sábado, 11 de enero de 2020
La Leyenda de las Matrioska
El viejo Serguei,
fabricaba preciosos objetos de madera: silbatos, juguetes,
instrumentos musicales… Para ello, todas las semanas, salía a
buscar buena madera al bosque para su trabajo.
Aquella noche había
nevado mucho, pero con los primeros rayos de sol de la mañana,
nuestro amigo salió esperando tener fortuna y encontrar un buen
tronco con el que poder trabajar la madera. Pero sólo encontró
viejos trozos de madera húmedos y pequeños, que con suerte solo
podían servirle para calentarse al fuego.
Cuando iba a
retirarse rendido por el cansancio, algo llamó su atención: un
bulto grande sobresalía sobre la nieve. Al agacharse, vio el más
hermoso de los troncos que nunca había recogido, de una maravillosa
madera blanquecina. Serguei tomó fuerzas y recogió el tronco, que
transportó hasta su casa. Tomó aquel tronco como el mayor de los
tesoros y pensó que debía valer para hacer algo muy especial.
Pasó días y noches
sin dormir, hasta que por fin se le ocurrió hacer una muñeca con la
madera y así lo hizo. Cuando terminó, estaba tan orgulloso de su
trabajo, que decidió no ponerla en venta. Se sentía muy solo y
aquel pequeño objeto lo acompañaba en su soledad.
-Te llamaré
“Matrioska”- dijo a la pequeña muñeca.
Cada mañana,
Serguei se levantaba y saludaba a su amiga:
-Buenos días,
Matrioska. Hasta que un día, la Matrioska contestó:
-Buenos días,
Serguei. -Serguei se quedó muy impresionado y volvió a responder:
-Buenos días,
Matrioska.
El viejo carpintero
se sentía muy afortunado de tener alguien con quien conversar en su
soledad. Pero Matrioska solo hablaba cuando los dos estaban solos.
Un día, Matrioska
se levantó muy triste. Serguei, que lo había notado, preguntó:
– ¿Qué te pasa,
mi querida Matrioska?
– ¡Que no es
justo!
– ¿El qué?-
contestó el carpintero.
– Cada mañana me
levanto y veo a la osa con sus oseznos, a la perra con sus perritos…
incluso tú me tienes a mí. Yo querría tener una hijita- contestó
la Matrioska.
– Pero entonces
-le dijo Serguei- tendría que abrirte y sacar madera de ti, y eso
sería doloroso.
-Ya sabes que en la
vida las cosas importantes siempre suponen pequeños sacrificios-
contestó la bella Matrioska.
Y así fue como el
carpintero abrió a su pequeña muñeca y de ella extrajo madera de
su interior, para crear una muñequita más pequeña pero exactamente
igual a ella, a la que llamó Trioska.
Desde aquel día,
todas las mañanas saludaba:
– Buenos días
Matrioska, buenos días “Trioska”.
– Buenos días,
Serguei- respondían al unísono.
Muy pronto ocurrió
que Trioska también sintió la necesidad de ser madre. Así, el
viejo Serguei volvió a repetir el proceso y de ella sacó otra
muñeca exacta a ella pero más pequeña a la que llamó “Oska”.
Al cabo de un
tiempo, también el instinto maternal se despertó en Oska, que rogó
a Serguei que la hiciera madre. Al abrir a Oska, se dio cuenta de que
sólo quedaba un mínimo trozo de madera. Sólo una muñeca más
podría realizarse.
Entonces, el viejo
carpintero tuvo una gran idea. Fabricó un diminuto muñeco y antes
de terminarlo, le pintó unos grandes bigotes. Cuando lo hubo
terminado, lo puso delante del espejo y le dijo:
– Mira , “Ka”,…
Tú tienes bigotes. Eres un hombre. Por tanto, no puedes tener un
hijo o una hija dentro de ti.
Después abrió a
Oska. Puso a Ka dentro de Oska. Cerró a Oska, abrió a Trioska. Puso
a Oska dentro de Trioska. Cerró a Trioska, abrió a Matrioska. Puso
a Trioska dentro de Matrioska y cerró a Matrioska. Un día,
Matrioska desapareció misteriosamente de la casa de Serguei.
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