martes, 3 de septiembre de 2019
La Leyenda de Long Dog
El estado de
Tennessee, en los Estados Unidos, figura entre el resto del país en
cuanto a temas sobrenaturales. En sus rincones nunca faltan historias
sobre lugares macabros, influencia de apariciones, criaturas extrañas
vagando por los bosques y pantanos, fantasmas vengativos en busca de
sangre y espíritus de asesinos en serie que aun buscan víctimas. Un
lugar sin duda muy “pintoresco”.
Sin embargo, la
historia que más destaca en su folclore es una que hace referencia a
un ente paranormal diferente, algo que los habitantes locales han
apodado “Long Dog” (Perro grande, en traducción libre).
Parece un nombre
bastante lindo pero…
En medio de las
carreteras que cortan a Tennessee, flanqueando los bosques tupidos y
las regiones pantanosas, tan estériles y densas que todavía hay
algunas sin explorar, se guardan historias muy antiguas. El Long Dog
es una de estas.
El primer registro
moderno de este ser se hizo en un periódico de la ciudad de
Knoxville hace más de 160 años, concretamente en el año de 1847.
El escrito daba fe de un cuerpo horriblemente mutilado que había
sido encontrado en las inmediaciones de un pantano. El cadáver,
encontrado en un camino por unos viajeros, había sido cortado y
mordido hasta el punto de quedar casi irreconocible. Si bien las
autoridades responsabilizaron a los bandidos por el horrible crimen,
los testigos se empezaron a preguntar si aquello no había sido obra
de Long Dog.
Para el año 1888,
en la región de Piney Flats, en el condado de Sullivan, sucedió
algo con las mismas características que lo de Knoxville. Dos
cuerpos, pertenecientes a un hombre y una mujer, fueron localizados
en las proximidades de un camino que rodeaba un pantano. Los dos
parecían haber sido atacados por perros salvajes (apodados mongrels)
dada la cantidad de heridas hechas con mordidas y garras que habían
quedado impresas sobre los cadáveres. Nuevamente, la sospecha fue
que habían sido asesinados por ladrones y que posteriormente una
jauría de perros había encontrado los restos. Pero no fue eso lo
que indicó el examen de los restos. Las evidencias forenses
apuntaron a que ambos habían sido asesinados por perros, o por sólo
un perro, ambos con feroces mordidas en el cuello.
La prensa exigió
que se tomaran acciones urgentes. Un ataque de perros salvajes no
podía tener lugar en una región que se hacía llamar civilizada,
mucho menos ataques con víctimas fatales. Las autoridades convocaron
a cualquier interesado como delegados temporales, a cada uno de los
cuales se les pagarían 15 centavos por cada perro salvaje abatido.
Básicamente todo aquel que tenía entre manos un fusil respondió al
“llamado cívico” y una gran cantidad de animales fueron muertos.
Pese a la campaña, se extendió el rumor de que el responsable por
las muertes no era un mongrel, mucho menos una jauría, sino un único
animal, el Long Dong.
Hay otros relatos
parecidos que suceden hasta nuestros días, muertes inexplicables que
acaban siendo atribuidas a esta entidad sobrenatural.
La leyenda sobre
esta creatura se encuentra profundamente arraigada en el folclore de
sur de los Estados Unidos y se extiende por varios estados, siendo
más ampliamente divulgada en Tennessee. La leyenda tuvo su origen
entre los nativos americanos que habitaban la región, mucho antes de
la llegada de los primeros colonos.
Los indios Cherokee
llamaron a este monstruo “Oolonga-daglalla“, que puede ser
traducido como “espíritu con dientes afilados”. Se le
consideraba una especie de monstruo que vagaba por las praderas
siguiendo el curso de los ríos o descansando temporalmente en los
pantanos. El sonido de su rugido podía ser escuchado durante la
noche, un largo lamento que helaba la sangre en las venas de quien lo
escuchaba. Este espíritu, según la leyenda, odiaba a muerte a los
humanos, siendo una fuerza primal de venganza y salvajismo, un
depredador feroz que cazaba y mataba a quien se cruzaba en su camino.
Para algunos chamanes este ser simbolizaba la venganza de la
naturaleza y de los animales cazados por el hombre.
Al paso del tiempo,
el nombre fue corrompido por los blancos dejando de ser
“Oolonga-daglalla” y pasando a ser llamado “Long Dog”. El
nombre se incrustó perfectamente en el inconsciente colectivo de los
colonos, y parecía adecuado a los ojos de aquellos que alegaban
haber visto a la creatura y sobrevivido a la experiencia.
