martes, 9 de abril de 2013
La Viuda
Aquella media sonrisa de Juan era la misma que quedó grabada
en sus pupilas cuando lo acompañó hasta la estación. A pesar de que los hombros
se veían ahora un tanto abatidos, seguramente su cabeza aún sobresalía entre la
multitud, como sobresalía entonces entre las de los otros conscriptos, cuando
un cabo prepotente cortó las despedidas y los llevó marchando hasta el vagón
que los iba transportar a Puerto Belgrano.
Se sintió mareada. Como las noches de sábado, cuando el
brazo de Juan le ceñía la cintura, hasta cortarle la respiración. Juan y su
olor a tabaco fuerte y colonia que ella aspiraba con deleite, casi sensual. Si
Juan la miraba a los ojos, y sonreía, no existía la multitud , ni las miradas
reprobadoras de la tía que las acompañaba al baile, que Dios la tenga en su
gloria.
Juan y su partida y su largo silencio que preñaba de
monotonía los meses y alargaba las estaciones ..
- Ese no vuelve - decía la tía- Seguro que encontró alguna
otra
que le calienta la cama . Espero que vos no le hayas
aflojado -aventuraba mientras sus ojos desconfiados estudiaban su figura con
disimulo y ansiedades, que desechaba enseguida al caer en la cuenta de que ya
había pasado más de un año desde la despedida. .
- Menos mal que escuchaste mis consejos , nena . Vos sabés :
¡ pájaro que comió, voló !
Que ingenuidad, tía . ¡ Pura suerte ! ¿Qué consejos podrían
haber sido suficientes para inmunizarla contra la ternura de Juan cuando él
acariciaba sus mejillas con el dorso de su mano ? ¿ Qué talismán hubiera sido
capaz de protegerla cuando sus labios le recorrían el cuello como las alas de
cien mariposas y su piel se cubría de manchas rojizas y se encendían en ella
calores nunca sentidos ? Pájaro que comió, voló. Cuánta verdad, tía.
Se habían visto alguna vez en las calles del barrio, de
lejos, sin saludarse. Ella, lastimada por la falta de noticias, él quizá por
remordimiento o por saberla casada...
La brisa que se coló de pronto por el ventilete de la
pequeña cocina trajo un olor mustio , marchito . Como el que impregnaba siempre
la ropa de Roque , el pelo de Roque , la almohada de Roque.
- Roque es un hombre serio y está muy interesado en vos –
había dicho la tía una tarde de cuaresma, mientras guiñaba
los ojos con picardía- Seguro que te va a dar más satisfacciones que aquel vago
de la guitarrita.- remató, encaramada en la cima de una montaña de sabiduría
ancestral, acumulada a fuerza de años y decepciones.
La voz cascada de una solitaria vieja que rezaba el rosario
en el living, fatigaba una noche casi consumida. El hombre se acercó en
silencio.
- Lamento lo de tu marido. Podés contar conmigo para lo que
necesites - dijo él esbozando una media sonrisa que borró de golpe diez años de
silencio. Ella asintió con un cabeceo imperceptible y se corrió para hacerle
lugar en el banco.
- Hace frío. Acercate, así nos damos calor – ofreció él.
Quizá para evitar la frustración de una respuesta negativa se apuró a aproximar
su cuerpo al de la mujer , y el brazo fuerte y sólido , acostumbrado al trabajo
bruto del frigorífico ,se volvió leve para abarcar los hombros que se
relajaron, aceptando la protección que aquel abrazo les imponía..
- ¿Estás bien? preguntó él , en voz muy baja.
- Estoy bien- contestó ella con una voz tan baja como la de
él.
El brazo de Juan permaneció un momento quieto, inerte ,
temeroso de arruinar el momento. Ella se acercó más. Su mejilla era como una
brasa que quemaba la piel del hombre a través de la camisa. Estimulada por la
proximidad, la mano recorrió tímidamente la espalda , tanteando el terreno ,
atenta a la contracción de los músculos que anticiparían el rechazo de la
mujer.
La piel femenina tembló cuando la mano traspasó la barrera
del escote y comenzó a explorar aquel otro universo cálido que existía bajo la
lana del pulóver, ajeno a la lluvia de la calle y al frío de la habitación.
Ella lo dejó hacer , como si no se diera cuenta de nada , mientras inclinaba un
poco la cabeza y lo estudiaba desde la rotundez de su sonrisa amplia que
empinaba las mejillas y empequeñecía los ojos .
La imagen de un enorme gato , ahíto de caricias ocupó la
mente del hombre. Libre por un instante de las brumas del deseo , recuperado el
humor , sus labios se curvaron en una sonrisa que era casi una sonrisa entera
..
- ¿ De qué te reís ? - preguntó ella mientras rompía el
contacto , sin imaginar el motivo de aquella mirada divertida , de aquel esbozo
de risa contenida a duras penas .
- No me hagas caso . Estoy muy nervioso - rogó él - Volvé a
apoyar la cabeza ,
Ella aceptó la explicación sin hablar . Intuyendo que no
importaba . Que nada importaba salvo la urgencia de los cuerpos transmitida a
través de la piel.
-Así , así está bien - musitó él mientras la apretaba contra
su pecho y la inclinaba para facilitar el avance de su mano sobre el escote del
pulóver. Un estremecimiento apenas contenido recorrió el cuerpo de ella
mientras la mano húmeda del hombre alcanzaba la turgente sensibilidad de un
pezón endurecido . La mano se detuvo un instante, abarcó golosa la carne del
pecho y se retiró a desgano para dejar lugar a los labios que ya se apuraban a
reemplazar a los dedos en la exploración de aquella carne comprimida ,
compactada , estirada , elástica y dócil como arcilla que la boca de él
modelaba sin pausa , con la paciencia y la destreza de un escultor trabajando
la materia viva.
Ella cerró los ojos grandes y mansos, cuajados de brillos
que desbordaban, a veces, la opaca humedad de las neblinas nuevas...
Muy quieto en su soledad de bronce y de caoba, ajeno a las
voces y a los susurros que llegaban desde la habitación vecina, indiferente al
aroma de las flores mustias y al olor caliente de las velas que se derramaban
desde los candelabros plateados, Roque sonreía, con una sonrisa tonta , fija y
helada . .
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