Desde el punto de vista fisiológico nuestro final es bastante sencillo: el corazón deja de latir, los pulmones ya no oxigenan nuestra sangre y el cerebro muere asfixiado por falta de oxígeno. Para la mayoría de los pueblos, pasamos a otra dimensión o a otra vida en un lugar muy parecido al nuestro, aunque aquí el devenir cotidiano será mucho más placentero, ya que no existe el dolor.
Sin embargo, no todos opinan de la misma forma. También los hay que encontraron su felicidad en esta vida y no desean partir a otro lugar. De esta manera, los Arunta de Australia creen que sus almas vagarán por las cercanías de su poblado hasta que consigan aferrarse a las ramas de algún árbol. Después andarán al acecho de alguna joven que les atraiga y en un descuido la fecundarán para perpetuar su existencia en la figura de su hijo. Las viudas de los aborígenes de las Islas Trobiand se untan el cuerpo con grasa y hollín, para que a sus maridos ya fallecidos les repugne el olor y no vuelvan a copular con ellas.
Hay otros métodos menos desagradables para que los espíritus de nuestros cónyuges dejen de molestarnos. Así lo entendieron al menos algunos pueblos de África occidental. Aquí, las viudas fornican con otros hombres del poblado o con forasteros, para que de esta forma su marido las rechace por su infidelidad y no vuelva jamás con ellas.
Estos ritos pudieran parecernos estúpidos y sin sentido, pero existen hoy en día algunos casos de asedio protagonizados por entes, que darían fundamento a tales creencias. Éste es el caso de la joven filipina Clara Villanueva, que en mayo de 1951 denunció a la policía de Manila los ataques por parte de un sujeto de estatura pequeña y ojos saltones, al que sólo ella podía ver. El ataque fue de tal magnitud que algunas de las heridas se infectaron, tardando varios días en sanar. De todas formas, no siempre que el espíritu de una persona se "queda" en nuestro mundo, es con unas connotaciones desagradables. El folclore popular nos ofrece un inmenso abanico a gusto de cada uno. Así por ejemplo, los Tchermises de Finlandia creen que nos reencarnamos en pez; aunque para originales nadie como los Lushei de la India, que están convencidos que nuestra alma sigue vagando por la tierra en forma de abejorro.
En ocasiones no es sólo el espíritu del fallecido el que retorna desde el más allá. También puede regresar incluso su cuerpo, como es el caso de los famosos zombis de Haití. Los ritos funerarios en aquellas lejanas tierras presentan unas características muy especiales. La noche que precede al entierro, mientras los familiares lloran y se lamentan por la terrible pérdida, sus amigos bailan y se emborrachan de forma que el muerto se lleve un buen recuerdo de los presentes y no tenga ganas de volver.
La Atracción de la Muerte
En contra de lo que pudiera parecernos, todos nos sentimos atraídos de una forma u otra por la muerte. Así lo definió Sigmund Freud, el padre de la psicología moderna, en su obra Tótem y tabú. El sabio austríaco describió en su teoría global de la personalidad, el instinto de Thanatos, una faceta de nuestra psique que nos empuja constantemente hacia el fin.
Freud se basó en las filosofías orientales a la hora de realizar estas conjeturas. En estas latitudes los conceptos religiosos eran radicalmente distintos a los cristianos, así que indagó en por qué aquellas gentes practicaban suicidios rituales, e incluso adoraban a dioses que representaban a la parca. Así es fácil comprender, no sólo como a los Kamikazes no les importaba sacrificarse por su emperador, sino también como el suicidio ritual practicado por los samurais o por las mujeres hindúes era una práctica considerada normal. Existió en oriente un grupo religioso que confundió esta concepción rescatada por Freud con la simple violencia en su más puro estado; me refiero a los famosos Thugs o Phansigars.
El fundamento de sus terribles crímenes se hallaba en uno de los episodios de la creación del mundo relatado en el Purana. Según el texto sagrado, los seres humanos no podían establecerse en la Tierra debido a que los demonios segaban la vida de cualquier mortal que pusiera un pie sobre sus territorios.