Long Dog es descrito
como un animal extremadamente rápido que saltaba a grandes
distancias mientras corría sobre cuatro patas. Siempre que saltaba
lograba caer de pie o alcanzar una presa tan velozmente que resultaba
inútil intentar escapar. Cuando el monstruo elegía un objetivo
nunca lo perdía de vista, incluso si este intentaba escapar
corriendo entre otras personas, la creatura jamás cambiaba de
elección. Las leyendas cuentan que el animal capturaba a sus presas
y las torturaba con sus afiladísimas garras, causando dolorosas
heridas, pero lo suficientemente leves como para mantenerlas con
vida. Luego de rasgar la carne de la víctima, el monstruo se
deleitaba lamiendo la sangre que escurría de las heridas. A veces,
el ser llegaba al punto de dejar que la presa escapara fingiendo
desinterés, solamente para emprender una nueva persecución,
capturarla y atormentarla una vez más. Cuando finalmente se cansaba
de juguetear, Long Dog simplemente mataba, generalmente con una
mordida lacerante en el cuello.
A diferencia de
otros animales salvajes, el Long Dog no mataba para alimentarse o
defender su territorio. Todo lo contrario, el ser sentía un placer
casi humano en la caza y con la masacre de sus víctimas. Los
Cherokee le temían de tal manera que evitaban ciertas partes del
bosque y colocaban símbolos de protección en la corteza de los
árboles a fin de mantenerlo alejado. Aquel que sufría heridas, pero
lograba escapar del monstruo, era expulsado de la tribu, pues era
cuestión de tiempo hasta que el Oolonga-Daglalla regresara a
terminar el trabajo. Los cazadores marcados por el monstruo recibían
un cuchillo o una lanza y eran obligados a adentrarse en el bosque
donde debían permanecer por 7 días. Si en ese periodo el monstruo
no los atacaba, entonces podían regresar, sabiendo que estaban
relativamente seguros.
Según la
descripción tradicional, el Long Dog sería un animal de grandes
dimensiones, con entre 1.50 y 1.80 m de largo, las mismas dimensiones
que una pantera o puma. Su cuerpo sería musculoso y ágil, las patas
traseras muy largas y la cabeza relativamente pequeña, con hocico
plano y orejas levantadas. En comparación, la boca sería
extremadamente grande, repleta de dientes afilados. Long Dog era una
mezcla de Wolverine, pantera y lobo, con las peores características
de cada uno de estos. Peor aún, según la tradición, los ojos de la
bestia, de un color rojo amarillento, brillaban en la oscuridad como
dos brasas incandescentes. El aliento del monstruo tendría un
característico olor a azufre que podía cegar. Su pelaje era muy
ralo, bastante pegado al cuerpo, con una característica brillante y
aceitosa, casi fluida. Los rastros que dejaban cuando eran
encontrados, evidenciaban una pata colosal dotada de enormes garras.
Pero las historias
sobre Long Dog no están limitadas a sus habilidades como depredador
y asesino. Las leyendas cuentan que la creatura también tenía
capacidades sobrenaturales. Esta sería capaz de asumir una forma
incorpórea (Los Cherokee decían que se transformaba en humo) y de
esa manera podía atravesar los árboles, la vegetación y hasta
surgir directamente del suelo o en el propio aire. Para otros tenía
la capacidad de hacerse invisible o al menos mimetizarse en la
naturaleza de tal forma que no podía ser visto, hasta que ya era
demasiado tarde.
Otra horrible
capacidad de Long Dog implicaba poder esclavizar a aquellos a quienes
mató o de quien probó su carne y sangre.
Algunas veces, la
victima de Long Dog simplemente desaparecía y nada era encontrado en
el lugar del ataque más que un hedor a azufre, tierra removida y
rastros de sangre. Según la leyenda, Long Dog era capaz de devorar
el espíritu de su presa y después de masticarlo, devolver su cuerpo
hecho de pedazos. Como resultado, la víctima se levantaba y era
capaz de andar nuevamente, aunque queda claro que no se trataba ya de
una persona, sino de una abominación ni viva ni muerta. En esta
condición, la víctima se volvía incontrolable y peligrosa. Como
impulsada por una furia ciega, arremetía contra cualquiera que se
cruzara en su camino, intentando morder y rasguñar. En las
descripciones del pueblo Cherokee, la víctima ya no era una persona,
sino un “esclavo de la rabia”, que gradualmente se iba haciendo
menos humano hasta convertirse en una cosa perversa con ojos
sangrientos, boca babeante y que andaba sobre las cuatro
extremidades.
