jueves, 11 de julio de 2013
La Paradoja de la Inmortalidad
Desde tiempos remotos los seres humanos sueñan con alcanzar
la inmortalidad. ¿Cuál es el secreto ? Ser Asexual . La sexualidad introduce la
muerte ¿ De qué manera? Hace 100 años un biológo alemán llamado Weismann
postuló una teoría acerca de la duración de la vida y de la muerte. Como la
bella durmiente, esta teoría quedó silenciada durante un siglo hasta que,
inesperadamente, los científicos se encontraron con los fundamentos moleculares
que la prueban. Para los psicoanalistas, este biólogo no es desconocido ya que
Freud recurrió a sus teorías para argumentar la hipótesis de la pulsión de
muerte. ¿Qué determinó que la ciencia con sus minuciosos métodos ignorara
durante un siglo esta teoría que Freud toma en " Mas allá del principio
del placer"?
En "Pulsiones y destinos de pulsión " Freud define
su manera de construir los conceptos tratando de llenarlos de contenido, desde
distintos lados, importando ideas de otras ciencias para despues marcar las
diferencias con el psicoanálisis. En este sentido, el concepto de pulsión pudo
ser claramente extraído de la Biología ya que allí Freud se encontró con el
suelo sólido de la respuesta fisiológica que pudo oponer al de pulsión. En
1920, cuando las evidencias clínicas lo llevaron a postular la pulsión de muerte
como un hecho lógicamente necesario en el funcionamiento del aparato psíquico,
recurrió a la teoría de Weismann. Pero esta vez, Freud se encontró con que esta
teoría, si bien "digna de consideración", no tenía suficientes
pruebas para la rigurosidad necesaria a la extracción de este nuevo principio.
Veamos en qué consiste la teoría de Weismann :
Las amebas tienen el secreto de la inmortalidad. Si el medio
es apropiado estos organismos se reproducen por escisión binaria. Cada
individuo dará lugar a otros dos idénticos a sí mismos en continuidad a través
de las generaciones: iguales e inmortales. La sexualidad es una adquisición
tardía. La sexualidad se refiere a la fusión y al intercambio, diriamos hoy, de
material genético. No necesariamente coincide con la reproducción, que puede
producirse en cualquier otro momento del ciclo. En "Mas allá del principio
del placer" , siguiendo a Weismann, Freud describe este mecanismo sexual
de la siguiente manera "Si los animalitos, en un momento en que no
muestran ningún signo de senectud, pueden fusionarse de a dos,
"copular"-y volver a separarse transcurrido cierto lapso-, quedan a
salvo de envejecer, se "rejuvenecen" (1). Esta "fusión de a
dos", "esta copulación" en la que vuelven a separarse sin
reproducirse, es el principio de la sexualidad. En síntesis, se trata de un
encuentro en el que los participantes intercambian material genético y luego se
separan, en este caso, sin dividirse. No hay una asociación necesaria entre
sexualidad y reproducción.
El intercambio de material genético da lugar a nuevas
combinaciones y son estas nuevas combinaciones las que introducen diferencias.
El efecto de la sexualidad, por lo tanto, es la producción de diferencias.
Intercambiar genes produce una ampliación del repertorio posible de respuestas.
Se introducen de esta manera diferentes funciones y especializaciones. La
estructura se torna compleja. Es en el límite de la diferenciación donde una
parte se va a especializar solamente para la reproducción, mientras que el
resto del organismo, muy elaborado para otras funciones, pierde la capacidad
reproductiva. Weismann llama a la parte especializada para la reproducción
plasma germinal y a aquella que perdió la capacidad de reproducirse plasma
somático.
Las células germinales se separan de los organismos que les
dieron origen para fusionarse dando lugar a un nuevo individuo y continuar la
especie. Se introduce de esta manera la discontinuidad, el intervalo entre las
generaciones. La parte inmortal encarnada en las gametas (óvulos y espermatozoides
) se desprende del organismo que le dio origen para continuar la vida en un
nuevo organismo. Mientras el soma, que ya no es capaz de reproducirse, muere.
