viernes, 5 de julio de 2013
Los Orisha del Batuque
Desde el principio de este informe nos hemos referido a los
orisha como base del culto de Batuque, sin explicar verdaderamente qué son.
Citemos textualmente la definición de Pierre Verger, a la que adherimos en su
totalidad, junto a otros trabajos sobre el tema (Paulo Tadéu B. Ferreira,
Armando Ayala, etc.) "En África cada orisha estaba originariamente
vinculado a una aldea o región.
Se trataba de cultos locales que reflejaban la
autonomía de muchos pueblos que vivían en economías cerradas, propias del estado
tribal. Así dentro del territorio yorubá, se adoraba a lemanja en Egba, a Ogùn
en Ondó y Ekiti, a Shangó en Oyo, a Oshum en Ijesa e Ijebu. Algunos cultos
abarcaban toda una región con sus tribus, como los de Obatala y Oduduwa, rey
histórico vinculado a la fundación de Ile Ifé y del cual todos los gobernantes
yorubá se consideraban descendientes. En buena medida, la posición de los
orisha dependía de la historia del grupo social en las que aparecían como
protectores". "En casi todos los casos se trataba de hombres
divinizados después de muertos a causa de algún desborde emocional. La religión
yorubá está íntimamente vinculada a un concepto de familia que comprende el
conjunto de vivos y muertos descendientes de un antepasado común. A estos
ancestros se les consideraba poseedores de control sobre las fuerzas naturales
y conocimiento preciso sobre las propiedades de las plantas, única forma de
medicina existente.
Esta suma de poder y conocimiento (àshé, pronúnciase ashé)
los transformó en orisà (orisha), siendo divinizados. Según la creencia yorubá
una enorme crisis emocional puede producir la metamorfosis,
"quemando" el ser material del individuo mediante el fuego de la
pasión, restando solamente el àshé o poder en forma de energía pura. Para establecer
el culto era necesario que algunos de sus familiares cercanos supieran fijar el
fundamento, es decir un contenedor del objeto -soporte del àshé, donde recibir
ofrendas y sacrificios. De manera que el orisha "es una fuerza pura,
inmaterial, imperceptible para los seres humanos, excepto cuando se posesiona
de uno de ellos".
Este candidato a la posesión, debidamente preparado,
electo por el orisha, es uno de sus descendientes". En América este
parentesco o descendencia sanguínea se transformó en espiritual, aunque de
cualquier modo se reinvindica el concepto de hijo del orisha (omorisà,
filho-de-santo) aunque el iniciado -sobre todo si de raza blanca- no pueda
establecer su abolengo.
Los orisha o divinidades del Batuque son
aproximadamente doce, que de algún modo proveen unos veinte tipos o modalidades
de comportamiento característico. En una primera articulación del modelo
arquetípico en el que el Batuque se fundamenta, habría una serie de modalidades
ordenada por elementos, colores, sustancias sagradas. Cada una de ellas, con
excepción de unas pocas, se divide en edad (viejo, adulto, adolescente, niño)
ensamblando de este modo cierto tipo de sincretismo intertribal ya conocido en
África; divinidades semejantes con atributos idénticos se hacen familiares, o
se ve en ellas distintos aspectos, "caminos", "pasajes", de
una misma energía total. Decimos divinidades, no dioses, porque el adepto del
Batuque cree en un Dios creador llamado eufemísticamente Olorùn (dueño del
cielo) u Olodùmare (dueño de las cosas que existen) cuyo poder está por encima
de los orisha, que a Él se someten. Podría decirse que es una especie de sumo
arquitecto retirado de su obra, un Deus otiosus sin altares ni culto
particular, que gobierna a través de las relaciones complementarias de los
orisha.
En torno a éstos se tejen historias de vida a menudo contradictorias
entre los distintos "lados", transmitidas oralmente desde muy atrás
en el tiempo, que van fijando en la memoria del grupo de culto el origen y la
explicación de los ritos, los desplazamientos coreográficos -que son historias
mimadas-, las simpatías y antipatías por determinadas frutas o animales, los
caracteres sobresalientes de las personalidades divinas, tales como su
austeridad o su sensualidad, etc. Es de resaltar que quien profesa cualquiera
de las grandes vertientes religiosas afrobrasileñas en el Uruguay es
absolutamente abierto en su concepción del mundo, las cosas y relaciones entre
ellas, porque sus modelos de conducta -los orisha- son, en tanto que modelos de
gran energía (sin polaridad bueno/malo preconcebida) actuantes de diversa
manera según las circunstancias, hecho narrado por las diferentes leyendas.
Amores, odios, trampas, intrigas, generosidad, celos, ira, egocentrismo,
misericordia ilimitada, adulterio, homosexualidad absolutamente todo lo humano
tiene un precedente in illo tempore, de modo que ¿cómo juzgar aun igual si el
orisha talo la orisha cual hicieron esto o aquello en sus mitos? Y aún así,
viéndoles profundamente humanos, son nuestro modelo y descargan de culpabilidad
nuestros actos.
Los mitos, que todo adepto del Batuque conoce e integra casi
automáticamente, son los que hacen que cada cual viva su vida y llegue a sus
objetivos tal y como le parece, sin desmerecer a nadie, sin asumir complejos de
culpa ni frustraciones, haciendo irrelevante cualquier terapia extrareligiosa.
Parafaseando el título de un trabajo publicado hace años por la psicóloga
Aglimira Villalba (Negra de lemanja), el Batuque, como la Umbanda, es
"terapia para el pueblo". Con su fe en los orisha el miembro de la
comunidad del Batuque y sus hermanos religiosos hacen "terapia de
grupo", logrando salir indemnes de ella, sin conflictos y reafirmando en
el grupo social su verdadero yo.
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