Existe una relación
entre la leyenda de Long Dog y las historias macabras relatadas sobre
el Túnel Sensabaugn.
La leyenda de Long
Dog
El estado de
Tennessee, en los Estados Unidos, figura entre el resto del país en
cuanto a temas sobrenaturales. En sus rincones nunca faltan historias
sobre lugares macabros, influencia de apariciones, criaturas extrañas
vagando por los bosques y pantanos, fantasmas vengativos en busca de
sangre y espíritus de asesinos en serie que aun buscan víctimas. Un
lugar sin duda muy “pintoresco”.
Long Dog
Sin embargo, la
historia que más destaca en su folclore es una que hace referencia a
un ente paranormal diferente, algo que los habitantes locales han
apodado “Long Dog” (Perro grande, en traducción libre).
Parece un nombre
bastante lindo pero…
En medio de las
carreteras que cortan a Tennessee, flanqueando los bosques tupidos y
las regiones pantanosas, tan estériles y densas que todavía hay
algunas sin explorar, se guardan historias muy antiguas. El Long Dog
es una de estas.
El primer registro
moderno de este ser se hizo en un periódico de la ciudad de
Knoxville hace más de 160 años, concretamente en el año de 1847.
El escrito daba fe de un cuerpo horriblemente mutilado que había
sido encontrado en las inmediaciones de un pantano. El cadáver,
encontrado en un camino por unos viajeros, había sido cortado y
mordido hasta el punto de quedar casi irreconocible. Si bien las
autoridades responsabilizaron a los bandidos por el horrible crimen,
los testigos se empezaron a preguntar si aquello no había sido obra
de Long Dog.
Para el año 1888,
en la región de Piney Flats, en el condado de Sullivan, sucedió
algo con las mismas características que lo de Knoxville. Dos
cuerpos, pertenecientes a un hombre y una mujer, fueron localizados
en las proximidades de un camino que rodeaba un pantano. Los dos
parecían haber sido atacados por perros salvajes (apodados mongrels)
dada la cantidad de heridas hechas con mordidas y garras que habían
quedado impresas sobre los cadáveres. Nuevamente, la sospecha fue
que habían sido asesinados por ladrones y que posteriormente una
jauría de perros había encontrado los restos. Pero no fue eso lo
que indicó el examen de los restos. Las evidencias forenses
apuntaron a que ambos habían sido asesinados por perros, o por sólo
un perro, ambos con feroces mordidas en el cuello.
La prensa exigió
que se tomaran acciones urgentes. Un ataque de perros salvajes no
podía tener lugar en una región que se hacía llamar civilizada,
mucho menos ataques con víctimas fatales. Las autoridades convocaron
a cualquier interesado como delegados temporales, a cada uno de los
cuales se les pagarían 15 centavos por cada perro salvaje abatido.
Básicamente todo aquel que tenía entre manos un fusil respondió al
“llamado cívico” y una gran cantidad de animales fueron muertos.
Pese a la campaña, se extendió el rumor de que el responsable por
las muertes no era un mongrel, mucho menos una jauría, sino un único
animal, el Long Dong.
Hay otros relatos
parecidos que suceden hasta nuestros días, muertes inexplicables que
acaban siendo atribuidas a esta entidad sobrenatural.
La leyenda sobre
esta creatura se encuentra profundamente arraigada en el folclore de
sur de los Estados Unidos y se extiende por varios estados, siendo
más ampliamente divulgada en Tennessee. La leyenda tuvo su origen
entre los nativos americanos que habitaban la región, mucho antes de
la llegada de los primeros colonos.
perro del infierno
Los indios Cherokee
llamaron a este monstruo “Oolonga-daglalla“, que puede ser
traducido como “espíritu con dientes afilados”. Se le
consideraba una especie de monstruo que vagaba por las praderas
siguiendo el curso de los ríos o descansando temporalmente en los
pantanos. El sonido de su rugido podía ser escuchado durante la
noche, un largo lamento que helaba la sangre en las venas de quien lo
escuchaba. Este espíritu, según la leyenda, odiaba a muerte a los
humanos, siendo una fuerza primal de venganza y salvajismo, un
depredador feroz que cazaba y mataba a quien se cruzaba en su camino.
Para algunos chamanes este ser simbolizaba la venganza de la
naturaleza y de los animales cazados por el hombre.