Dice Freud: "A este investigador (se refiere a Weismann) se debe la
diferenciaciación de la sustancia viva en una mitad mortal y una inmortal. La
mortal es el cuerpo en sentido estricto el soma; sólo ella está sujeta a la
muerte natural. Pero las células germinales son en potencia inmortales, en
cuanto son capaces, bajo ciertas condiciones favorables de desarrollarse en un
nuevo individuo (dicho de otro modo : de rodearse con un nuevo soma )".
Sucesión y corte, la inmortalidad está perdida para los
individuos complejos de reproducción sexual. Esta es la falta real. En el
seminario 11 Lacan dice: "La falta real es lo que pierde el ser viviente,
de su porción de viviente, por reproducirse por la vía sexuada. Esta falta es
real porque remite a algo real-que el ser viviente, por estar sujeto al sexo,
queda sometido a la muerte individual." A partir de esta carencia real
Lacan postula que el sujeto busca no el complemento sexual sino "esa parte
de sí mismo, para siempre perdida": La Inmortalidad. Lacan inventa un mito
destinado a representar esa parte faltante al que llama "el mito de la
laminilla". "La relación con el Otro es, precisamente, lo que para
nosotros hace surgir lo que representa la laminilla- no la polaridad sexuada,
la relación de lo masculino con la femenino, sino la relación del sujeto
viviente con lo que pierde al tener que pasar, para su reproducción, por el
ciclo sexual".
Pero, ¿ a qué se debe la falta de capacidad reproductiva del
cuerpo o soma ?¿ hay algún mecanismo que garantice su muerte? Freud, en 1920 adelanta
la siguiente hipótesis." Si nos es lícito admitir como experiencia sin
excepciones que todo lo vivo muere, regresa a lo inorgánico, por razones
internas, no podemos decir otra cosa que esto: La meta de toda vida es la
muerte…" ¿ Cómo se pueden pensar
estas razones internas ? Estas causas internas que garantizan que el cuerpo sea
mortal. Recientemente se ha encontrado que todas las células somáticas de los
organismos pluricelulares, desde los gusanos hasta el hombre, poseen un
programa que determina su propia muerte. Un programa genético cuya ejecución
determina la muerte de la célula que lo porta. Este mecanismo está implicado en
todas las funciones del viviente incluyendo el desarrollo embrionario. Si la
muerte celular programada, también llamada apoptosis, no funciona en el momento
y lugar apropiados, se producen serios daños al organismo.
Existe un conjunto de genes que activa la muerte celular y
otro que la inhibe. Estos genes están sujetos a complejos mecanismos
regulatorios que sólo se conocen parcialmente. ¿Qué ocurre cuando se activa el
gen BCL2 ? Este gen se denomina el gen de la inmortalidad debido a que su
activación inhibe la muerte. La célula que tiene activado este gen se torna
potencialmente inmortal. Daré un ejemplo: por distintas razones, en cualquier
organismo, se producen frecuentemente y de manera espontánea células
cancerosas. Si el Sistema Inmunológico funciona sin interferencias, se activan
las proteínas efectoras de la muerte y las células neoplásicas se suicidan por
apoptosis.
Es decir que, cuando funciona dentro de límites fisiológicos,
el Sistema Inmunológico elimina a las células cancerosas. Por el contrario, si
se activa el gen de la inmortalidad, que tiene como función inhibir la muerte
celular programada, las células cancerosas proliferan "sin que nadie
detenga su carrera". Al modo de las "amebas inmortales", se
dividen y pueden formar masas tumorales. Es decir que la activación del gen de
la inmortalidad induce tumores mortíferos para el individuo en el mismo punto
en que torna a las células cancerosas inmortales. Por lo tanto, en el cáncer,
no se trata de un exceso de muerte, sino por el contrario, de que la muerte
falta en el lugar y momento apropiados. Aquello que debería perderse se
retiene. Una paciente me mostró el horror de esta paradoja. Cristina se
despertaba angustiada ante un sueño que se repetía a partir de la muerte de su
padre. "Soñé con mi papá: que el cáncer seguía vivo, era algo gelatinoso,
entre gris y verdoso, que avanzaba. El tumor seguía vivo." Esta masa
gelatinosa, estas células neoplásicas que se comportan como la laminilla.
"Inmortal porque sobrevive a todas las divisiones, porque subsiste a todas
las intervenciones escíparas, y su carrera no se detiene. Puro instinto de
vida, de vida inmortal, de vida irreprimible…de vida simplificada e indestructible".