Kali comenzó una feroz lucha contra ellos, pero cuando los hería, por cada gota de sangre derramada surgía un nuevo gigante, lo que convertía su derrota en un logro prácticamente imposible. Entonces, la diosa creó a dos hombres con sus gotas de sudor, dándole a cada uno de ellos un pañuelo con el que poder estrangular a los entes demoniacos. La batalla concluyó con la victoria de Kali y de sus dos hijos, que a la sazón se convertirían en los primeros Thugs. Por un lado es, por supuesto, un hecho terrible; no en vano Kali es una mezcla entre diosa y demonio, y su misión es arrancar la vida. Pero de otro, la mitología atribuye a este ser sobrenatural un protagonismo básico a la hora de la creación de la Humanidad, ya que gracias a ella nosotros estamos hoy en día sobre la faz de la Tierra. Los Thugs, -palabra hindú que significa "engaño"- constituyeron una secta que alcanzó el millón de adeptos a finales del siglo XVIII, y su forma de actuar -aunque guiada por la superstición-, estuvo siempre caracterizada por una gran sutileza. Se introducían en las caravanas haciéndose pasar por simples viajeros, y una vez ganada la confianza de los demás miembros del grupo aprovechaban cualquier descuido para estrangular a sus víctimas. Para ello utilizaban un paño anudado a la cintura, llamado rumal.
Culto a la Muerte
Hace medio millón de años varios grupos de homínidos comenzaron a practicar los primeros rituales de la Historia, basados en la idea de la inmortalidad. En este primer momento se limitaron simplemente a orientar los huesos de los difuntos hacia el este, además de tintar sus restos de color rojo. Con ello se identificaba la resurrección del espíritu con la salida del Sol y las tonalidades rojas aportaban la esencia de la vida, que según sus creencias era la sangre.
A finales del siglo XX, la moderna Neurofisiología ha intentado comprender cómo surgió en nosotros el concepto de alma, basando su explicación en los procesos psíquicos de la percepción. Según varios científicos, esto se produce cuando adquirimos conciencia de ser nosotros mismos, aunque hasta ahora nadie ha podido explicar como unos procesos bioquímicos son capaces de crear un concepto filosófico tan sumamente complicado. A la vez que el hombre tomó consciencia de sí mismo, y pensó que su alma era inmortal, se creó la religión, y con ella los diversos métodos para llegar hasta otra vida en el más allá. Las primeras enseñanzas de tipo trascendente nacían con el ánimo de explicar un Universo que se hacía caprichoso e ininteligible para los antiguos habitantes del planeta. Así se crearon las primeras religiones animistas, que se iban haciendo más complejas con el paso de los siglos.
Marcados por diversas circunstancias, los diferentes credos surgidos imponían a sus seguidores preceptos distintos para conseguir la inmortalidad del alma, bien sea regresando de nuevo a esta vida, o continuando la existencia en otro plano de la realidad. Pese a que el proceso de creación de las religiones es en sí bastante sencillo, la diversidad humana ha contribuido a formar una inmensa cantidad de ritos, tan radicalmente distintos como lo somos nosotros mismos.
Pero, prácticamente ninguna religión describe cómo es la vida en el más allá, aunque sí se esfuerzan en contarnos cómo sería el paso a otra existencia, de no hacer caso de los mandamientos divinos. Utilizando lo trascendente, en forma de amenaza. Tan sólo ha existido un grupo que no sólo se limitaba a describir el Paraíso, sino que daba la posibilidad en vida, de viajar hasta él. Surgió en el siglo XI de la mano de Ibn Al Sabbah y su aparición estuvo marcado por motivos políticos más que místicos. Este imam afincado en Persia fue capaz, mediante las más sutiles tretas, de reunir un temible ejercito de fanáticos que sembró el terror durante siglos en Asia Menor. Fueron conocidos como los Hashshasin, palabra árabe que significa "consumidor de hachís". Y su fama fue tal, que nuestro actual vocablo "asesino" deriva directamente del nombre de los miembros de esta secta. Ibn Al Sabbah se dedicaba a reclutar muchachos jóvenes para llevarlos a su fortaleza de Alamut. Una vez allí se les instruía en el manejo de las armas, a lo que dedicaban gran parte del día. A la vez el imam les suministraba droga, consiguiendo con ello que los guerreros permanecieran constantemente en un estado semi-místico. Cuando su líder espiritual lo creía conveniente, aumentaba la dosis de hachís hasta que el elegido caía inconsciente. Entonces lo trasladaba a otro ala del castillo, donde se encontraba con un jardín paradisiaco, lleno de hermosas mujeres. El guerrero pasaba allí varios días disfrutando, hasta que otro aumento en la dosis volvía a dejarlo inconsciente. Era el momento de regresar con el resto de soldados. Cuando despertaba, Ibn Al Sabbah, a modo de Mesías, le decía "que gracias a sus poderes había estado en el paraíso, y si moría por él, toda la eternidad la pasaría allí". La entrega de los jóvenes era tal, que no dudaban en acatar sus órdenes, aunque en ello les fuera la vida. Esta experiencia "ultraterrena" provocaba que los "asesinos" no se preocuparan de huir después de perpetrar sus crímenes, ya que habían probado en vida las mieles del Edén.
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