Esta fotografía post-mortem ocurría generalmente con los niños recién nacidos, que por alguna desafortunada razón fallecían al poco tiempo sin haber tenido tiempo incluso de ser bautizados, razón por la que algunos pretendían conservar sus almas antes de que vayan a vagar por el limbo.
Sin embargo, esto también se aplicó en personas adultas, que aunque parezca macabro, eran fotografiadas como si estuvieran vivas, es decir, que eran maquilladas e incluso sus ojos eran abiertos simulando estar vivos. De esta manera, los familiares obtenían recuerdos de ellos aún cuando ya habían dado el paso hacia el otro mundo.
Algunos casos llevaban a que los familiares posaran junto al cadáver que era ubicado entre ellos, sentado y con los ojos abiertos, obteniendo un retrato bastante escalofriante, pero que a los ojos de algunas familias eran recuerdos invalorables.
Si bien la idea principal nace con el hecho de capturar el alma del occiso, y de esta manera preservar su esencia natural entre los vivos –aunque no se sabe para qué-, la verdad es que con el tiempo, la fotografía post-mortem se desvirtuó y pasó a convertirse en un gran negocio para muchos fotógrafos.
Algunas personas hoy en día, aún realizan esta espeluznante práctica, conservando todavía la vieja idea de la preservación del espíritu en ellas.
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