En 1994, la noticia del asesinato, por parte de un sionista radical, del primer ministro israelí Isaac Rabin conmocionó a la opinión pública mundial. Pocos sabían entonces que esa muerte había sido vaticinada por la Biblia, según su análisis, a través de un complejo programa informático.Dos de las personas que sí lo sabían eran el matemático Eliyahu Rips y el periodista Michael Drosnin.
El primero, un profesor de la Universidad de Jerusalén, había sido artífice de la aplicación informática capaz de re colocar todas las letras hebreas de la Torah (el Pentateuco cristiano, o cinco primeros libros de la Biblia) y de buscar en ellas palabras cruzadas, mensajes en clave con información del pasado, el presente y el futuro, en una especie de «sopa de letras». Algo que los antiguos cabalistas, e incluso el gran Isaac Newton —a lo que dedicó más tiempo y esfuerzos que a sus investigaciones cien-tíficas—, habían intentado sin éxito. El neoyorquino de origen judío Michael Drosnin se encargó de darlo a conocer tras la muerte de Rabin.
En vano, él y Rips habían tratado de advertir al primer ministro de la amenaza contra su vida por medio de un poeta amigo suyo. Quizá el destino sea ineludible, y Rabin hizo caso omiso del mensaje que, entrecruzado en los viejos caracteres hebreos, anunciaba su asesinato e incluso el nombre de su asesino.
A partir de ahí, el código secreto de la Biblia se convirtió en un fenómeno mundial. Todos querían conocer los mensajes que aparecían cifrados en un texto escrito hace más de dos mil años, a través de una supuesta inspiración divina. Aparecieron defensores y detractores, muy laureados en ambos casos. La cuestión es que las algo más de trescientas mil letras de la Torah son una muestra relativamente pequeña para que estadística mente estos mensajes resulten completamente casuales. Matemáticos de todo el mundo —con el premio Nobel de economía Robert J. Aumann a la cabeza— han admitido lo sorprendente del fenómeno, que hasta ahora no ha sido más que verificado en una mínima parte.
Pero, a pesar de los aciertos, el código también ha fallado estrepitosamente en algunas de sus predicciones, relacionadas con guerras en Oriente Próximo, el uso de ingenios atómicos por parte de naciones no alineadas, desastres naturales, etc. Los defensores aducen que el programa informático de Rips es sólo una aproximación, y no un sistema perfecto de búsqueda de mensajes cifrados. Como en todo código secreto, el de la Biblia requiere una clave que haga posible su descifrado. Hasta ahora se han realizado, sin éxito, algunos intentos de buscar o deducir esa clave, por medio de transformaciones matemáticas de todo tipo. En cualquier caso, si un ser supremo introdujo en el Libro de los Libros toda la información de todos los tiempos de la humanidad, no parece lógico que nos lo pusiera fácil…
Fuente: 100misteriossinresolver
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