lunes, 11 de marzo de 2013
Misterios De Nostradamus.
Considerado el vidente más prestigioso de la historia, los
textos de Michel de Nôtre Dame -mejor conocido como Nostradamus- inspiraron una
fenomenal industria de best-séllers. Venerado y temido por quienes lo creen un
visionario, esta nota trata de iluminar la profunda oscuridad de sus profecías
y, de paso, repasar su vida legendaria, entre monarcas y famosos de todos los
tiempos.
Según la historia oficial, Nostradamus fue un médico del
siglo XVI. Su primer prodigio fue librar una exitosa batalla contra la peste
bubónica. Más tarde, se zambulló en el estudio de diversos temas esotéricos,
especialmente las artes adivinatorias. Existen bibliotecas enteras con
interpretaciones de sus Centurias (10 conjuntos de 100 estrofas). Sus exégetas
aseguran que se anticipó a hechos históricos en su propia época y los siglos
que siguieron, pero ejercer estas actividades lo arriesgaba a morir quemado por
la Inquisición.
Nadie sabe si aplicaba técnicas astrológicas ortodoxas o
usaba un don innato. A fin de evitar la persecución, y también porque en las visiones
aparecían hechos que no encajaban con las categorías de su época, Nostradamus
solía explicar que escribía sus vaticinios en forma de una poesía oscura,
sobrecargada de símbolos y metáforas. Pese a la vaguedad de su lenguaje, el
paso de los siglos pareció correr a su favor, aportando sobrecogedoras pruebas
de sus habilidades. Las Centurias aún guardarían valiosa información sobre el
futuro de la Humanidad. Para sus críticos, no existen pruebas de que
Nostradamus haya realizado auténticas predicciones. Es más: si se abandonara
este dogma consagrado por la tradición, es posible explicar los rasgos de su
obra que sorprendieron a tantos comentaristas a lo largo de los siglos.
UN ASTRÓLOGO DE SALON
En la versión que casi todo el mundo maneja se entremezcla
la verdad con la leyenda con extraordinaria facilidad. Oriundo de Saint Rémy de
Provence, en el sur de Francia, Michel de Nôtre Dame (1503-1566) estudió
Medicina en la prestigiosa Universidad de Montpellier. El programa de la
carrera contenía muchos conceptos que, hoy se sabe, eran erróneos. Por
entonces, se practicaba la herboristería y se tomaban medidas higiénicas que
combinaban procedimientos adecuados con otros que -a la luz de los
conocimientos actuales- eran inservibles o perjudiciales.
En sintonía con una costumbre de la época, una vez graduado,
Michel de Nôtre Dame latinizó su apellido como Nostradamus, nombre con el que
pasaría a la historia. Combatió epidemias mortíferas de enfermedades que hoy no
se pueden identificar con certeza, conocidas genéricamente como “la peste”
(algunos historiadores apuntan que la peste bubónica se encontraba entre
ellas), motivo por el cual no se puede evaluar su éxito: no se sabe cuántos de
los casos que trató eran realmente manifestaciones de la epidemia, o cuadros
benignos que se le parecían superficialmente.
En el siglo XVI, la Astronomía aún no se había separado de
la Astrología. Por entonces, la disciplina conocida como Astrología comprendía
muchos conceptos rigurosos y hechos verificables sobre el comportamiento de los
cielos. Esto, unido a la gran ignorancia en cuestiones físicas y biológicas,
reforzaba la credibilidad de sus influencias sobre el mundo terrestre que los
astrólogos postulan aún hoy. La Iglesia sólo condenaba la posibilidad de
formular predicciones específicas, ya que negaba el libre albedrío y la
potestad de Dios para cambiar el futuro. En cambio, aprobaba su uso para
diagramar la administración de tratamientos médicos. Por eso se la enseñaba en
las facultades de Medicina, y así fue como Nostradamus tomó contacto con ella.
Nostradamus se estableció en la ciudad de Salon, donde vivió
la mayor parte de su vida. Entre sus clientes estuvieron los ricos y famosos de
la época. Catalina de Médicis, (esposa de Enrique II, rey de Francia) lo invitó
a la Corte. Después de su estadía, Nostradamus siguió siendo consultado por la
familia real y por otros monarcas europeos. Realizó gran cantidad de
diagnósticos astrológicos por encargo y publicó varias colecciones de
predicciones: los Presagios, los Sextetos y las famosas Centurias.
