Su historia según los evangelios canónicos
El Evangelio de Juan expone un antecedente importante de la traición de Judas: la malversación de fondos. Judas era el tesorero y robaba el dinero destinado a los pobres (Juan 12:6).
Según todos los evangelios canónicos, Judas guió a los guardias que arrestaron a Jesús hasta el lugar donde lo encontraron y según los sinópticos, les indicó quién era besándole (Marcos 14:43-46). Por su traición fue recompensado con treinta siclos de plata (Mateo 26:15), pero al poco tiempo se arrepintió de sus actos, intentó devolver las monedas a los sacerdotes que se las habían dado, y al no aceptarlas éstos, las arrojó en el templo. Luego, desesperado ante la magnitud de su delación, se suicidó ahorcándose (Mateo 27:5) en un árbol (abril de 29–33). Según otra versión, Judas compró un campo con el dinero que obtuvo gracias a su traición, pero «cayendo de cabeza, se reventó por en medio, y todas sus entrañas se derramaron» (Hechos 1:18), por lo que «aquel campo fue llamado en su lengua Acéldama, que quiere decir Campo de Sangre». (Hechos 1:19)
La animadversión popular e histórica hacia Judas
Judas ha pasado a la tradición cristiana posterior como el traidor por antonomasia. La animadversión popular hacia el personaje se expresa fielmente en la quema, apedreamiento o linchamiento ritual de numerosos muñecos llamados Judas en Carnaval, Semana Santa u otras fiestas populares (como el Día del Judas celebrado en Robledo de Chavela, o El Judas de Samaniego, ambas en España, o las Festividades de los Judíos en Purísima del Rincón, en México). Esta animadversión hacia Judas, y también hacia los sacerdotes judíos que contrataron sus servicios, fue desviada para que contribuyera al antisemitismo, facilitando la formación de un estereotipo negativo sobre el pueblo judío. A ello ayudó que Judas proviniera de Judea, región netamente judía, de esta forma Judas=Judea=Judío; término que deriva del nombre del reino de Judá (del hebreo יְהוּדָה, Yehudá, hijo de Jacob). La generalización tuvo éxito a pesar de que evidentemente Judas no era el único judío entre los apóstoles, de que los demás apóstoles judíos no traicionaron a Jesús y de que el propio Jesús fue judío.
Ejemplo de esta antigua animadversión popular se observa en una leyenda medieval, recogida por Jacobo de la Vorágine en su Leyenda dorada (capítulo XLV: San Matías Apóstol)[1] en la que Judas, antes de traicionar a Cristo, comete varios pecados horribles (fratricidio, parricidio e incesto), que recuerdan a los de Edipo. Ciborea, madre de Judas, soñó que el hijo que iba a tener sería una amenaza para su propio padre, para Dios y para su pueblo. Por esa razón, lo abandonó nada más nacer en una cesta, que arrojó al mar. La cesta fue a parar a la isla de Iscariote, y la reina del lugar, que no tenía hijos, adoptó al niño. Sin embargo, poco después quedó embarazada y dio a luz a un hijo. Judas creció junto a este niño, su hermanastro, una criatura bondadosa a la que maltrataba continuamente. Finalmente, lo mató y huyó a Jerusalén, donde entró al servicio del gobernador de su patria (Pilatos) y, a petición de éste, entró a robar manzanas en el jardín de su padre. Sorprendido in fraganti, mató al padre. Después, se casó con la viuda de éste, es decir, con su propia madre. Tras averiguar su verdadera identidad, trató de expiar su culpa convirtiéndose en uno de los apóstoles de Cristo —pero, lejos de redimirse, acabó traicionando a su maestro.
Reivindicación de Judas
En el siglo XX, algunos autores ensayaron, como ejercicio de ingenio o por convicción sincera, la posible reivindicación del personaje. Así, en el año 1944 Jorge Luis Borges publica el cuento Tres versiones de Judas, en el que presenta a un teólogo mostrando tres interpretaciones de Judas diferentes a la convencional, para quedar convencido al final de su última teoría: Dios no encarnó en Cristo, sino en Judas. Posteriormente Juan Bosch, en su libro de 1955 Judas Iscariote el calumniado, revisa la tradición evangélica sobre el personaje, presentándolo como víctima de una interpretación errónea de los hechos. El cine también ha mostrado facetas diferentes de Judas; por ejemplo la película La última tentación de Cristo, basada en la novela homónima de Nikos Kazantzakis.
En el año 2006, esta lectura positiva de Judas cobra nuevos bríos con la publicación en abril de la traducción del Evangelio de Judas, un texto gnóstico que data posiblemente del siglo II. Según este texto, el propio Jesucristo pidió a Judas que lo traicionara y Judas cumplió la orden como supremo acto de obediencia. Para los gnósticos esto representaba un acto sagrado, ya que ayudaba a liberar del cuerpo el Espíritu Santo de Jesucristo.
En el año 2007 el autor C. K. Stead siguiendo el Evangelio de Judas publica My Name Was Judas (Mi nombre fue Judas), una novela en la que Judas, octogenario, narra su amistad con Jesús desde su infancia (época en la que compartían el mismo maestro) hasta la muerte de su maestro.
Muerte de Judas
Existe una controversia acerca de la muerte de Judas, ya que el evangelio de Mateo sólo nos dice que ...fue y se ahorcó (Mateo 27:5), mientras en el libro de los Hechos dice: y era contado con nosotros, y tenía parte en este ministerio. Éste, pues, con el salario de su iniquidad adquirió un campo, y cayendo de cabeza, se reventó por la mitad, y todas sus entrañas se derramaron.(Hechos 1:17-18) Para conciliar ambos textos, se ha sugerido que cuando Judas se colgó, la cuerda se rompió, de modo que su cuerpo cayó y se reventó al golpear el suelo. Se dice que Judas compró el campo porque los sacerdotes lo compraron con el dinero que pagaron a Judas por su traición y que éste, más tarde, les devolvió (Mateo 27:3-10), de manera que era, en cierto modo, una adquisición del propio Judas. Al campo se le llamó “Campo de Sangre” por dos razones, y cada evangelista da una de ellas (Mateo 27:7-8);(Hechos 1:19).
Muchos musulmanes creen que Jesús escapó a la crucifixión y que Judas Iscariote (o Simón de Cirene) fue crucificado en su lugar.
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