Al paso del tiempo,
el nombre fue corrompido por los blancos dejando de ser
“Oolonga-daglalla” y pasando a ser llamado “Long Dog”. El
nombre se incrustó perfectamente en el inconsciente colectivo de los
colonos, y parecía adecuado a los ojos de aquellos que alegaban
haber visto a la creatura y sobrevivido a la experiencia.
Long Dog es descrito
como un animal extremadamente rápido que saltaba a grandes
distancias mientras corría sobre cuatro patas. Siempre que saltaba
lograba caer de pie o alcanzar una presa tan velozmente que resultaba
inútil intentar escapar. Cuando el monstruo elegía un objetivo
nunca lo perdía de vista, incluso si este intentaba escapar
corriendo entre otras personas, la creatura jamás cambiaba de
elección. Las leyendas cuentan que el animal capturaba a sus presas
y las torturaba con sus afiladísimas garras, causando dolorosas
heridas, pero lo suficientemente leves como para mantenerlas con
vida. Luego de rasgar la carne de la víctima, el monstruo se
deleitaba lamiendo la sangre que escurría de las heridas. A veces,
el ser llegaba al punto de dejar que la presa escapara fingiendo
desinterés, solamente para emprender una nueva persecución,
capturarla y atormentarla una vez más. Cuando finalmente se cansaba
de juguetear, Long Dog simplemente mataba, generalmente con una
mordida lacerante en el cuello.
A diferencia de
otros animales salvajes, el Long Dog no mataba para alimentarse o
defender su territorio. Todo lo contrario, el ser sentía un placer
casi humano en la caza y con la masacre de sus víctimas. Los
Cherokee le temían de tal manera que evitaban ciertas partes del
bosque y colocaban símbolos de protección en la corteza de los
árboles a fin de mantenerlo alejado. Aquel que sufría heridas, pero
lograba escapar del monstruo, era expulsado de la tribu, pues era
cuestión de tiempo hasta que el Oolonga-Daglalla regresara a
terminar el trabajo. Los cazadores marcados por el monstruo recibían
un cuchillo o una lanza y eran obligados a adentrarse en el bosque
donde debían permanecer por 7 días. Si en ese periodo el monstruo
no los atacaba, entonces podían regresar, sabiendo que estaban
relativamente seguros.
long dog ilustración
Según la
descripción tradicional, el Long Dog sería un animal de grandes
dimensiones, con entre 1.50 y 1.80 m de largo, las mismas dimensiones
que una pantera o puma. Su cuerpo sería musculoso y ágil, las patas
traseras muy largas y la cabeza relativamente pequeña, con hocico
plano y orejas levantadas. En comparación, la boca sería
extremadamente grande, repleta de dientes afilados. Long Dog era una
mezcla de Wolverine, pantera y lobo, con las peores características
de cada uno de estos. Peor aún, según la tradición, los ojos de la
bestia, de un color rojo amarillento, brillaban en la oscuridad como
dos brasas incandescentes. El aliento del monstruo tendría un
característico olor a azufre que podía cegar. Su pelaje era muy
ralo, bastante pegado al cuerpo, con una característica brillante y
aceitosa, casi fluida. Los rastros que dejaban cuando eran
encontrados, evidenciaban una pata colosal dotada de enormes garras.
Pero las historias
sobre Long Dog no están limitadas a sus habilidades como depredador
y asesino. Las leyendas cuentan que la creatura también tenía
capacidades sobrenaturales. Esta sería capaz de asumir una forma
incorpórea (Los Cherokee decían que se transformaba en humo) y de
esa manera podía atravesar los árboles, la vegetación y hasta
surgir directamente del suelo o en el propio aire. Para otros tenía
la capacidad de hacerse invisible o al menos mimetizarse en la
naturaleza de tal forma que no podía ser visto, hasta que ya era
demasiado tarde.
Otra horrible
capacidad de Long Dog implicaba poder esclavizar a aquellos a quienes
mató o de quien probó su carne y sangre.
Algunas veces, la
victima de Long Dog simplemente desaparecía y nada era encontrado en
el lugar del ataque más que un hedor a azufre, tierra removida y
rastros de sangre. Según la leyenda, Long Dog era capaz de devorar
el espíritu de su presa y después de masticarlo, devolver su cuerpo
hecho de pedazos. Como resultado, la víctima se levantaba y era
capaz de andar nuevamente, aunque queda claro que no se trataba ya de
una persona, sino de una abominación ni viva ni muerta. En esta
condición, la víctima se volvía incontrolable y peligrosa. Como
impulsada por una furia ciega, arremetía contra cualquiera que se
cruzara en su camino, intentando morder y rasguñar. En las
descripciones del pueblo Cherokee, la víctima ya no era una persona,
sino un “esclavo de la rabia”, que gradualmente se iba haciendo
menos humano hasta convertirse en una cosa perversa con ojos
sangrientos, boca babeante y que andaba sobre las cuatro
extremidades.
