sábado, 5 de octubre de 2019
El Árbol Maldito de Casandra, en Gran Canaria
Era Casandra una
jovencita canaria adolescente de unos 15 años perdidamente enamorada
de Iván, un chico de su misma edad. Todos conocían su idílica
relación, aquella íntima amistad que los llevaba a compartir
interminables momentos bajo un frondoso árbol. Pero no era tiempos
buenos para relaciones adolescentes; la prudencia debía invitar a la
calma; la calma a la astucia y la astucia a la paciencia para
descubrir los momentos propicios para encuentros furtivos. Sin
embargo, el primer amor siempre es descuidado, y los descuidos son
buenos compañeros de las envidias ajenas, los prejuicios y las
venganzas.
Nadie en su
localidad veía la relación con buenos ojos. La tachaban de insana,
de antinatural y pronto, su familia se vio señalada. Aturdido y no
menos enojado, el padre de Casandra decidió acabar drásticamente
con aquella situación pues tal deshonor familiar exigía la muerte
del amado. Así, Iván abandonó este mundo a manos del padre de
Casandra.
Desolada y al mismo
tiempo resentida contra su padre, Casandra decidió vengarse de su
padre pactando con el Diablo, pero una vez más el descuido la
condenó. Sus deseos de venganza fueron descubiertos y ante, tal
pacto con Lucifer, Casandra fue acusada de bruja y quemada bajo el
mismo árbol que fue testigo del amor de ambos jóvenes.
Dicen los del lugar
que aún hoy día, de cuando en cuando, se escuchan los gritos de una
joven y que junto al árbol es posible escuchar cadenas arrastrándose
sujetando el alma en pena de Casandra que aún vaga por aquel lugar.
Versión alternativa
de la historia de Casandra y el árbol maldito
Hay no obstante una
segunda versión de esta leyenda de Casandra que, si bien acaba con
los mismos resultados, presenta unos hechos muy diferentes.
Dices estas otras
lenguas que, fruto de aquella relación entre Casandra e Iván,
nacieron dos mellizos. Pero quizás producto de una crisis emocional
tras el parto o quizás de las propias inseguridades de la chica,
Casandra comenzó a dudar del amor de Iván cuando ésta envejeciera
y perdiera su belleza. Decidió entonces invocar al Diablo para
pedirle belleza eterna, pero éste, sibilino como siempre, solo le
concedió el deseo a cambio de la vida de sus dos mellizos.
Casandra no lo dudó
un instante y marchó hacia el árbol testigo de su amor con los dos
niños en brazos. Mas cuando se disponía a darles muerte apareció
Iván. Enloquecido, el amante de Casandra y padre de aquellas dos
criaturas se abalanzó sobre la chica, la ató al árbol y allí
mismo la quemó. Los niños se salvaron pero el alma de Casandra
quedó para siempre atado a aquel árbol, gritando eternamente por el
dolor de sus quemaduras y, sobre todo, por la pena de haber intentado
matar a sus propios hijos.
En aquel árbol, el
árbol de Casandra que se levanta majestuoso en el centro de la isla
de Gran Canaria, en la zona de la Presa de las Niñas, aún aparece a
veces un corazón tallado en su corteza con los nombres de Casandra e
Iván inscritos en él.
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