras hispanas sus predicaciones apenas calaron en el pueblo aunque
finalmente consiguió siete discípulos, los “varones apostólicos”,
quienes llevaron sus palabras hasta el resto de la Península.
Ligado a la figura
de este santo apóstol figura también otra leyenda que se recoge en
un manuscrito de Gregorio Magno. Según éste, en las afueras de
Caesaraugusta, la actual Zaragoza, se le apareció sobre un pilar la
Virgen María rodeada de un coro de ángeles. Sobre este lugar se
construiría años después una iglesia y sobre ella una Basílica
(la del Pilar) en advocación a aquel hecho milagroso.
Tras esta aparición
cuenta la mencionada leyenda Áurea que Santiago se encaminó
nuevamente a Judea donde en el año 41 d.C. fue capturado y
decapitado por el rey Herodes. Tras su fallecimiento, el cuerpo de
Santiago el Mayor fue robado por sus discípulos, depositado en un
barco y, guiado por un ángel, llevado de nuevo hasta las costas
gallegas entre los ríos Ulla y Sar, donde lo colocaron sobre una
gran losa de piedra que “como si fuera cera derretida quedó
convertida en sepulcro”, tras lo que fue enterrado en un lugar del
que no se conservó constancia escrita.
El culto a los
huesos de Santiago
Durante siglos la
historia de Santiago el Mayor permaneció borrada de la memoria
colectiva, pero poco a poco fueron apareciendo textos que hablaban
del apostolado de Santiago. En el “Breviario de los Apóstoles”
se habla de Hispania como de su zona de predicación y se menciona el
“Área Marmárica” como su lugar de enterramiento. También en
otra obra de San Isidoro se recoge su misión apóstolica, e incluso
en los “Comentarios al Apocalipsis” del beato de Liébana del año
786, pero fue finalmente en el siglo IX cuando se anunció el
hallazgo de la tumba de Santiago.
La “Historia
Compostelana” escrita en el siglo XII recoge la singular historia
de como unas luces extrañas surgidas de la nada mostraron a un
eremita llamado Pelayo el lugar donde se encontraron los huesos del
apóstol. Así se lo indicó a Teodomiro, obispo de Iria Flavia quien
ya con los restos de Santiago, en el año 813, lo notificó a Alfonso
II el Casto, por entonces rey de Asturias.
En una época tan
difícil como aquélla, en plena invasión musulmana, dotar de
autenticidad aquel descubrimiento se convirtió en cuestión no solo
simbólica sino vital para la Fé Cristiana en la lucha contra la
expansión del islamismo. Tanto fue así que a lo largo de los años
y siglos venideros se cuenta que los huesos de Santiago estuvieron
siempre presentes en importantes victorias cristianas, como las de la
batalla de Clavijo (año 844) o la famosa batalla de las Navas de
Tolosa (año 1.212) lo que le hizo merecedor del patronazgo de España
el cual se mantiene hasta el día de hoy.
La certificación de
la autenticidad de los huesos de Santiago se consiguió en un acuerdo
entre el rey de Asturias y el franco Carlomagno, hombre de gran
influencia en las decisiones que tomaba el papado, aunque hubieron de
pasar varios siglos para que un Papa, León XIII, en el año 1.884,
publicara en una bula, “Deus Omnipotens“, la autenticidad de las
reliquias de Santiago el Mayor.
Aún con la bula la
historia de Santiago deja muchas lagunas e incongruencias que han
permitido que a lo largo de la Historia se pusiese en duda si
verdaderamente aquellos huesos pertenecieron realmente al apóstol,
máxime cuando tras ciertas investigaciones científicas apareció un
nombre ligado a ellas, el del obispo Prisciliano.
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