Existe una relación
entre la leyenda de Long Dog y las historias macabras relatadas sobre
el Túnel Sensabaugn.
perro del demonio
Una de estas
historias hace mención de que durante la construcción del túnel
fueron contratados muchos obreros inmigrantes, chinos e italianos,
principalmente. Como sucedía casi siempre en esa época, las
condiciones del trabajo eran inhumanas y los accidentes eran bastante
frecuentes en el lugar de la construcción.
Según la leyenda
urbana, uno de estos “accidentes”, en el cual varios obreros
fueron victimados (tres según algunas versiones) estaría
relacionado a “Long Dog”. Cuando el túnel estaba siendo
construido en el año 1920, la región estaba bastante aislada y para
facilitar el progreso, los empleados montaron un campamento y dormían
en el lugar en tiendas de campaña improvisadas. Hay rumores de que
los obreros escucharon en repetidas ocasiones ruidos extraños en las
inmediaciones, aullidos y rasguños, además percibían un olor a
azufre que dejó a los hombres con los nervios de punta.
No tardó mucho
tiempo para que los trabajadores supieran de la leyenda de Long Dog y
empezaran a tener miedo de salir del campamento. Algunos renunciaron
al trabajo, pero otros persistieron creyendo que aquello no pasaba de
una simple superstición y locura de los nativos que hacía mucho
tiempo habían partido. Pese a esto, cada noche encendían una fogata
que se quemaba hasta el amanecer.
A pesar de las
historias, el trabajo continuó hasta meses después, el túnel quedó
listo y sólo faltaban algunos detalles para que fuera inaugurado. La
mayoría de los obreros fueron liquidados, y aliviados se llevaron su
dinero y abandonaron el lugar. Algunos pocos hombres se quedaron para
concluir los detalles que faltaban. La tragedia sucedió una noche,
cuando los hombres que permanecieron en el campamento estaban
distraídos y con la guardia baja. Dicen que el capataz de la
construcción los había consentido con una caja de cerveza que
bebieron sin medida olvidándose de encender el fuego. La verdad es
que nadie sabe a ciencia cierta…
A la mañana
siguiente, el capataz se dirigió al campamento y se encontró con
algo espeluznante, una verdadera masacre que evocaba a los
sangrientos ataques que los colonos sufrían a manos de los nativos.
Los hombres no sólo habían sido asesinados, sus cuerpos fueron
salvajemente desmembrados.
El capataz regresó
a la ciudad y buscó a los responsables de la obra, entre los cuales
se encontraba el Sr. Sensabaugn, quien lo acompañó hasta el lugar,
junto con algunos hombres de su entera confianza. Constataron la
tragedia y quedaron pasmados por la barbarie del ataque y por el
hedor residual de azufre que permeaba todo el sitio. Sensabaugn, sin
embargo, era un hombre demasiado práctico: sabía que la
construcción no podía permitirse un retraso, y un escándalo de
aquella magnitud sería un verdadero problema. También sabía que
los muertos eran inmigrantes, hombres sin familia cuya falta no sería
sentida por nadie. Argumentando que los perros salvajes eran los
responsables, el ingeniero ordenó que los hombres levantaran los
restos y los cargaran hasta el túnel. En el interior había una
parte profunda que debía ser sellada con concreto. Fui allí donde
Sensabaugn habría ordenado en secreto a los hombres que sepultaran a
los muertos.
Dice la leyenda que
aquellas victimas de Long Dog no se quedaron confinadas a aquel
sitio. Los cuerpos fueron obligados a levantarse como “esclavos de
la rabia” y encontraron una manera de escapar de su confinamiento
para causar más tristeza. Y de alguna manera esto se cumplió…
¿Habría el
Oolonga-daglalla liberado a los “esclavos de la rabia” para que
fueran en busca de venganza? ¿Serian estos muertos-vivientes los
responsables por las tragedias que transformaron en leyenda urbana el
área, contribuyendo a la fama del Túnel Sensabaugn? ¿El vagabundo
que robó el bebé del Sr. Sensabaugn y lo arrojó a un hoyo del
túnel podría ser algo más que sólo un vagabundo? O quien sabe,
quizá la masacre sucedida en la casa de los Sensabaugn podría haber
sido causada por otra persona.
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