martes, 5 de marzo de 2013
Teotihuacán, Otra Puerta a Las Estrellas
Cada vez son más numerosos los investigadores de culturas
antiguas que reconocen la existencia de una función estelar en los monumentos
de culturas desaparecidas, como la egipcia, la china, la mesopotámica o, como
sucede en este caso, la mesoamericana. Curiosamente, no deja de ser sintomático
que muchas de estas culturas antiguas pusieran sus ojos en unas constelaciones
muy concretas, como sucede con Orión, identificada por los antiguos egipcios,
por ejemplo, con el dios de la muerte, Osiris. Para él levantaron numerosas
pirámides en el Valle del Nilo, dibujando sobre la Tierra el mismo esquema que
tiene esta constelación en el cielo, una especie de reloj de arena.
Artículo de Nacho Ares publicado en el núm. 56 de Enigmas.
>A exactamente 12.487 Km de la meseta de Gizeh y
separados en el tiempo al menos por casi 2.000 años, en México, se encuentra el
complejo piramidal de Teotihuacán, para muchos una continuación del gran enigma
arqueológico que supone la meseta de Gizeh en Egipto (Robert Bauval, El
misterio de Orión, Barcelona. 1995).
La ciudad cósmica
El cuarto de millón de almas que llegó a poblar la
metrópolis de Teotihuacán en su apogeo, en el siglo V antes de nuestra Era,
ofrece a lo largo de los 2 Km. que mide su gigantesca Avenida de los Muertos,
una magnífica visión de lo que era capaz el Hombre de la antigüedad para
satisfacer a sus dioses.
Pero, además de toda la parafernalia necrológica que rodea
al recinto, las investigaciones más recientes de la última década han llegado a
la conclusión de que también en Teotihuacán se dieron ciertas similitudes
estelares que acercan este complejo al de Gizeh, en Egipto. Los monumentos más
importantes de Teotihuacán, las pirámides del Sol y de la Luna y el templo de
Quetzalcóatl, construidos en algún momento entre el 200 a. de C. y el 200 d. de
C., están ubicados en la misma posición que las pirámides egipcias, si bien con
una orientación diferente. La gran plaza de la Ciudadela y el templo del Sol
están paralelos a lo largo de la Avenida de los Muertos, mientras que el templo
de la Luna está al final de la misma, es decir fuera del alineamiento con las
otras dos, tal y como ocurre en la meseta de Gizeh con la pirámide de
Micerinos. Esta circunstancia ha sido utilizada por el investigador británico
Adrian Gilbert para intentar buscar algún vínculo de conexión con la misteriosa
constelación de Orión.
Pero no es ésta la única relación que se puede obtener entre
la meseta de Gizeh y Teotihuacán. El investigador Stansbury Hagar llegó a la
conclusión de que el complejo piramidal mexicano era un mapa del Cielo y que la
Avenida de los Muertos desempeñaba la función de la Vía láctea, es decir, como
Bauval sugería del Nilo para Egipto.
La arqueoastronomía científica
Este tipo de investigaciones ya tuvo su eco hace años en el
seno de las más prestigiosas universidades europeas. Gerald S. Hawkins,
astrónomo del observatorio de Cambridge (EE UU), es una de las piezas clave en
el descubrimiento de aparentes "coincidencias" entre la construcción
de Teotihuacán y algunas constelaciones. Muy conocido desde la década de los 60
por su revolucionado libro Stonehenge descodificado, en el que realizaba un
barrido sistemático de las relaciones de este monumento megalítico con las
estrellas del cielo, continuó sus investigaciones en otro volumen no menos
codiciado que el anterior Más allá de Stonehenge. En él, Hawkins apunta que
mientras las calles de Teotihuacán están planeadas sobre un sistema de
cuadrículas, las intersecciones de estas mismas calles, en cambio, no tienen un
ángulo de 90 grados como sería de esperar, sino de 89. Por su parte, tampoco la
cuadrícula está orientada a los puntos cardinales, tal y como ocurre en casi
todos los grandes monumentos de la antigüedad, sino que corre paralela a la
Avenida de los Muertos, dirección Noreste, apuntando a la constelación de las Pléyades.
Empleando un programa informático al que proporcionó todos
los datos del complejo de Teotihuacán, Hawkins descubrió algo aún más
sorprendente. Y es que algunos de los monumentos estaban orientados hacia la
estrella más grande de la constelación del Can Mayor, Sirio, la misma que los
antiguos egipcios identificaban con la diosa Isis, esposa de Osiris, a quien,
por su parte, vinculaban con Orión. Hugh Harleston, un ingeniero que trabajó en
Teotihuacan durante los años 60 y 70, llegó a la conclusión de que esta ciudad
bien podría ser una maqueta del Sistema Solar. En ella el templo de
Quetzalcóatl sería el Sol; los planetas, una serie de monumentos adyacentes que
guardaban la escala y distancias proporcionales.
Son muchas más las teorías que relacionan Teotihuacán con
algún elemento del Sistema Solar. En cualquier caso, haciendo un pequeño
resumen de todas ellas, los problemas que proporcionan son muy similares a los
de Gizeh. Y es que las pruebas históricas indican que su construcción debió de
realizarse a partir del 200 a. de C. en diferentes etapas, muy distanciadas en
el tiempo. Sin embargo, las pruebas arqueoastronómicas parecen indicar que la
ciudad debió de ser construida hace 6.000 años, dando la razón a las
tradiciones de los propios aztecas, quienes mencionaban que fue la divinidad
Quetzalcóatl quien la construyó en el año 3113 a. de C.
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GRACIAS!!!
ResponderEliminarEstos artículos nos informan y despiertan.
Son tantas las incógnitas y preguntas que siempre queremos responder y no sabemos...
Es verdad, saber nos hace más libres y nos permiten tener nuestras propias deducciones.
Volveré.
Atentos saludos para todo el equipo que hace posibles estas publicaciones.
Cordialmente,
Laia.