domingo, 7 de abril de 2019
El Fantasma Del Jardín De Infantes
El
principal de los motivos es tratar de contar todo sin dar nombres ni
detalles específicos, ya que hay una familia que aún llora a su muerto y
mucha gente que trabaja en el jardín de infantes de este terrible
suceso. Sinceramente lo que me lleva a contarla es que esta vez doy fe
de que es totalmente real porque fue partícipe de los hechos… hechos que
aún pueden ser comprobados por cualquier alma inquisitiva como la mía.
Hace
algunos años se suicidó un personaje público en Mendoza, vamos a
llamarlo Pedro. Hay varios rumores sobre su suicidio, los cuales no
vienen al caso, lo que sí les puedo comentar es que el hecho fue en el
primer piso de su casa, que hacía las veces de oficina de trabajo.
Pedro era
un ferviente radioescucha y amante de los gatos. Felipe (nombre alusivo
también) era el gato que lo acompañaba durante sus tarde noches de
trabajo con la radio de fondo.
El caso
conmocionó la provincia, la familia aún hoy no ha hecho público el
motivo de tan drástica decisión. Incluso se comenta que previo al suceso
hubo un caliente ida y vuelta con un colega suyo. Pedro decidió
suicidarse, lo que olvidó fue que los suicidas quedan en el umbral de la
vida y la muerte, vagando errantes.
La familia
al muy poco tiempo vendió la enorme casa, son más que obvios los
motivos. Incluso la misma fue vendida a un precio casi irrisorio, como
para sacársela de encima rápidamente. En el lugar se abrió un jardín de
infantes, el cual al poco tiempo se llenó de alumnos.
En el piso
de arriba abrieron varias aulas y la oficina de la directora, quien
siempre era la primera en entrar y la última en irse. Esta oficina era
la habitación donde Pedro se había suicidado.
La
historia comenzó un día en que una conocida mía me contó que los niños
veían a un señor vestido de negro pasando por el pasillo, a mi conocida
le vamos a poner el nombre de Alba. Cuando los chicos le decían “Seño,
seño, ¿Quién es ese señor?” Alba se daba vuelta y no veía a nadie. Al
principio relacionó todo con la imaginación de los niños, hasta ahí no
había contado nunca nada.
Me vino
con la historia el día que desapareció uno de sus alumnitos. Se pueden
imaginar los nervios de todo el personal buscando al niño por todos
lados. La directora no quería llamar a la policía para no alarmar a los
padres y las seños habían colapsado por la situación. A último momento,
Alba encontró a su alumnito en el sótano de la casa. Entre retos,
llantos y ovarios que descendían de las gargantas a sus respectivos
lugares, Alba y la directora le preguntaron al nene como había llegado
ahí abajo, cuando la puerta de entrada al sótano estaba cerrada con
llave, llave que la directora guardaba en un cajón de su escritorio. El
nene contestó que el “señor de negro” lo había llevado de la mano y le
había dicho que se quedara a esperarlo que le traería un regalo. Un
escalofrío recorrió toda la espalda de Alba, quien al momento fue citada
a una reunión en privado en el despacho de la directora.
Como era
de esperar, se le pidió casi de manera amenazante que el hecho no
trascendiera. Las llaves del sótano habían desaparecido del cajón de la
directora. Obviamente Alba llegó muy shokeada a su casa y fue al poco
tiempo cuando me enteré del suceso.
Lo que
comenzó a ocurrir después fue que los chicos veían un gato entrar por
las ventanas de las aulas. Ya no eran solamente los alumnos de Alba,
sino que eran todos los alumnos del jardín. Además, un hombre de negro
asustaba a una seño pero no le llamaba la atención a un niño, un gato
sí. Alba cuenta que observaba con horror cuando todos sus alumnitos se
paraban a ver al gatito en la ventana y lo saludaban al tiempo que ella
no veía absolutamente nada.
Una mañana
de invierno se comenzó a escuchar una radio en la oficina de la
directora, comenzó suave, como el ruido de un aparato viejo. Luego el
sonido empezó a aumentar, hasta que se hizo bastante molesto para
mantener a los alumnos concentrados. Alba me comentó que parecía una
especie de discurso lo que se escuchaba, una voz vitoreada por varias
voces. Llegó un punto en el que se puso muy fuerte la radio y Alba
decidió ir hasta la oficina de la directora para pedirle que bajara el
volumen. Al llegar la habitación estaba cerrada. Alba golpeó una vez,
volvió a golpear y nada, llamó a la directora y nada, luego de un minuto
se asustó, pensando que quizás la directora se podía haber desmayado y
comenzó a llamarla fuerte, sin gritar, por miedo a que se asustaran sus
alumnos. Las demás seños salieron al pasillo y vieron la cara de nervios
de Alba, llamando a la directora y tratando de no gritar al tiempo que
les hacía gestos con las manos y la cara. La llamaron al unísono y nada,
golpearon más fuerte y no se oían respuestas, la radio ya estaba a un
volumen insoportable.
De pronto
subió un celador que dijo que sentía los ruidos de la radio desde el
jardín de afuera. Vio a las seños desesperadas intentando abrir y pensó
lo mismo que todas, que algo le podría haber pasado a la directora.
Forcejeó un poco la puerta y luego la abrió con el hombro de un golpazo.
