martes, 9 de abril de 2019
Espero que me Extrañes..
Dorothy Cooper
Forstein había vivido en un estado de pánico durante cinco años,
desde la tarde del 25 de enero de 1945.
Ella estaba casada
con Jules Forstein, un magisrado de la ciudad de Filadelfia, con el
que tuvo 3 hijos: Myrna, Marcy y Edward, quien llevaba pocos meses de
vida para ese entonces. Vivían en una casa de tres pisos en los
suburbios de la ciudad. Aquella tarde de Enero, la señora Forstein
dejó sus hijos en la casa de un vecino para que pudiera hacer
algunas compras. Al regresar, la noche estaba cayendo. Entró en su
casa tranquilamente, cuando de repente alguien salío desde el
pequeño cuarto de abajo de la escalera y la atacó, golpeando a la
mujer indefensa hasta dejarla inconsciente. Solo pudo gritar una vez.
La policía irrumpió
por la puerta de entrada de la casa de los Forstein y encontró a
Dorothy yaciendo en un charco de sangre. Tenía rota la mandíbula y
la nariz, un hombro fracturado y muchas lesiones. Había dinero y
joyas en la casa, pero no faltaba nada. El móvil había sido el
asesinato, dijo la policía. El agresor había entrado en la casa sin
dejar huellas dactilares, ni forzar ninguna puerta o ventana. Y
tampoco se encontró el menor indicio de cómo había salido de la
casa.
Dorothy Forstein
solo declaró. "Alguien se me echó encima , no vi quién era.
Él solo me golpeaba y golpeaba " , dijo ella con voz temblorosa
a la policía.
El juez Jules
Forstein, su esposo, tenía una coartada irrefutable para la hora de
la agresión. Y la señora Forstein no tenía enemigos conocidos. El
agresor podía haber sido un enemigo de su marido, pero después de
una investigación de varios meses, no se descubrió ningún
sospechoso.
Dorothy Forstein,
aunque físicamente se recuperó lentamente, nunca llegó a reponerse
emocionalmente de aquel ataque contra su integridad. Solía comprobar
repetidas veces las cerraduras de seguridad que habían puesto en
puertas y ventanas. Buscaba constantemente la compañía de parientes
y vecinos, y a veces, durante aquellas reuniones, se sumía en un
profundo silencio.
Todo continuó con
relativa calma en la vida de los Forstein, hasta la tarde del 18 de
Octubre de 1949. En aquella ocación, el juez Jules Forstein llamó a
su esposa para decirle que llegaría tarde, pues tenía que asistir a
un banquete político. Ella se quedaría en casa con Marcy y Edward,
dado que la mayor, Myrna de 19 años, habia ido a casa de una amiga.
–No me retrasaré
demasiado –dijo su marido–. ¿Va todo bien?
El juez raras veces
dejaba solos a su esposa y a sus hijos, debido al incidente acaecido
en la casa cinco años antes. Pero en esta ocasión, Dorothy estaba
alegre y aseguró a su marido que todo marchaba bien.
–Espero que me
extrañes –añadió.
"Dorothy va
mejorando", se dijo el juez Forstein cuando volvió tarde del
banquete esa noche, cinco años después de la agresión.
Ya dentro de la casa
débilmente iluminada, lo primero que oyó fueron los gritos de sus
hijos, Edward y Marcy. Les encontró acurrucados juntos en un
dormitorio, llorando convulsivamente.
–Es mamá –le
dijeron–. ¡¡¡Algo estuvo aquí y se llevó a mamá!!!
Forstein registró
todas las habitaciones de la casa. Allí estaba su bolso, con el
dinero y las llaves, pero Dorothy Forstein había desaparecido. No
faltaba nada de la casa y la puerta principal aún estaba cerrada con
llave. Curiosamente, el juez Forstein se retrazó dos días en hacer
la denuncia a la policía.
Marcy, de solo 9
años, dió el único testimonio. Contó, entre sollozos, que habían
despertado unos fuertes ruidos en la noche y había corrido hacia el
pasillo. A través de una rendija de una puerta, vio a un hombre que
venía de la parte de arriba junto a su madre tumbada de bruces sobre
la alfombra.
–Parecía mareada–
gimoteó la pequeña.
Entonces el intruso
había levantado a la madre y la había cargado sobre un hombro, con
la cabeza colgando sobre su espalda. Marcy le preguntó al hombre que
estaba haciendo. Este solo le contesto: “Vuelve a la cama. Tu madre
se ha mareado, pero ahora estará bien”, y le acarició el cabello.
Luego bajó la escalera llevándose a Dorothy Forstein, que sólo
vestía su pijama rojo de seda y desapareció. Según su testimonio,
unos quince minutos más tarde llegó su padre. Marcy declaró que el
hombre tenía un sombrero marrón y una chaqueta marrón, que estaba
en la edad de su padre, y ella nunca lo había visto antes .
El testimonio de la
pequeña fue puesto en tela de juicio por las autoridades, aunque
ella constantemente lo afirmaba y las pericias psiquiatricas así lo
cumprueban.
Cuando llegó la
policía, no encontraron huellas digitales en ninguna parte. Además,
parecía increíble que un hombre que llevaba una mujer a cuestas
hubiese podido salir de la casa sin apoyarse en algo. ¿Y por qué
nadia había tratado de detenerlo al andar por una calle transitada,
transportando una mujer inconsciente y en pijama? ¿Y cómo había
entrado en la casa de los Forstein, con sus múltiples cerraduras de
seguridad en puertas y ventanas?
La policía
investigó en todos los hospitales de Philadelfia así como en
pensiones, casas de reposo, hoteles y en el depósito de cadáveres.
Las pesquisas no revelaron ninguna información sobre Dorothy
Forstein y el caso nunca fue resuelto.
Con el tiempo, se
publicaron libros y reportajes acerca de lo ocurrido. Pero Dorothy
Forstein nunca apareció. Fuese quien fuere el hombre que secuestró
y seguramente asesinó a Dorothy Forstein, se la llevó para siempre,
dejando solamente el recuerdo de aquellas últimas palabras: “Espero
que me extrañes”
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