naciones: algunos soberanos, como Isabel de Inglaterra, solicitaron sus servidos para desenredar los hilos del destino y orientar su acción política.
Un gran astrólogo isabelino
Cuando en 1558 Isabel sucede a su padre Enrique VIII en el trono de Inglaterra, uno de sus primeros actos es pedirle a su astrólogo John Dee que calcule el día más favorable para su coronación. Este propone el 14 de enero de 1559, sugerencia que la reina acepta, aparentemente para su felicidad: los 45 años de reinado de Isabel corresponden efectivamente a uno de los períodos más fastos del reino de Inglaterra. Sin embargo, ¿quién es este talentoso astrólogo al que puede atribuirse una parte de la gloria del "siglo isabelino"?.
John Dee nació el 13 de julio de 1527 en Londres, en una familia modesta. Al término de brillantes estudios, obtiene en 1546 el titulo de Bachelor of Arts en el Trinity College de Cambridge. Desde ese momento, se apasiona por las matemáticas, materia poco apreciada en esa época, y especialmente por las teorías de Pitágoras. Es también en esa época cuando se inicia en la alquimia y en el hermetismo. De 1547 a 1551, viaja a Europa y permanece principalmente en la universidad de Lovaina, una de las mejores del continente. En 1550 lo encontramos en la universidad de París enseñando la geometría de Euclides. De ahí en adelante su fama es considerable, traspasando las fronteras de Europa. Mantiene vínculos con Inglaterra, a donde volvió en 1548, enseñando instrumentos de navegación jamás vistos hasta entonces.
En 1570, escribe el prólogo de una traducción de los Mementos de geometría de Euclides, contribuyendo así de manera magistral a la promoción de las matemáticas en los medios universitarios.
En 1551, vuelve a establecerse definitivamente en Londres. Es entonces cuando Isabel lo pone bajo su protección. Redacta para ella confusos horóscopos, crea cartas geográficas, trabaja en un nuevo calendario y contribuye a la elaboración de los planes de defensa naval de Inglaterra: los conocimientos que consideramos actualmente serios, no se distinguen en esa época de los demás. Por otra parte, continúa la fascinación de Dee por el ocultismo y trabaja en la búsqueda de la piedra filosofal, cara a los alquimistas. En 1581, aunque aún no se comprueba su veracidad, recibe la visita de un ángel que le entrega una bola de cristal pulido, en cuyo interior hay un ángel llamado Uriel, y un espejo mágico de antracita negra; actualmente podemos apreciar la famosa bola de cristal en el British Museum, así como tablillas de cera sobre las cuales el astrónomo había grabado jeroglíficos matemáticos que utilizaba durante las ceremonias mágicas.
El siglo de la astrología
En la época de Dee, el estudio de los astros y la interpretación de su influencia en el destino de los hombres entran frecuentemente en el campo de competencia de los sabios: la mezcla de las ciencias exactas y del ocultismo es común en esa época.
En Europa, el siglo XVI es el siglo de oro de la magia y del ocultismo. Grandes magos o astrólogos dejan su sello en forma duradera. Todos piensan que el hombre está ligado inextricablemente al universo por múltiples correspondencias y que existe una analogía entre el macrocosmos interplanetario y el microcosmos humano. Para retomar una fórmula canónica de la tradición hermética de la época: "Todo lo que está arriba está abajo" (la Mesa de esmeralda, versión latina, hacia 1520).
En esta perspectiva, los astros tienen una influencia sobre el destino de los seres humanos. En este contexto, Paracelso cree que existe una unión entre los siete órganos del cuerpo y los siete planetas (en ese entonces sólo se conocían siete).
Luego de haber analizado el movimiento de los astros y del cielo, Nostradamus redacta sus famosas profecías. Finalmente, en su trabajo De la filosofía oculta (1510-1533), Cornelio Agrippa (1486-1535), doctor en teología, demuestra la importancia de los signos del zodíaco.
Ascenso y caída del Dr. Dee
Poco después de este hecho, también en el año 1581, Dee descubre a un extraño personaje, llamado Edward Kelly (1555-1597), que afirma poder conversar con los difuntos, Dee lo toma a su servicio, con el fin de que le ayude a comunicarse con los espíritus de su bola de cristal y lo secunde en sus investigaciones alquímicas.
Pronto, cunde el rumor de que ambos hombres lo lograron: se les cree capaces de transmutar el plomo en oro. Son invitados por toda Europa y viajan a Polonia, permaneciendo donde el príncipe Laski, al que prometieron fortuna. Sin embargo, el papa Sixto V los acusa de necromancia, es decir, de invocar a los muertos, y logra su expulsión del país.
Por un tiempo se quedan en Leipzig y luego en Hesse-Cassel. El 18 de abril de 1587, una primera disputa opone a ambos hombres, que entre tanto, habían contraído matrimonio.
Kelly pretende que un espíritu de la bola de cristal le ordenó que Dee y él mismo compartieran a sus esposas. Dee no lo acepta y tampoco su esposa Jane. Se producen otras disputas y el cuarteto se separa. Dee se instala entonces en Bremen mientras Kelly se va a Praga, donde, según él, continúa transformando el plomo en oro. Sus proezas le valen el efímero título de mariscal de Bohemia; poco después cae en desgracia y es incluso encarcelado en dos oportunidades por orden de Rodolfo II de Bohemia. Durante su segunda detención muere al intentar escapar de su calabozo. Mientras tanto, Dee ha vuelto a Londres, donde la reina renueva su confianza en él y le otorga una pensión. Sin embargo, el retorno a su patria no es completamente feliz: al llegar a su casa en Mortlake, Dee descubre que ésta ha sido asaltada y que han desaparecido 500 de los 4.000 libros que había en su biblioteca, entre ellos unos manuscritos muy escasos. El final de su vida es muy difícil, especialmente después de la muerte de Isabel y del conde de Leicester, uno de sus protectores. En 1603, Jacobo I, gran perdonavidas de brujos y magos, se niega a otorgarle una pensión, y en 1605 debe abandonar su cargo de rector del Colegio de Manchester.
Muere en la pobreza en diciembre de 1608. Sin embargo, su fuerte personalidad, dividida entre sabio y mago, marcó su tiempo. Aún más, en el siglo XX, el alemán Gustav Meyrink le dedica una novela: El Ángel en la ventana de Occidente (1927).
Las diferentes astrologías
La astrología se desarrolló en todas las grandes civilizaciones del mundo. Sin embargo, esta disciplina, que estudia la correlación entre las configuraciones celestes y los sucesos terrestres, varía considerablemente según la cultura.
La astrología china. Esta descansa en un ciclo lunar basado en el ritmo anual de las lunaciones. Los doce signos, que corresponden a animales, varían por lo tanto según el año y no según el mes. Está permitido precisar un asunto integrando factores, tales como el compañero de ruta, determinado por la hora de nacimiento, y el elemento predominante, que se relaciona con cinco elementos: la Tierra, el Fuego, el Agua, la Madera y el Metal.
La astrología azteca. Para los aztecas, el mes (que consta de veinte días) de nacimiento es determinado por la presencia de la Luna, y el día de nacimiento se define por la posición del Sol. El horóscopo azteca también comprende doce signos.
La astrología india. Las prácticas astrológicas específicamente indias fueron desarrolladas a partir de un zodiaco lunar formado por 27 a 25 constelaciones, las nakshatra. El trabajo más importante es el Brahajjataka, en el cual encontramos consideraciones acerca de la posibilidad de determinar astrológicamente las condiciones de una reencarnación posterior.
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