martes, 9 de abril de 2013
Extraño Amor
Con ella todos los segundos eran infinitos. Cada beso, cada
caricia, cada abrazo, transmutaban el exacto crujir de las horas en un tenue
morir, en un sublime deslizarse, en un creciente arder. A su lado había
descubierto el sabor del silencio y el dulce aletear de la luz cuando el día
termina. Allí, en una sala pequeña con olor a madera, cubierto el suelo y las
paredes con una leve pátina de humedad y melancolía, reencontraba su vida un
sentido pleno. Ella, sentada y sin hablar, era para él la imagen perfecta de la
armonía. Se acercó a ella colocandose detrás. Le acarició la cabeza con los
dedos, enredándolos y perdiéndolos en su cabello hermosísimo. Sus labios se
posaron en el cuello y lo besaron. La quería.
Eternamente, la quería. Con locura
absoluta, la quería. De pronto, con horror, lo percibió.
Desesperado, con el dolor que causa un amor que se va,
apretó los puños hasta hacerse daño. Si alguien hubiera estado cerca de la casa
hubiera oido un grito de impotencia, un aullido saliendo de lo más profundo del
alma. Nada es más fragil que el amor. Sus puños golpeaban con rabia las
paredes. Sus ojos ardían en lagrimas. Se vio en el espejo y contempló su rostro
cansado. Lo golpeó con rabia y el espejo se partió. Contempló los pedazos que
multiplicaban su presencia, su horror. Ella seguía allí, quieta y callada. El
había descubierto de nuevo aquel olor. Ya empezaba de nuevo. Allí, sentada, con
la cabeza caida de lado en un gesto obsceno, la descomposición orgánica estaba
ya avanzando por el cuerpo de la chica. Nunca servían de nada los intentos de
mantener baja la temperatura del sotano ni la friegas con alcohol que, cada
noche, realizaba con detenimiento por cada rincón del cuerpo desnudo de sus
enamoradas.
Siempre, inevitablemente, descubría a los pocos días aquel
olor acre, duro, que indicaba que el romance llegaba a su fin. Intentando
apurar la despedida se abrazó a ella, la besó con furia en la boca como
queriendo retenerla. En el suelo, pegado a ella, le arrancó la ropa con deseo.
Intentaba no pensar. Procuraba no darse cuenta de que algo se había perdido ya
de forma irremediable. Unió su cuerpo al cuerpo frio de ella. Fueron uno por
última vez.Despues, el análisis sustituyo a la pasión. Realizó con método los
preparativos de siempre. Esa noche trabajó duro en el jardín. Era grande y
verde, lleno de vida, con mucho espacio aun. Tres horas más tarde se lavaba las
manos sucias de tierra. Estaba muy cansado y muy dolido. No podía dejar de
llorar recordandola. Recordando los maravillosos días que habían pasado juntos.
Las veces que sus labios se habían unido, que sus cuerpos se habían frotado. El
cansancio y los bellos recuerdos lo llevaron al sueño. Mañana saldría hacia la
ciudad. Necesitaba amor.
Recorrería las calles buscando una chica joven, rubia y de
pelo corto a la que poder querer. La llevaría a casa y la haría estarse en
silencio. En total silencio. Para siempre. Luego la desataría y la sentaría en
la silla. El se sentaría al lado y le hablaría. Si, mañana... Ahora dormía
sobre el sofa. Era un hombre cansado, pero con la esperzanza de encontrar por
fin el amor eterno.
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