Se fantaseó mucho sobre los riesgos que entrañaba para
Nostradamus la actividad profética. Para empezar, la Inquisición no alcanzó
nunca en Francia la ferocidad que sí tuvo en España. Por otra parte, él era un
protegido de la consorte real Catalina de Médicis, famosa por sus simpatías
esotéricas. Tras la deserción del rey de Inglaterra Enrique VIII, que
estableció la Iglesia anglicana cuando el Papa no respaldó su divorcio, la
Iglesia estaba muy poco dispuesta a disgustar a una figura europea muy poderosa
hostigando a un asesor suyo.
CARTAS QUE QUEMAN
Las predicciones de Nostradamus eran demasiado imprecisas, y
las quejas de sus clientes están documentadas. Los casos más notables son los
del empresario minero alemán Hans Rosenberger y el noble Hyeronimus Schorer.
Del análisis de su correspondencia se desprende que él no era capaz de ejecutar
los cálculos astrológicos, los cuales encargaba a terceros, limitándose a
elaborar las interpretaciones de los datos (una situación coherente con el
hecho de que su formación astrológica provenía de una asignatura menor en la
carrera de Medicina).
Pese a que sus predicciones eran oscuras, Nostradamus gozaba
de gran aceptación. Tal vez la razón sea que -pese a desconocer qué le deparaba
el destino a sus clientes- al menos sí sabía cuáles eran las mejores
expectativas que podrían sacarlo de la incertidumbre, sin llevarlo a recaer en
frustraciones. La medicina primitiva dependía en gran medida de la empatía
desarrollada entre el médico y el paciente y entrañaba un intenso ejercicio de
psicología práctica. Hoy se diría que Nostradamus tenía un gran manejo del
fenómeno de la profecía autocumplidora. La fe que depositaba el consultante en
su consejero astrológico también era decisiva. Su fama comenzó a crecer cuando
ejerció la medicina durante las epidemias y alcanzó su cúspide cuando la
realeza requirió sus servicios.
Nostradamus también incrementó su renombre mediante alguna
que otra triquiñuela publicitaria: de origen judío, afirmó que descendía de la
tribu bíblica de Isacar, que estaría singularmente dotada para la profecía. Sin
embargo, pocos biógrafos aclaran que es casi imposible rastrear cualquier
genealogía hasta los tiempos de las Doce Tribus de Israel. Sus públicas
protestas de catolicismo ortodoxo no eran sino una excusa para exigir
tolerancia para con sus vaguedades. Hoy se sabe que sus simpatías eran
protestantes: llamaba “cristianos” a secas a los reformistas, y “papistas” a
los católicos, y no ahorraba críticas para con sus excesos represivos.
Paradójicamente, se arriesgó más con estas expresiones que con los varios tomos
llenos de predicciones precisas que hubiera podido escribir si -digámoslo ya
mismo- realmemte hubiera tenido las capacidades proféticas de las que se
jactaba.
HAZTE LA FAMA... O LA PREDICCIÓN QUE LO CONVIRTIÓ EN MITO
La primera profecía histórica que pareció cumplirse se
refería a la muerte del rey Enrique II de Francia, esposo de Catalina de
Médicis. El monarca murió accidentalmente durante una justa y su viuda encargó
un relevamiento de vaticinios a fin de descubrir si alguno de los adivinos o
astrólogos a quienes consultaba se había anticipado a la tragedia. En la
Cuarteta 1-35 (estrofa 35 de la Centuria 1) había una serie de imágenes que
sugerían el desenlace. No bien esto se supo, Nostradamus se convirtió en una
figura reverenciada y temida. A tal punto que sus malos augurios para
Inglaterra desataron verdaderas oleadas de pánico en ese país, por entonces
adversario tradicional de Francia. Para algunos, entre las razones de Catalina
de Médicis para alimentar la figura de Nostradamus habría existido un proyecto
de guerra psicológica contra sus archienemigos.
