Uno de los primeros viajeros que mencionó la existencia de un lugar semejante fue el célebre explorador escocés David Livingstone (1813-1893). Como misionero protestante, recorre incansablemente el continente y a él se deben numerosos estudios sobre las curiosidades geográficas africanas, como el famoso cementerio de elefantes. Sus relatos contribuyeron a crear una leyenda tras la que generaciones de aventureros se lanzaron a la caza durante un periodo que abarcó basta los primeros decenios del siglo veinte.
El marfil
Tejido extremadamente mineralizado que forma los dientes de los vertebrados, el marfil se fosiliza fácilmente. El que es utilizado por el hombre proviene, en general, de los colmillos de los elefantes y de los mamuts en este último caso se trata de marfil fósil. El marfil es un símbolo de la pureza. Los cristianos, por ejemplo, lo asocian a la persona de la Virgen María. Durante mucho tiempo se atribuía a los colmillos diversas virtudes mágicas, en especial al colmillo del narval, un cetáceo que habita en los mares polares y que puede llegar a medir tres metros de largo. Su único cuerno se confundió por largo tiempo con el del legendario unicornio. Durante la Edad Media el marfil del narval era también reputado por su poder para detectar veneno en los alimentos. En la prehistoria, el marfil era utilizado, al igual que los huesos, con fines artísticos. Posteriormente, se encuentran manifestaciones artísticas en marfil por todo el mundo, desde Groenlandia a la China, pasando por la cuenca del Mediterráneo. En nuestros días, los mayores consumidores de marfil son los japoneses, quienes utilizan decenas de toneladas cada año para fabricar sellos personales. Pero una campaña de protección de los elefantes ha terminado por imponer la prohibición definitiva del comercio de este material precioso, a fin de terminar con la masacre de los paquidermos de África y Asia.
Montañas de marfil
Algunas tradiciones africanas cuentan que los elefantes, cuando la muerte está cerca, abandonan la manada y, guiados por el instinto o la memoria colectiva de la especie, se dirigen a un lugar que sólo ellos conocen.
Una vez que se encuentran en este antiguo cementerio, donde se amontonan las osamentas blanqueadas de sus ancestros sobre varias hectáreas, los paquidermos se recuestan para dormir allí su último sueño. Se comportarían de esta manera especialmente los elefantes más sabios, es decir, los más viejos, cuyos colmillos pueden, algunas veces, sobrepasar los tres metros de longitud y pesar más de 100 kilos. Se comprende, entonces, por qué a partir de la segunda mitad de siglo XIX muchos cazadores, impulsados por la esperanza de hacer fortuna o por simple curiosidad, arriesgaron su vida y su dinero en expediciones destinadas a encontrar estos famosos cementerios de elefantes.
Finalmente, la leyenda cruza las fronteras de África y llega a ser explotada por ciertos escritores de novelas de aventuras, como Edgar Rice Burroughs en uno de sus libros sobre Tarzán.
Cementerios fantasmas
Un descubrimiento ocasional de amontonamientos de esqueletos de elefantes refuerza la convicción de los exploradores que estos animales tienen un comportamiento especial al enfrentar la muerte y que los cementerios desbordantes del preciado marfil son reales. Sin embargos la existencia de estos montones de huesos no significa necesariamente que exista un comportamiento premeditado de parte de estos animales.
En el caso que todos los colmillos hayan desaparecido, es más probable que sólo se trate de vestigios de una masacre organizada tiempo atrás por cazadores furtivos gracias a la introducción masiva de armas de fuego a fines del siglo XIX en África negra. Si, por el contrario, los colmillos permanecen fijados al cráneo de los animales, estas muertes colectivas podrían haber sido causadas por una tragedia de origen natural.
En efecto, sucede a veces que luego de una sequía muy grande, una manada entera es incapaz de seguir su carnina hacia lugares menos áridos y muere de inanición y de hambre. En otros casos, las arenas movedizas se transforman en trampas implacables para estos animales, cuyo peso puede alcanzar hasta cinco toneladas, cualquiera sea la razón de estos descubrimientos, están lejos de cumplir las promesas de fortuna que ofrecen los gigantescos cementerios que pueblan los sueños de los amantes del marfil.
El fin de un mito
De hecho, es en el siglo XX cuando la leyenda encuentra una explicación razonable gracias a los conocimientos adquiridos sobre el comportamiento de los elefantes. Cristián Zuber, especialista mundialmente conocido en safaris fotográficos y en animales salvajes, constata que los dientes de los elefantes más viejos presentan un desgaste enorme cuando el animal alcanza la edad de 55 a 60 años, el que los condena en general a morir de hambre. Pero sucede también con frecuencia que los dientes gastados de los viejos solitarios son atacados por caries enormes que enloquecen de dolor al animal, como muchos otros grandes animales africanos, entre ellos el rinoceronte, el elefante busca instintivamente en los grandes depósitos de agua barrosa un remedio para sus heridas y su dolor. Cristián Zuber sugiere pues que el elefante, agotado, no logra siempre salir del pantano después de haber remojado allí durante largo tiempo su adolorida boca y entonces se recuesta en el lugar para morir. Debido a que las fuentes de agua son muy escasas en la sabana africana, los esqueletos de numerosos elefantes se encuentran así agrupados en un mismo lugar. A menudo son elefantes viejos y por lo tanto, tienen colmillos imponentes...
El verdadero cementerio de elefantes
Si los cementerios de elefantes africanos no son más que espejismos, desde el siglo XVIII inmensas reservas de marfil fósil encontradas en Siberia han alimentado los mercados europeos, especialmente el de Londres. Ello se debe a que Siberia, así como otras regiones de la ex Unión Soviética como Ucrania, es un fabuloso depósito de colmillos de mamut. No es que existan "cementerios" según el significado estricto de la palabra, sino todo el suelo siberiano está lleno de colmillos y esqueletos enterrados. Explotada desde la prehistoria, en 1966 se sacó a luz, a 150 km. de Kiev, en Ucrania, una aldea con 15.000 años de antigüedad, cuyas casas estaban hechas de esqueletos y de colmillos de mamuts, el marfil ha sido comercializado desde hace, por lo menos, mil años y a partir de 1722 fue buscado sistemáticamente por decisión del zar Pedro el Grande (1672-1725).
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