Se cree que el nombre de Umita es un diminutivo castellanizado del vocablo quichua UMA que significa cabeza y, efectivamente, la leyenda se refiere a una cabeza de hombre (algunos obvian el sexo) con abundante y larga cabellera, ojos desorbitados, y tremenda dentadura que flota en el aire por las noches, gimiendo, llorando y provocando el terror entre quienes tienen la triste suerte de encontrarla.
Es un "alma en pena", sin duda, que paga sus culpas con el errabundo y eterno vagar por los caminos solitarios. Nadie sabe por qué fue condenada al Purgatorio, ni por qué se empeña en provocar el susto. Alguna vez un paisano valeroso la enfrentó y lucharon toda la noche, hasta el alba. Ganó y la Umita se transformó en toro o en ternero. Previamente narró su culpa al vencedor pero éste, a sus vez, no pudo contarle a nadie, pues como precio a su hazaña perdió el habla para siempre.
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