La predicción que convirtió a Nostradamus en un mito
viviente permite descubrir hasta qué punto la historia está contaminada por la
leyenda. Hoy, los comentaristas de Nostradamus siguen repitiendo que en la
justa fatídica Enrique II llevaba un yelmo con visor de oro (“...le vaciará los
ojos en su jaula de oro...”), sin que nadie repare que el oro es un metal
blando y deformable. Incluso para hacer joyas -que no están destinadas a
soportar los terribles impactos de una batalla de esa época- es necesario
utilizarlo en forma de aleaciones con otros metales.
La regente Catalina animó a los intelectuales de su tiempo a
inaugurar una tradición en la glosa de Nostradamus.
1. Unas interpretaciones se apoyan sencillamente en otras,
propias o de otro autor.
2. Se toman cuartetas enteras o partes de ellas; juntas o
separadas.
3. Toda imagen es una alegoría histórica.
4. Se adoptan significados derivados en otros idiomas
(latín, hebreo, griego) sin tener en cuenta si Nostradamus los conocía. De su
correspondencia se desprende que no dominaba el latín.
5. Las palabras comunes pueden significar nombres propios.
6. Toda palabra cuyo significado no se comprenda de primera
intención, se considera un anagrama -esto es, un reordenamiento de las letras
de otra. A su vez, la acepción de “anagrama” es muy amplia, porque para arribar
a un significado propuesto no sólo es necesario reordenar las letras sino
también agregarlas o quitarlas, o usar una ortografía muy caprichosa.
¿POR QUÉ NOSTRADAMUS?
Las exigencias que la profecía de nivel histórico planteó al
médico de Salon fueron menores que las de su labor como asesor astrológico
independiente, ya que no existían presiones por obtener resultados concretos. A
menudo, es posible identificar claramente entre sus profecías hechos que ya
habían sucedido cuando las formuló, tal vez esperando que su público creyera
que las había escrito mucho antes. Para el historiador francés Louis Schlosser,
por ejemplo, la Cuarteta 1-35 representa el enfrentamiento entre Enrique VIII
de Inglaterra y Santo Tomás Moro.
Pero ¿qué hizo la diferencia entre Nostradamus y tantos
otros videntes a lo largo de la historia? Si él no tenía más para ofrecer que
cualquier otro de los miles de astrólogos o adivinos de su tiempo, ¿por qué se
siguen recordando sus profecías históricas?
Tal vez la respuesta estribe en que él, en realidad, era un
artista. Las Centurias son, ante todo, poesía ajustada a cánones de metro y
rima. Sus líneas glosaban la turbulenta historia de los tiempos recientes, a la
par que prometían más de lo mismo, y lo hacían con imágenes grandilocuentes y
poderosas. La psiquis humana es extremadamente vulnerable a los embates de la
poesía: para entender el impacto de las Centurias convendría recordar que
también era frecuente la atribución de significado a composiciones poéticas que
no fueron concebidas como profecía.
Su época lo ayudó: por entonces la forma de las turbulencias
históricas se prestaba a ser expresada en forma de una poesía ampulosa, pero
huérfana en detalles. Que alguna de las batallas o disputas dinásticas que
predecía llegase a “cumplirse”, era sólo cuestión de tiempo. Hoy no se aceptan
excusas para el lenguaje oscuro, hay mayores demandas de información y la
política se volvió vertiginosamente compleja.
¿ÁNGEL O DEMONIO?
Las evidencias demuestran que Nostradamus no estaba más
dotado para la profecía que cualquiera de nosotros. Pero ¿cuál es el estatus
ético del mítico vidente? Se dedicó a una práctica que no contradecía el grueso
del conocimiento aceptado en esa época; y le agregó eficacia al inyectarle
sentido común y arte. Sin embargo, abusó de las perversiones del oficio: aunque
invocó la amenaza de la Inquisición para justificar sus vaguedades, sus
profecías no hubieran sido menos oscuras si pronunciaba nombres que no significaban
nada en aquella época. ¿Qué hubiera significado en el siglo XVI “Napoleón
Bonaparte” o “Adolf Hitler”?
En cualquier caso, se arriesgó más como médico y como
activista protestante clandestino que como vidente.
Sin embargo, tampoco sería justo pasarle las facturas que
merecen sus exégetas, quienes -por su credulidad, fantasía y oportunismo-,
fueron, al fin y al cabo, quienes más se enriquecieron invocando su nombre.
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