Ataca siempre con grandes tempestades, vientos e inundaciones que destruyen las cosechas, ahuyentan los ganados, ahogan los terneros y causan toda clase de calamidades. Pierde o enreda a los que merodean en sus dominios embriagados o en malos pasos; persigue con saña a los que son dados a discutir maliciosamente por linderos y que destruyen las cercas y destrozan las alambradas de sus vecinos o colindantes; es una asidua defensora de los límites correctos de las propiedades.
Castiga, también, a los que roban, a quienes andan en aventuras amorosas pervertidas y a los que osadamente invaden el corazón de sus enmarañadas arboledas; a aquellos cazadores vagabundos que lo hacen por distracción o perversión y a los niños vagos y desobedientes. Su influencia se manifiesta por una especie de mareo, de alucinación, mediante la cual la víctima ve todos los lados del monte idénticos, dificultándosele por lo tanto la salida.
Cualquier bosquecito se presenta como una inmensa y enmarañada montaña, sin senda ni salida, por donde el perdido empieza a trasegar arañándose, rompiéndose la ropa y sufriendo toda clase de percances.
Cuando, pasado el conjuro, ve que sólo ha sido en un pequeño bosque en el que se ha perdido y destrozado, no deja de exclamar:
–Eso jue esa vieja yerbatera e la Madremonte que hizo esta jugada.
La imagen o figura de la Madremonte muy pocos la han visto, y aquellos que la han llegado a ver, es sólo por un instante y mientras no estén bajo su influencia.
Por lo regular, la víctima que esté bajo los efectos de los ataques de la Madremonte, no la ve, sólo siente ese extraño sopor y divagación que lo hace fracasar; se puede decir que este mito de los montes huye de las miradas humanas.
Para librarse uno de las acometidas de la Madremonte es conveniente ir fumando un tabaco o con un bejuco de adorote o carare amarrado a la cintura.
Es también conveniente llevar pepas de cavalonga en el bolsillo o una vara recién cortada de cordoncillo, de chicalá o guayacán, a guisa de bordón; sirve así mismo, para el caso portar escapularios y medallas benditas o ir rezando la oración a San Isidro Labrador, abogado de los montes y de los aserríos.
cual es su origen
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