Hay un camino principal que comunica a San Fernando con el pueblo de Bolívar, alrededor de este camino hay casitas de barro muy antiguas y entre casa y casa hay fincas de cacao, también hay cultivos de maiz, o algodón. Es costumbre de los hombres de Callejones ir al pueblo a tomar cerveza y jugar al billar, a veces regresan a muy altas horas de la noche, borrachos, casi siempre en grupos.
Una de esas noches, Fabio, un pescador de Callejones, decidió regresar solo a su casa, aprovechando que había comprado una bicicleta, la noche estaba muy oscura porque no había luna y los postes de alumbrado tenían los faros rotos.
Fabio justo a mitad de camino, iba pedaleando lento, cuando de pronto vio algo que le pareció como un borracho tendido en mitad del camino. Fabio se preocupó por el posible estado de aquel hombre, así que se bajó de su bicicleta y le gritó: "¡Despértate!".
Como no pasó nada, Fabio se acercó más y le dio una ligera patada, cuál no sería su sorpresa cuando sintió que no era el cuerpo de un hombre, era como un bulto, de consistencia gelatinosa, que al ser pateado, salió flotando hacia la finca; los pelos de Fabio se erizaron y un escalofrío recorrió su cuerpo.
La borrachera se le fue inmediatamente y como pudo, agarró su bicicleta e intentó pedalear pero la cadena se había safado, así que la arrojó y salió corriendo como alma que lleva el diablo y gritando por todo el camino.
Al llegar a casa, su mamá le abrió las puertas y él cayó desmayado. Nunca más volvió a regresar tarde del pueblo.
Muchas historias acerca de los bultos negros se cuentan en Bolívar, y parece que es cierto, pero no sólo hay bultos negros, también se sabe de brujas y duendes, pero eso será en otra ocasión.
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