El ruido se mezcló con el volumen de la radio, el cual se cortó en seco
al abrirse la puerta… la habitación estaba vacía. Entraron todas las
seños para ver si la directora estaba en el baño privado de la oficina y
nada. Estando todos adentro apareció la directora que venía de hacer
trámites, desde la calle. Jamás tuvo una radio en la habitación.
La
siguiente semana la directora puso su oficina en la planta baja, y dejó
la habitación donde se suicidó Pedro como una despensa de materiales.
Una tarde
noche estaba en la casa de Alba y me llamó desesperada. Los papás de un
alumno estaban llegando de viaje y estaban un poco demorados, le habían
pedido a Alba que se quedara con su hijo a esperarlos en el jardín
porque no tenían a nadie que lo pasara a buscar. Luego de una hora de
espera la directora le dio las llaves de la entrada a Alba y le pidió
que se quedara sola, porque ella tenía que volver a su casa y no se
podía quedar más. Alba bajó al hall y se quedó con el nene. Al poco
tiempo oscureció y comenzó a escuchar la radio desde arriba de las
escaleras. Alzó al nene al tiempo que este señalaba para arriba y decía
“mire seño ahí está el señor con el gatito Felipe”, salió al jardín de
la casa y me llamó. Por una cuestión legal no pueden esperar a los
padres del niño en la vereda del jardín, si pasa algo se les arma
tremendo lío profesional. Alba estaba aterrada, todas sus cosas se
habían quedado en el piso de arriba y al nene aún no lo pasaban a
buscar.
En el
ínterin entre que llegué yo, pasaron a buscar al nene, pero Alba tenía
las llaves de su auto, de su casa y su portafolio en el primer piso. No
se había animado a contarles nada a los papás del nene, pero tampoco se
había animado a subir ella sola a buscar las cosas.
Yo
realmente sabía un poco más de la historia. Sabía del suicidio pero
jamás se lo quise comentar, para no asustarla, por lo que realmente
estaba muerto de miedo. Debo aclarar que soy bastante miedoso, así que
no me animé a subir solo. Cerca del jardín vive un amigo mío, así que lo
llamé y al toque se vino. Si bien no sentía nada de ruido ni nada, en
el ambiente había algo denso y negativo.
Llegó mi
amigo y le contamos más o menos lo que pasaba, él no entendía porque no
me había animado a subir a buscar las cosas. Entonces fuimos los dos,
comenzamos a subir las escaleras y nada. Llegamos al pasillo, a la
derecha estaba la salita de Alba y al fondo la despensa con la puerta
cerrada. Entramos los dos a la sala de Alba a buscar todas sus cosas, no
sentíamos ruido ni nada, de pronto se empezó a escuchar un ruidito,
como de alguien sintonizando una radio. Las piernas me comenzaron a
temblar y le dije a mi amigo que nos fuésemos ya.
Lo primero
que hicimos al salir de la salita fue mirar hacia la despensa… la
puerta estaba abierta. El corazón se me salió por la boca y le grité a
mi amigo que nos fuéramos ya. Mi amigo me agarró de la manga de la
campera y me dijo “esperá boludo, no seas cagón, no pasa nada, vení
vamos a ver”. Le contesté que ni en pedo, que estaba loco, que la
cortara y que bajáramos que estaba cagado en las patas. Él no quiso
bajar y debo reconocer que el miedo se apoderó de mí. Le dije que no me
hiciera eso, por favor, que me sentía un cobarde si me iba pero que
estaba muerto de miedo, me vio temblando entero y tuvo algo de piedad.
Me dijo “bueno, quedate vos acá y bancame, yo voy a ver”. Yo temblaba
como nunca en mi vida, ya era tarde para decirle que no, el muy hijo de
puta avanzaba decidido hacia la puerta de la despensa.
De pronto la
radio paró de sintonizarse y quedó fija en el discurso ese que
escuchaban las seños. Entonces llegó a la puerta, miro para adentro y la
puerta se cerró de golpe. Salimos los dos al palo… corrí desesperado e
incluso no se en qué momento bajé las escaleras. Al llegar al hall mi
amigo estaba blanco, Alba nos preguntó de afuera qué había pasado,
qué habíamos visto. Mi amigo se apresuró a hablar y me calló, muy
relajado dijo que no habíamos visto nada, que me estaba haciendo un
chiste. Yo lo miré con cara de orto y le dije que no podía ser tan
boludo de hacerme asustar así. Nos despedimos y cada uno se fue a su
auto.
Me subí al
auto y me comenzó a sonar el celu, era mi amigo. “Bomur, llamo para
contarte culiado, no te quise asustar porque estaba esta flaca y tenía
un pánico tremendo, ella labura ahí y tiene que ir todos los días, pero
no voy más a esa casa culiado”, le pregunté que qué había visto. Cabe
aclarar que en ningún momento le contamos absolutamente nada de la
historia, ni Alba ni yo. “No boludo, no sabés, estaba re oscuro, pero
así como en sombras pude ver a un viejo vestido de negro acariciando un
gato que tenía en los brazos”.
Alba es mi
amiga y se lo tuve que contar, ahí pasaba algo feo y no se merecía que
le pasase nada raro. A los pocos días renunció. Hoy por hoy han
renunciado todas y cada unas de las seños compañeras de Alba, todas por
el mismo motivo… y el jardín sigue funcionando en el mismo lugar.
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Yo se, que hay algo
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