jueves, 9 de octubre de 2014
La Mágia del Eclipse
El
día del eclipse volví al bosque para intentar contactar con el
hada, para encontrar la aventura o desventura de salir de uno mismo,
a lo posible o lo imposible de verla. Esa capacidad que quizá
algunos tengamos en exceso.
Me
fui con el poema prometido a la Anjana un tanto escéptico. Yo sólo
creo que existen cuando las buscas de corazón, más allá de la
realidad que vemos con nuestros ojos. No obstante me parecía una
locura llevar un poema, como si fuera una carta de amor a la luna,
pero, por otra parte en esa locura intentaba evadirme del mundo de
los mayores, donde a penas se razona, lo increíble de la realidad
de este mundo civilizado.
Yo
no sé dónde hay más duendes, si fuera o dentro del bosque; casi
prefiero la inocencia, me decía yo, cuando subía por la empinada
montaña. Me iba adentrando poco a poco entre la vegetación. El
cielo con abundantes nubes, hacía que el sol fuera apareciendo
intermitentemente, el bosque me parecía un buen refugio, una defensa
contra el mundanal ruido.
Las
alturas te van dando más higiene mental, para el verdadero sentido
común. Quizá, ocurren hechos tan reales cada día, que atraviesan
ampliamente la frontera de lo surrealista, es decir, tanto como si se
tratara de un cuento de hadas.
Ya
en pleno bosque pensaba en la belleza de la pequeña Anjana, sentía
cómo se iba acelerando los latidos del corazón, cuando me estaba
acercando al árbol. A veces, desde lo más profundo de un monte, no
se sabe muy bien cual es lo real, si lo de fuera o lo de dentro. Se
tiene la sensación de vivir entre seres fantásticos, notas esa
magia de sentirte observado. Me detuve ante el árbol donde hablé
con la Anjana de mis sueños, entre la corteza del tronco dejé el
poema.
Era
como la puerta de entrada de un maravilloso cuento, de pronto me di
cuenta que oscurecía un poco, era el eclipse anunciado, que a penas
podía ver con tanta vegetación. Noté un aumento de emoción, ahora
estaba bajo el influjo del sol y de la luna juntos; todo empezó a
tener doble sensación mágica.
No
sabía a quien atender, si a estos seres escurridizos que se afanan
por mostrar su existencia, o a un fenómeno cósmico que no ocurre
con frecuencia, todo era un misterio. Parecía que las fuerzas de la
naturaleza se me mostraban intensas. Por primera vez sentí un gran
respeto y temor.
Me
fui alejando del lugar, pero al volver la cara, vi aparecer a la
Anjana. Cogió el papel, lo contempló unos instantes. Sonrió feliz.
Desde una pequeña distancia me tiro un beso y, lo repitió con sus
diminutas manos.
Quise
hablarla pero… fue desapareciendo dejando un rastro luminoso de
colores, era como un revoloteo de mariposa, como un pequeño arco
iris que se desvaneció.
Sentí
un intenso perfume por todo el bosque, un silencio casi sonoro entre
los colores otoñales, era un sitio paradisíaco. Me acerqué al
árbol y en lugar del poema, me había dejado un ramo de flores
silvestres.
Me
gustaría no despertar del universo de los sueños, pero la realidad
nos tiene prisioneros y, las florecillas silvestres al final se me
habían ido marchitando.
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