domingo, 11 de enero de 2015
La Isla de Buyan, Lugar Mítico
La isla de Buyan es un lugar mítico
que aparece en los conjuros y los cuentos populares rusos, y que
algunos autores han identificado con el rai, el paraíso de los
primitivos eslavos.
Las coincidencias entre ambos
territorios son notables: los dos se encuentran al Este, entre las
olas del océano, desconocen la oscuridad, el invierno y la
infelicidad, y, sobre todo, tanto el uno como el otro constituyen el
refugio nocturno del Sol. Se trata de vergeles exuberantes a los que
regresan las aves y los insectos al terminar el otoño, lugares, por
tanto, edénicos y de renovación.
A través de los conjuros sabemos que
Buyan, además de ser el hogar del Sol, lo es de los vientos del
Norte, el Este y el Oeste, y de diversos animales maravillosos. Allí
moran, por ejemplo, la más vieja de las serpientes, el cuervo
profético, la madre de todas las abejas y un pájaro con pico de
hierro y garras de cobre, a la vez la más grande y anciana de todas
las aves.
Dos lugares emblemáticos hay en Buyan:
uno es un gran roble a cuya sombra se arrastra la serpiente Garafena
y se sienta, a veces, la divina doncella Zarya, señora del amanecer;
el otro, la brillante piedra Alatuir, bajo la cual fluyen ríos de
agua sanadora.
De esta misteriosa roca, de textura
ambarina, se dice que se mantiene siempre templada y jamás se
enfriará. Sobre su cima la doncella Zarya cose las heridas
sangrantes de quienes acuden a ella. En las versiones más
cristianizadas es la virgen María o el mismo Jesucristo, que predica
desde la piedra, a veces transferida a las orillas del río Jordán.
Tanto la doncella Zarya como la piedra
Alatuir son invocadas con frecuencia en los conjuros. En unas
ocasiones se apela a la firmeza de la piedra, en otras a la capacidad
de Zarya para detener las hemorragias. Dice el brujo: “En el mar,
en el océano, en la isla, en Buyan, sobre la blanca y ardiente
piedra Alatuir. En esa piedra Alatuir se sienta una hermosa doncella,
una maestra costurera. Sostiene una aguja de acero, la enhebra con un
hilo de seda, teñido de amarillo rojizo, y cose heridas sangrantes.
Que de la misma manera este sujeto no sufra cortes. Acero, mantente
lejos, y tú, sangre, deja de fluir”.
Toda la isla constituye, de hecho, un
espacio simbólico propicio para ser utilizado por la magia
tradicional de los conjuros. A Buyan se pueden enviar, por ejemplo,
los dolores de dientes, proclamando lo siguiente: “En el océano,
en la gran isla de Buyan crecen tres altos árboles, el primero es
Petrii, el segundo Khitrii, el tercero Cypress. Bajo él yace una
liebre. Tú, dolor de dientes, entra en la liebre”.
Y en Buyan se encuentran materializados
todos los miedos, los dolores, los sentimientos, los espíritus
inmateriales… Allí está la muerte de Koshchei el Esqueleto
Perpetuo, uno de los personajes típicos de los cuentos populares
rusos, encerrada en un huevo, dentro de un pato, metido este dentro
de una liebre, encerrada en un cofre, enterrado bajo un roble. Igual
que en otros cuentos el corazón, la pena o el amor de una joven
están contenidos dentro de una sucesión de objetos, anidados como
un juego de muñecas matrioshka.
Los protagonistas de los cuentos llegan
a Buyan, tras cruzar el océano, para obtener esos objetos simbólicos
y derrotar así a Koshchei u obtener el amor de la princesa. Por su
parte, los brujos (o los simples conocedores de los conjuros) actúan
sobre Buyan a través de la palabra, y, a través del reflejo
simbólico de la isla, en la realidad.
Un conjuro empleado por el brujo para
convertirse en lobo decía: “En la mar oceana, en la isla de Buyan,
en la llanura abierta, brilla la luna sobre la cepa de un álamo, en
el verde bosque, en el extenso valle. Al lado de la cepa pasa un
peludo lobo; entre sus dientes está todo el ganado astado; pero el
lobo en el bosque no entra; en el valle el lobo no merodea. ¡Luna!
¡Luna! ¡La de los cuernos dorados! Funde la bala, mella el
cuchillo, pudre el garrote, infunde miedo en el corazón del hombre,
la bestia y el reptil, para que no atrapen al lobo gris ni le
arranquen su cálida piel. Mi palabra es firme, más firme que el
sueño o la fuerza de los héroes”. Y en ese lobo al que apela el
brujo podemos ver el lobo en el que él se convertirá, o la parte de
su espíritu que ya es un lobo, la cual en Buyan tiene una existencia
física.
En Buyan están, por tanto, todos
nuestros pesares, pero también nuestras esperanzas, además de una
parte de nuestro espíritu. Podemos conjurarlos o liberarlas mediante
un acto consciente de la imaginación, gracias a la mediación mágica
de la palabra.
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