Esta vida inmortal que, en "La tercera", Lacan localiza en el
registro de lo real.
A mediados del siglo XX, la Biología modificó sustancialmente
su registro de abordaje. En el siglo XIX el criterio organizador era
predominantemente morfológico-descriptivo. A mediados del siglo XX, James
Watson y Francis Crick publicaron el modelo de la estructura del ADN, la molécula
central de la herencia. Este trabajo inauguró la era molecular de la biología.
Ya no se trata de una ciencia basada en la observación y la experimentación,
como en tiempos de Freud. La biología molecular se fundamenta en un modelo que
permite leer las letras de un código llamado genético.
Podemos pensar a la Biología molecular como un sistema
simbólico que intenta dar cuenta de lo imposible, es decir, de lo real del
organismo. En la Tercera, Lacan fundamenta la ubicación de la vida en el
registro de lo real. Dice: "de la vida no sabemos nada más, sino
únicamente lo que la ciencia nos induce, o sea que nada hay más real, lo cual
quiere decir más imposible, que imaginar como pudo iniciarse esta construcción
química que, con elementos distribuidos en cualquier cosa y de la manera que
querramos clasificarla según las leyes de la ciencia, presuntamente empezó de
repente a construir una molécula de ADN, esto es, algo en lo cual, permítanme
decírselos, vemos ya formarse, muy curiosamente, la primera imagen de un nudo…
algo en lo real- y no cualquier cosa: la vida misma- se estructura con un
nudo". El trabajo de Watson y Crick se basa en un modelo predictivo de una
doble helicoide moebiana que da cuenta del mecanismo de copia del material
genético. A partir de allí lo real, lo imposible del organismo intenta ser
leído mediante un sistema simbólico que, al modo del esquema del peine freudiano,
postula transcripciones y traducciones de un sistema a otro que permiten
caracterizar el aparato macromolecular que subyace a la vida.
El develamiento de las letras escritas en el corazón de la
vida misma, del ADN, mostró inesperadamente que la verdad de la estructura
molecular, para los seres complejos, está signada por su propia desaparición.
Pero no se trata de una muerte accidental o destructiva, sino de una muerte
propiciatoria al servicio de la vida, una muerte sin la cual la vida de los
organismos sexuados no es posible.
La muerte celular, por lo tanto, no es un accidente sino que
se encuentra inscripta en el centro mismo de la estructura celular. Hasta hace
muy poco tiempo, los biólogos pensaban a la muerte solamente como un hecho
accidental. Numerosas observaciones, por el contrario, llevaron a algunos pocos
investigadores a postular que debe existir "una muerte fisiológica",
es decir, necesaria a la vida. Estos investigadores decidieron darle un nombre
y para ello no recurrieron a un término científico sino que convocaron a un
profesor de griego. James Cormack, de la universidad de Aberdeen, dará a este
fenómeno de muerte celular el nombre griego de apoptosis. Palabra que significa
la caída de las hojas de los árboles o de los pétalos de las flores . El
impacto de este descubrimiento no produjo su efecto hasta 20 años más tarde
cuando, estudiando el mecanismo por el cual el virus del SIDA mataba a los
linfocitos, se encontró que la programación para la muerte no era un hecho
contingente de la patología sino que la totalidad de las células del organismo
tenían este programa de muerte. Actualmente se publican aproximadamente 5.000
trabajos anuales sobre el tema y la palabra apoptosis se incorpora a los nuevos
diccionarios. El sueño de inmortalidad que la ciencia implícitamente sostiene
ha sido horadado. El pacto con el diablo es estructuralmente imposible. Se ha
encontrado, dentro de su terreno, con su propio límite, esta es la paradoja. La
ciencia desconoció durante un siglo esta teoría que conmueve los ideales de
progreso ilimitado. Para los seres hablantes capaces de simbolizar el código
genético, la muerte está instalada en el nudo mismo de la estructura molecular.
Los efectos traumáticos de este encuentro se leen en la enorme profusión de
trabajos científicos que no cesan de preguntarse cómo sería posible controlar
la programación para la muerte. Los miles de trabajos que se publicaron sobre
el tema durante los últimos años revelan el intento desesperado de suturar esta
herida a la idea de progreso.
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